La nueva doctrina militar
No
disponemos del espacio para profundizar en la
caracterización del fenómeno político que constituye el
castrismo, así como tampoco, la “revolución bolivariana”.
Nuestro propósito es poner en evidencia ciertas
peculiaridades y ciertos mecanismos del castrismo que se
están aplicando hoy en Venezuela, que le imprimen una
particularidad al modelo bolivariano, al servirle de
instrumento en la transformación del Estado y de la
sociedad, con vistas a implantar un tipo de régimen político
que garantice la perennidad del régimen y la permanencia
ilimitada en el poder del líder de la revolución.
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Fidel
Castro. Primeras fotos tras su operación.
La Habana, 13 de agosto de 2006.
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Si nos
remitimos a las premisas del castrismo, constatamos que éste
sentó sus bases como un aparato militar que tenía por misión
la desestabilización de la dictadura de Batista, en el marco
de una estrategia de terrorismo urbano y no guerrillero como
lo impuso la versión oficial de la historia de la
revolución. La representación de la figura del guerrillero
ha determinado el modo de actuar del castrismo y es
constitutivo de su identidad orgánica en la acción política.
[1]
La revolución cubana debe su éxito internacional en la gran
capacidad de su líder como forjador de imágenes “destinadas
a inventar y a mantener un pasado que nunca tuvo lugar”.
Fabulosos laboratorio de imágenes, la revolución cubana
inaugura la era de la política bajo el influjo de la imagen
a gran escala. Para Castro la imagen es un arma mayor de
guerra que ha incorporado al arsenal de las técnicas de la
guerra de guerrillas y es el instrumento por excelencia del
culto de su propia imagen.[2]
Modelo
cubano se contrapone al del modelo leninista del partido,
que consiste ante todo, en una escuela de formación de
cuadros políticos. Posteriormente, y si las exigencias del
momento revolucionario lo requerían, podía transformarse en
una instancia militar, pero siempre prevalecía el partido
como instrumento político. Es conocida la oposición de León
Trotski à la guerra de guerrillas por el peligro que según
él, conllevan de convertirse en bandas delincuentes. En
cambio la característica del castrismo, son sus reflejos
guerrilleros que Castro nunca ha dejado de aplicar a la
política, y a la diplomacia por lo que siempre les imprime
una dinámica de enfrentamiento. No hay que olvidar, que el
arte de la guerra de guerrillas es la práctica por
excelencia de la astucia, el ardid, la artimaña. Las
relaciones del caudillo cubano con el grupo de favoritos que
integran el primer anillo del poder, es lo más parecido a
las de un jefe de banda que bien puede ser de guerrilleros o
de cualquier otra cosa.
El
castrismo, en tanto que aparato de gobierno, es el
precipitado del modelo leninista, pasado por el molde del
estalinismo, a lo cual se agrega la tradición pretoriano-
caudillista de América Latina. El castrismo, consiste ante
todo, en la aplicación pragmática de una técnica para
gobernar cuyo objetivo es la centralización absoluta del
poder del Estado, detentado por el líder único, auxiliado
por dos pilares principales: las Fuerzas armadas y el
Ministerio del interior. La legitimidad del castrismo y del
chavismo se lo otorga la existencia de los pobres. La
pobreza le da el sustrato carnal a la revolución, por eso la
pobreza, no sólo no puede dejar de existir en ese tipo de
regimenes, sino por el contrario, la hacen progresar pues la
pobreza les imparte una legitimidad proporcional a la
cantidad de pobres existentes. (De hecho, la pobreza y el
desempleo han aumentado vertiginosamente desde la llegada de
Chávez al poder. Al igual que la corrupción que ha alcanzado
niveles nunca vistos, al punto que los detractores de la
“revolución bolivariana” le han acuñado el término
peyorativo de “Robolución”.) Pueden violar la constitución,
fusilar, coartar la libertad de prensa, permanecer de por
vida en el poder, todo se les perdona, pues actúan y se
expresan en nombre de los pobres. Los pobres les otorgan la
legitimidad que al resto de países les otorga la
constitución. Los pobres constituyen una renta política
asegurada.
