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Todo cambio político entraña una singularidad (I)
Paralelismos cubanos en la revolución bolivariana

por Elizabeth Burgos
París, junio 2005


El presente trabajo realizado por la historiadora venezolana Elizabeth Burgos, experta analista del castrismo, data del año 2005 y el mismo fue publicado originalmente en la revista: "L’ordinaire latino-américain, Univesité Toulouse-Le Mirail, Nº 202".
En virtud, de los recientes acontecimientos, luego que el presidente Hugo Chávez anunciara cinco medidas de gran importancia, desde webarticulista.net, hemos decidido publicar éste valioso trabajo, dividido en 9 partes.
A través del mismo, nuestros lectores podrán indagar en torno al rasgo de mayor singularidad del ensayo de revolución que se lleva a cabo hoy en Venezuela: las relaciones de dependencia voluntaria y de tutelaje ideológico con Cuba.
Hugo Chávez, de manera reiterada ha expresado la gran influencia que el líder cubano ha venido teniendo en la orientación del llamado proyecto bolivariano. En consecuencia, el proceso revolucionario venezolano, se ha ido convirtiendo en una copia del cubano.
La forma que en definitiva tome el experimento venezolano es impredecible.

 

Luis DE LION
Editor


Todo cambio político entraña una singularidad

La  del proceso que vive hoy Venezuela no  radica sólo en su carácter revolucionario - después de todo, el espectro de la revolución  asedia al continente desde sus premisas republicanas. La singularidad de la llamada “revolución bolivariana” radica en la decisión de su líder de remitirse a la tutela de otro país, Cuba y  de otro  líder, Fidel Castro, en su afán de cumplir con la misión para la que se cree predestinado. La de un proceso revolucionario continental bajo los auspicios del legado histórico de Simón Bolívar quien, según el líder  venezolano, dejó inconclusa su tarea liberadora. Y a nivel mundial, impulsar el nuevo socialismo del siglo XXI que daría lugar a un poder planetario multipolar.

El petróleo empleado como arma sería el instrumento que le daría viabilidad al proyecto a nivel mundial[1].  Que duda cabe que para llevar a cabo semejante proyecto se necesita un poder que “debe existir en él mismo y para él solo.” Conocidas de antemano las modalidades del ejercicio del poder castrista, se puede intuir los derroteros hacia dónde puede desembocar la “revolución bolivariana” y el nuevo socialismo del Siglo XXI que se propone edificar el presidente venezolano. 

Si Hugo Chávez,  líder de la “revolución bolivariana”, solicitó nexos de cooperación técnico-revolucionarios a Cuba, es porque la isla ejerce el monopolio de la expansión de la revolución desde hace cuarenta y seis años y su amplia experiencia en el campo del activismo revolucionario le permite contar  con un personal especializado, - además de la experiencia practica de Cuba en las más variadas regiones del planeta - elementos de los que, obviamente, Venezuela no dispone.  

Pero existe otro aspecto que por lo general escapa a los analistas pese a su  vital importancia;  y es la carga emocional que desde el principio ha caracterizado las relaciones con la revolución cubana y en particular, con su líder y comandante en jefe. En el caso específico de Hugo Chávez las relaciones con Fidel Castro revisten una gran intensidad pasional, hecho admitido por el propio Hugo Chávez quien ha dado precisiones al respecto en varias entrevistas periodísticas y lo ha demostrado también en numerosos actos públicos, como lo veremos más adelante. 

El resultado es una relación mimética, no sólo, entre la revolución cubana y la naciente  bolivariana, sino del líder bolivariano con el cubano, lo que ha dado lugar a un proceso de paralelismos entre ambos  modelos. Fidel Castro posee una amplia practica como conductor de hombres. Cuando los sandinistas llegaron al poder,   Castro, siempre cuidadoso de no sobrepasar los límites de sus enfrentamientos con Estados Unidos,  (que nunca han pasado de ser verbales) en lugar del envío masivo de tropas a Nicaragua como hubiera podido esperarse,  diseñó una nueva estrategia bautizada por el propio Fidel Castro como “El Robot Nicaragüense”. Según él, comenzaba la parte más dura del combate,  “la batalla contra los yanquis en el propio continente, “Si somos capaces de moldearlos (a los sandinistas) a nuestros intereses y hacerlos actuar y pensar como nosotros, no hay duda de que también ganaremos esta gran guerra. (…)  esta vez les crearemos un combatiente nicaragüense con nuestra mentalidad; en una palabra, el “Robot Nicaragüense”.[2]

Si bien la de Cuba fue una revolución que obedeció al modelo establecido por Fidel Castro, y si bien es cierto, contó con la influencia y cooperación soviética, es innegable que   Castro mantuvo siempre la iniciativa y fue ésta la que privó, conformó y determinó el modelo en vigor desde hace cuarenta y seis años. Y hoy,  aún pese a su deteriorada salud,  indiscutiblemente continúa impartiéndole su perfil y moldeándolo en concordancia con los avatares y las circunstancias del momento. En cambio Hugo Chávez, pese a la autonomía económica que le deparan los altos precios del petróleo, contrariamente a Cuba que sí dependía económicamente de la URSS, se ha colocado en una posición de dependencia, y junto con él, al país, pues no existe una sola medida que se tome en Venezuela  que no sea un calco inspirado del modelo cubano y no acuda a los expertos cubanos para su puesta en practica. El presidente de Venezuela no toma decisión alguna sin antes consultarla con el cubano. Incluso el vocabulario que emplean los bolivarianos, es calcado del cubano. Ni siquiera han forjado  un lema original,  el tradicional “Patria o Muerte” cubano es el lema bolivariano. Como ya es un hecho la existencia del eje Venezuela-Cuba  que ha cobrado mayor vigor tras la firma de importantes acuerdos comerciales, de cooperación militar, jurídicos y de toda índole entre ambos países.   

Sin querer parafrasear a los clásicos; la “revolución bolivariana”, con respecto a la  cubana, cobra ribetes de farsa en el panorama venezolano, por la simple razón de que en el seno de esa sociedad, si bien existía un malestar profundo cuando Hugo Chávez accedió a la presidencia de la República, estaba muy distante de haber elaborado un cuerpo de representaciones mentales que  la impulsaran hacia una urgencia revolucionaria. Existía, cierto,  un deseo profundo y urgente de cambio, presente en todos los estamentos de la sociedad, pero que no implicaba necesariamente el deseo de trastocar el conjunto de las instituciones, y menos aún, la idea  de conformar un eje político-militar  con Cuba para llevar a cabo una revolución continental, incluso mundial, según el deseo expresado por el presidente venezolano en ocasiones varias.


[1] El Nacional, 24 de junio, 2005, El canciller Alí Rodríguez Araque declaró que “Venezuela tiene el legítimo derecho de utilizar su gigantesco potencial petrolero en función de avanzar exitosamente en el despliegue de su política externa. Afirmó que el petróleo es el arma que el país posee no para destruir, sino para construir.” El mismo diario en su edición del 25 de junio, reporta el discurso pronunciado por Hugo Chávez durante la conmemoración de la Batalla de Carabobo, que va en el mismo sentido: el presidente hace hincapié en el hecho de que Venezuela “posee las mayores reservas petroleras del mundo”.

[2] Rafael del Pino, Proa a la libertad, México, Planeta mexicana, 1990, p. 250.
 


Nexos revolucionarios Venezuela-Cuba


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