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La margarita de Daniel Ortega
por Edgar C. Otálvora
viernes, 10 noviembre 2006

 

La noche del martes 7 de noviembre, Eduardo Montealegre, el derrotado candidato presidencial presentado por  la Alianza Liberal Nacional, se hizo presente en la sede de la Secretaría Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Tras obtener sólo el 29% de los votos, Montealegre fue a saludar al ganador de las elecciones presidenciales nicaragüenses, el ex presidente sandinista Daniel Ortega quien se impuso con 38% de los votos.

 

Al día siguiente, Ortega cumplió una visita de cortesía al presidente Enrique Bolaños. Las fotografías tomadas en la Casa Presidencial de Managua, mostraron a los dos personajes levantando copas y brindando. Entre sonrisas, Bolaños afirmó que "cuando nos toque ser oposición tenga usted la serenidad, la certeza que será solamente una oposición constructiva sólo en beneficio de la patria". Mientras, Ortega reiteró lo que venía pregonando desde la víspera: un llamado a la reconciliación nacional y su compromiso de darle seguridad al sector privado y a los inversionistas nacionales y extranjeras.

 

¿Nuevo Sandinismo?

 

El presidente electo ha prometido que su gobierno no representará reformas radicales, amén de que los resultados electorales no le proporcionan una mayoría en la Asamblea Nacional. Aparte de programas de reordenamiento del gasto público para fortalecer los llamados gastos sociales, Ortega no ha ofrecido promover cambios políticos constitucionales. Y los gestos ceremoniales cumplidos estos días por candidatos, gobierno y candidato triunfante le dan al proceso electoral nicaragüense un indiscutido aire de civilidad. El ex presidente Jimmy Carter, en su usual rol de legitimador de elecciones tercermundistas,  se encargó de bendecir los resultados. Mientras desde Washington, la Secretaria de Estado Condolezza Rice, envió una primera y poco sutil advertencia a Ortega, caso Nicaragua se aleje del “mercado abierto y el libre comercio”. 

 

Por su parte, Tomas Borge, el otro dirigente histórico del sandinismo, ha expresado que no repetirán “los errores de la revolución de 1979”. Borge en declaraciones al diario La Nación  de Buenos Aires, afirmó que "ser de izquierda hoy" significa, entre otras cosas, "trabajar por los pobres, pero sin pelearnos con los ricos”. "Ahora somos una izquierda realista, lúcida, fiel a los intereses de los pobres", comentó .En sus declaraciones, Borge calificó al sandinismo como "amigo entrañable" de la revolución cubana, pero advirtiendo que en  esta nueva etapa los sandinistas no quieren "tener enemigos", en obvia referencia a EEUU. Borge también agregó la coletilla de “estamos orgullosos de ser amigos de Chávez”

 

Las deudas de Ortega

 

No existe entre los usuales analistas internacionales, un consenso sobre cuál será la línea de gobierno que ejecutará Ortega desde la Presidencia. Porque Ortega se ha movido en los últimos años desde  un pragmatismo no ideológico en lo interno a una clara asociación con el Eje La Habana-Caracas en lo externo. Ha garantizado que no realizará cambios.

 

Como parte de la oposición al gobierno de Bolaños, Ortega jugó con las cartas de la política tradicional. Con sentido de oportunidad, el sandinista aprovechó el enfrentamiento y ruptura entre Bolaños y Arnoldo Alemán y el consecuente debilitamiento del liberalismo, para convertirse en una fuerza política nacional de amplia influencia. Su pragmatismo interno lo llevó a armar alianzas con el enjuiciado ex presidente Alemán, ganando de esta forma  importantes cuotas de poder en instancias legislativas, judiciales y electorales. De la mano del enjuiciado Alemán, Ortega se convirtió en el jefe de la oposición, frenando seriamente la capacidad operativa del gobierno de Bolaños.

 

Por otra parte, su abierta filiación con Fidel Castro y Hugo Chávez quedó registrada en las usuales  comparecencias de Ortega a eventos internacionales tanto en Cuba como en Venezuela. En abril pasado, cuando el boliviano Evo Morales suscribió en La Habana su ingreso al ALBA y firmó un tratado comercial con Cuba y Venezuela, el presidente venezolano auguró que en el 2007 Daniel Ortega, presente en el acto, firmaría un tratado similar. Ortega se había convertido desde el año 2004 en figura usual en la lista del jet set izquierdista latinoamericano que frecuenta los salones políticos del gobierno caraqueño. Ortega logró el reconocimiento de Castro y Chávez como la figura representativa del Eje en Nicaragua, a la vez que obtuvo el compromiso de recibir apoyo financiero de Caracas. Oficialmente este apoyo se concretó mediante el suministro de combustibles a gobiernos municipales controlados por el sandinismo por parte de la empresa petrolera venezolana PDVSA, en ventajosas condiciones de precios y formas de pago. Con el aval internacional de los jefes y con la promesa de combustible barato, Ortega logró de un solo golpe, armarse de ofertas electorales e imponerse como jefe  del sandinismo, posición que le disputaba el movimiento sandinista disidente Movimiento Renovador Sandinista, encabezado por el ex alcalde Herty Lewites, expulsado del FSLN en el 2005 y quien falleció en julio pasado. 

 

La espina en el costado

 

La geopolítica latinoamericana actual tiene en Centroamérica uno de los escenarios de tensión. La creación del denominado “Arco del  Pacífico”, promovido por México, Chile, Colombia y Perú, tiene como uno de sus elementos la incorporación de Centroamérica -en  bloque- a mecanismos de libre mercado continental, que dejan a un lado el esquema confrontacional contra EEUU promovido por La Habana y Caracas.

 

La llegada de Ortega a la Presidencia de su país, hecho que deberá cumplirse en enero del 2007, puede significar el retiro de Nicaragua no sólo del esquema de libre comercio con EEUU suscrito por los países centroamericanos. Adicionalmente, Nicaragua podría convertirse en la piedra de tranca para proyectos de alto interés regional, como el Plan Puebla-Panamá, impulsados por México y Colombia y combatidos por Venezuela y Cuba. Ortega podría convertirse en la espina clavada en el costado de los actuales planes de integración y desarrollo centroamericanos.

Ortega ofreció a sus electores que su amistad con Caracas  representaría una baja en los precios de los combustibles además de importantes programas de ayuda económica venezolana. La incognita que debe despejarse ahora es hasta dónde el pragmático Ortega está dispuesto a pagar el precio que a su gobierno le puede representar un aislamiento de sus vecinos en aras de sus compromisos políticos con Cuba y Venezuela.

 

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  Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

 
 
 
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