Al igual
que en Cuba, en donde el antiguo ejército regular, tras
haberse entregado al grupo guerrillero triunfante, fue
substituido por jóvenes, que primero formaron la milicia
revolucionaria, luego, pasaron a integrar el nuevo ejército
revolucionario que dio origen a las FAR (Fuerzas armadas
revolucionarias), el gobierno de Chávez se ha abocado en los
últimos años a la tarea de la formación del núcleo del nuevo
ejército revolucionario. Ha ido preparando el terreno con el
claro empeño de deshacerse del ejército regular. Por causas
diversas, ha ido pasando a retiro a la alta jerarquía
militar; y ya anunció la creación de milicias, que según él,
deberían alcanzar los dos millones de efectivos cuya
jefatura dependerá del presidente de la República
directamente, lo que le da todos los visos de convertirse en
un ejército privado, dependiente de la voluntad de su
comandante en jefe.
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Integrantes de la Reserva de la FAN venezolana
Fuerte Tiuna - Caracas 2005
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El mismo
número de dos millones de efectivos fue el alcanzado por
las milicias cubanas en el momento de su creación. Esa
cifra, sin duda, obedece a cálculos militares pre
establecidos por el propio Fidel Castro. No es difícil
imaginar, que esas milicias, en un futuro cercano, se
conviertan en el Ejercito revolucionario bolivariano. La
imitación al pie de la letra del modelo cubano no deja
dudas. Y en este sentido, la presencia de Cuba como poder
militar en la nueva doctrina militar venezolana, ya es un
hecho asumido públicamente. El propio presidente Chávez
anunció en la última comparecencia semanal de su programa
“Aló Presidente” que Fidel Castro iba a ser el padrino de
promoción del curso del Estado Mayor de oficiales
superiores que se gradúan próximamente.
La idea de
otorgarle el grado de comandante en jefe del Ejército
Venezolano y hacerlo acreedor de los “Tres soles”, máxima
distinción militar venezolana, a Fidel Castro en una
ceremonia que debía realizarse en su presencia, y en el
propio Campo de Carabobo en el transcurso del tradicional
desfile militar del 24 de junio, aniversario de la batalla
de Carabobo con la que se signa la independencia de
Venezuela., fue desechada a último momento. Las reacciones
en el seno de las fuerzas armadas, sin duda, obligaron a
renunciar a la ceremonia, que finalmente se celebró en Cuba,
en presencia de Fidel Castro y del grupo de oficiales recién
graduados que acudieron a ese efecto a La Habana. Pese a las
sistemáticas campañas de depuración de las que han sido
objeto las fuerzas Armadas, parece existir aún núcleos de
descontentos en su seno. De hecho, el propio Chávez anuló el
desfile que todos los años tiene lugar en el campo de
Carabobo, aduciendo el reiterado peligro de magnicidio.[3]
Para calmar la crisis, haciendo uso una vez más de la
tradición venezolana, la compra de adhesiones, el presidente
anunció un aumento del salario de los militares del 40 al
60% : petro- dólares lo permiten…
El único de
la jerarquía chavista que parece profesar un cierto
misticismo revolucionario, es el ex oficial de aviación ,
antiguo compañero de conspiración del presidente, hoy, vice-ministro
de Relaciones Exteriores, para Asia, Medio Oriente y
Oceanía, quien en una reunión con nuevos miembros del cuerpo
diplomático, les pidió “recordar siempre que nuestro proceso
revolucionario busca romper con el orden material de las
cosas para sustituirlo por el orden espiritual del ser.”
[4]
La
cancelación de la visita de Castro a Venezuela, y de su
incorporación a la jerarquía militar venezolana, no parece
haber amilanado al comandante en jefe cubano que el 16 de
junio se reunía en el Palacio de gobierno con una
delegación militar venezolana, del Instituto de Altos
Estudios de la Defensa Nacional, “para intercambiar
experiencias como el sistema defensivo cubano y abordar
temas económicos y sociales de interés para ambos países”
dice el escueto comunicado publicado en el Granma.
Lo de los
temas económicos tratados por Fidel Castro con delegaciones
militares debe ser tomado al pie de la letra, pues de lo
que seguramente se trata , y ya no deja dudas la fusión con
el modelo cubano, sería la adopción por Venezuela de lo que
el experto en temas militares cubanos, Brian Latell llama,
las empresas pretorianas de las FAR . En un
esclarecedor estudio sobe el ejercito cubano, el académico
norteamericano analiza al detalle, cómo las FAR cubanas se
han ido transformando hasta ocupar todos los estratos de la
economía. Como poco se conoce y se estudia el sistema de
poder cubano, y menos aún sus fuerzas armadas, nos parece
pertinente citar el análisis in extenso:
En años
recientes, exhortados por Fidel Castro, los oficiales de más
alta jerarquía han estado preparándose abiertamente para
asumir el control de la transición después de su muerte. Por
lo menos al principio, es probable que cuenten con el apoyo
de la mayoría dentro de la elite oficial del país, y que
transfieran al nuevo régimen a cierto número de civiles que
actualmente ocupan altos puestos en el gobierno y en el
Partido Comunista. Estos últimos ayudarán a reforzar la
legitimidad de un gobierno pretoriano a nivel nacional e
internacional, y algunos de los civiles ejercerán una
influencia considerable, especialmente en lo referente a
cuestiones económicas y financieras. Sin embargo, ningún
dirigente de otra institución, incluyendo el partido,
diversas entidades estatales y gubernamentales o las
organizaciones de masa, podría rivalizar con los jefes
militares, ni imponer políticas a las que se opusiera una
dirigencia uniformada unida y disciplinada. Hay una serie de
factores que explican la supremacía del ejército:
El Ministerio de las Fuerzas Armadas
Revolucionarias (MINFAR) comenzó a funcionar como la
organización de vanguardia más confiable del régimen por lo
menos cinco años antes de que el Partido Comunista fuera
creado en 1965. Unas dos terceras partes de los miembros del
Comité Central original del partido eran oficiales del
ejército o veteranos de la lucha guerrillera. Hoy día, Raúl
Castro y otros cinco generales prestan servicio en el Buró
Político, compuesto de 23 miembros. A diferencia de lo
ocurrido en la mayoría de los demás países comunistas, el
partido se formó a partir de las fuerzas armadas, y jamás ha
rivalizado con las mismas en cuanto a influencia.
Desde 1989, año en que los servicios
policíacos, de seguridad y de inteligencia del Ministerio
del Interior (MININT) quedaron bajo el control de las FAR,
éstas han ejercido un monopolio absoluto de fuerza
coercitiva en la isla. Con un personal militar regular cuyos
integrantes se calculan entre 50,000 y 60,000, y otros miles
en el MININT, así como en las fuerzas auxiliares, de reserva
y de milicia, el número de cubanos que llevan uniforme
sobrepasa los 2 millones.[5]
Por consiguiente, desde los primeros días del
régimen de Castro las relaciones entre civiles y militares
han tenido menos altibajos que en cualquier otro de los
países de América Latina. A diferencia de casi todos ellos,
en Cuba, durante más de 43 años, nunca ha habido ni el más
mínimo indicio de que se tramara un golpe militar o una
conspiración contra Castro, que siempre se las ha arreglado
para dar la impresión de ser simultáneamente un líder civil
y un líder militar.
En cambio,
durante los 30 años aproximadamente en que las FAR
estuvieron recibiendo apoyo material masivo de la Unión
Soviética sus jefes conservaron completa autonomía operativa
e interna. Cuba nunca fue un integrante del Pacto de
Varsovia ni se subordinó estratégicamente al Alto Mando de
las fuerzas armadas soviéticas. Las fuerzas armadas de los
países de Europa Oriental, por el contrario, nunca tuvieron
departamentos de planificación estratégica y, después del
comunismo, no estaban preparadas para llevar a cabo una
planificación independiente de defensa ni siquiera para
preparar sus propios presupuestos.[i]
En Cuba, en cambio, los hermanos Castro por sí solos han
planificado y llevado a cabo estrategia y tácticas militares
sin interferencia del exterior.
No obstante,
bajo su mando, las FAR han sido la Institución más estable y
mejor dirigida de Cuba. Es la única que ha experimentado un
alto grado de continuidad en su liderazgo, alta moral y
profesionalidad. A lo largo de estas décadas sólo ha habido
unas pocas defecciones de altos oficiales
[ii]
y no hay
síntomas de que se hayan tramado golpes, de que haya habido
descontento organizado o rebeliones por parte de oficiales
jóvenes. Las FAR son probablemente lo que más se aproxima a
una verdadera meritocracia dentro de las instituciones y
organizaciones revolucionarias de Cuba. Los ascensos y
puestos en los escalones bajo y mediano del cuerpo de
oficiales históricamente se han basado de una manera
abrumadora en el desempeño y los logros, en lugar de en los
méritos políticos. Si bien es indudable que hay excepciones
importantes a esta regla -- y en los escalones más altos es
esencial la absoluta lealtad a los Castro -- ninguna otra
institución se ha mantenido tan aislada de los reconocidos
caprichos y afición a microadministrar de Fidel Castro como
las FAR. Raúl Castro ha sido el único oficial de rango,
militar o civil, a quien se le han dejado las manos
relativamente libres. Así pues, el crédito por los logros de
las FAR corresponde en su mayor parte a su habilidad de
dirección y de liderazgo. Su historial no tiene paralelo
entre los ministros de defensa de ningún otro país de la
América Latina moderna.
A medida que coroneles y generales se iban
haciendo cargo de la jefatura de estas actividades diversas,
se hizo evidente que había surgido un tercer tipo de
oficial: el “soldado-empresario”.[iii]
A diferencia del clásico soldado-cívico y del “soldado
tecnológico” que había generado el SPE que aplicaba técnicas
de gerencia de Occidente en compañías militares, los
soldados empresarios se dedican a actividades con fines de
lucro que pueden lograr divisas fuertes para el régimen.
Trabajan en compañías que son propiedad del Estado pero
administradas privadamente, en empresas mixtas, y en nuevos
proyectos que hacen negocios con inversionistas extranjeros
y tratan con el mundo capitalista.[iv]
El gobierno
cubano no ha dado datos fiables acerca de estos oficiales y
las empresas pretorianas que dirigen. Un estudio académico
que se hace eco de informes de medios de comunicación
cubanos, indica que estas empresas producen “el 89 por
ciento de las exportaciones, el 59 por ciento de los
ingresos por turismo, el 24 por ciento de los ingresos de
servicio productivo, el 60 por ciento de las transacciones
al por mayor de divisa fuerte, el 66 por ciento de ventas al
por menor de divisas fuertes, y emplean al 20 por ciento de
los trabajadores estatales”.[v]
No está claro si estas cifras incluyen el trabajo en la
agricultura por parte del Ejército Juvenil de Trabajo y de
tropas regulares puestas a trabajar también en los campos,
pero sean cuales fueren las cifras exactas, no hay duda de
que las FAR generan una parte considerable, y al parecer
creciente, de la producción económica nacional.
El delegado
de Raúl Castro, Primer Viceministro del MINFAR (General de
Cuerpo del Ejército y miembro del Politburó) Julio Casas
Regueiro encabeza el gran Grupo de Administración
Empresarial GAESA, que tiene la responsabilidad general de
estas actividades. Un yerno de Raúl Castro, el Comandante
Luis Alberto Rodríguez, es su director ejecutivo.[vi]
Ellos
dirigen a una plana mayor de oficiales, muchos de ellos
aparentemente formados en Europa y América Latina, pero no
existe evidencia de que Casas haya estudiado en el
extranjero métodos occidentales de administración de
empresas. En todo caso, su nombramiento para que supervisase
estos programas parece tener más relación con sus
credenciales políticas que con sus aptitudes de
administrador. Casas tenía 22 años cuando se unió a las
guerrillas de Raúl Castro en 1958, y ha sido uno de sus
asociados más cercanos y uno de los raulistas más poderosos
del régimen durante varias décadas.
De hecho,
las empresas pretorianas parecen funcionar, más que otra
cosa, como monopolios protegidos, concedidos a los favoritos
del régimen con fines políticos y económicos. Solamente los
raulistas leales, aparentemente, cuentan con la suficiente
confianza de los Castro para tener acceso a actividades
empresariales que dependen de capital extranjero. Sin duda
el régimen acepta, como parte del trato, que la mayoría de
estos oficiales se involucren en alguna forma discreta de
malversación de bajo nivel para mejorar su estándar de vida.
Posiblemente exista también una especie de entendimiento de
que ellos puedan apartar unos ahorros como seguro personal
contra la incertidumbre de la era post-Castro. Tal convenio
fáustico por parte del régimen puede producir importantes
beneficios a corto plazo pero, con el tiempo, es probable
que socave la unidad y la profesionalidad dentro de las
fuerzas armadas y, por consiguiente, enturbie las
perspectivas de una transición sin sangre.[6]
Este análisis es esclarecedor a más de un título pues es una
manera de tender un espejo hacia el futuro inmediato
venezolano y tal vez al de América latina, porque el cubano
representa el modelo perfecto que tanto han soñado os
militares latinoamericanos imbuidos del sentimiento de
considerarse como los únicos y legítimos dueños del poder y
los únicos capaces de realizar el desarrollo del país. La
visión que han tenido los militares
reformistas-nacionalistas del desarrollo, coincide con la
del ejército secretado por el castrismo, y llevada hoy al
paroxismo por el chavismo: la del pueblo infantilizado,
incapaz de desarrollarse por sí mismo, siempre víctima, al
que no se le puede concebir como a un ciudadano digno,
debiendo rendirle pleitesía al caudillo, imagen de padre a
quien se le debe estar agradecidos de por vida.
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Heinz
Dieterich
politólogo alemán, profesor de la Universidad Autónoma
Metropolitana de Mexico
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El modelo
del ejército dueño de la economía y de los estamentos del
poder del Estado, como queda excelentemente explicado en la
cita de Blatell, fue el modelo que impuso el general
Pinochet en Chile y vigente hoy en la Cuba de Fidel Castro.
La importación de ese modelo a Venezuela, y dado el
activismo revolucionario que despliega el presidente
venezolano, no sería imposible que la idea del modelo
cundiera entre los ejércitos de la región. De hecho, existe
ya un plan llamado de Integración Militar del Bloque
regional de poder latinoamericano,
[7]elaborado
por uno de los teóricos extranjeros importados a Venezuela,
el alemán afincado en México, y muy allegado al circulo del
poder cubano: Heinz Dieterich. En dicho volumen, aparecen
publicadas entrevistas de oficiales simpatizantes con el
proyecto mencionado, provenientes de las distintas fuerzas
armadas del continente. En la entrevista del presidente
venezolano, este expresa de los gobiernos de Colombia, Perú,
Chile, Bolivia (aún no había caído el presidente Carlos
Mesa), calificándolos de “eje monroeista” al que se debía
poner fin.
Una de las
características principales de los regimenes populista es
fomentar un estado de crisis permanente con el fin de
mantener a la población movilizada y al mismo tiempo
justificar el régimen de excepción que el gobierno
revolucionario se ve “obligado” a imponer para defenderse de
los ataques provenientes de la oposición interna y de los
proyectos de “invasión por parte de los Estados Unidos.” En
Cuba, Fidel Castro ha usado y abusado de esa técnica. Pero,
mientras que en Cuba, el régimen que implantó Fidel Castro
fue el resultado de la lucha contra una dictadura, y luego,
producto del enfrentamiento con los sectores que se oponían
a la instauración de un régimen comunista apoyado por la
URSS; en Venezuela , Hugo Chávez fue elegido
democráticamente para que corrigiera la mala administración
que aquejaba al Estado, y desde el principio tuvo el apoyo
de Estados Unidos que no les convenía tener malas relaciones
con uno de sus principales proveedores de petróleo. Pero la
voluntad de equipararse a Cuba y de imitar al modelo cubano,
para promover la movilización del “pueblo revolucionario “
de Venezuela, y encender la llama de la revolución en el
resto del continente, han llevado al presidente
bolivariano, imitando a Fidel Castro, a emitir declaraciones
diarias denunciando la invasión que prepara Estados Unidos
contra Venezuela. Hasta amenazó con la ruptura de relaciones
diplomáticas. Según el presidente, Venezuela, al igual que
en Irak, debe prepararse para la eventualidad de una guerra
asimétrica. Por su lado en Cuba, Fidel Castro declaró que si
Venezuela era invadida, era como si Cuba lo fuese también.
Cuba realizó maniobras militares de amplia envergadura en
diciembre 2004.
El “coup de
théâtre” del anuncio de la invasión de Estados Unidos, y la
amenaza de ruptura de relaciones diplomática, intervino tras
el silencio observado por Washington ante las declaraciones
del teniente-coronel, que fiel a la buena tradición
cuartelaria, trató a Condoleeza Rice de “analfabeta” y de
“frustrada sexual”. Según el presidente venezolano, la
Señora Rice tiene sueños eróticos con él, que el se niega a
satisfacer, de allí la animadversión, que según él, ella le
profesa.
[1]
Ver a propósito de la preeminencia del terrorismo urbano
en la caída de Batista, Sweig E. Julia, Inside The
Cuban Revolution, Harvard University Press,
Cambridge, Massachusetts, London, England, 2002, 254 p.
[3]
El diario caraqueño El Nacional
reporta en su edición del 24 de junio : El presidente de
la República, Hugo Chávez, encabezará los actos para
celebrar el 184º aniversario de la Batalla de Carabobo y
Día del Ejército. Estos actos fueron modificados debido
a las versiones sobre una supuesta preparación de
magnicidio contra el jefe de Estado. Chávez se contentó
con una parada militar en el patio de la Academia
Militar, en el Fuerte Tiuna.
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Inicio
Venezuela
: pieza prioritaria del dispositivo castrista