Todo
cambio político entraña una singularidad
La del
proceso que vive hoy Venezuela no radica sólo en su
carácter revolucionario - después de todo, el espectro de la
revolución asedia al continente desde sus premisas
republicanas. La singularidad de la llamada “revolución
bolivariana” radica en la decisión de su líder de remitirse
a la tutela de otro país, Cuba y de otro líder, Fidel
Castro, en su afán de cumplir con la misión para la que se
cree predestinado. La de un proceso revolucionario
continental bajo los auspicios del legado histórico de Simón
Bolívar quien, según el líder venezolano, dejó inconclusa
su tarea liberadora. Y a nivel mundial, impulsar el nuevo
socialismo del siglo XXI que daría lugar a un poder
planetario multipolar.
El petróleo
empleado como arma sería el instrumento que le daría
viabilidad al proyecto a nivel mundial[1].
Que duda cabe que para llevar a cabo semejante proyecto se
necesita un poder que “debe existir en él mismo y para él
solo.” Conocidas de antemano las modalidades del ejercicio
del poder castrista, se puede intuir los derroteros hacia
dónde puede desembocar la “revolución bolivariana” y el
nuevo socialismo del Siglo XXI que se propone edificar el
presidente venezolano.
Si Hugo
Chávez, líder de la “revolución bolivariana”, solicitó
nexos de cooperación técnico-revolucionarios a Cuba, es
porque la isla ejerce el monopolio de la expansión de la
revolución desde hace cuarenta y seis años y su amplia
experiencia en el campo del activismo revolucionario le
permite contar con un personal especializado, - además de
la experiencia practica de Cuba en las más variadas regiones
del planeta - elementos de los que, obviamente, Venezuela no
dispone.
Pero existe
otro aspecto que por lo general escapa a los analistas pese
a su vital importancia; y es la carga emocional que desde
el principio ha caracterizado las relaciones con la
revolución cubana y en particular, con su líder y comandante
en jefe. En el caso específico de Hugo Chávez las relaciones
con Fidel Castro revisten una gran intensidad pasional,
hecho admitido por el propio Hugo Chávez quien ha dado
precisiones al respecto en varias entrevistas periodísticas
y lo ha demostrado también en numerosos actos públicos, como
lo veremos más adelante.
El
resultado es una relación mimética, no sólo, entre la
revolución cubana y la naciente bolivariana, sino del líder
bolivariano con el cubano, lo que ha dado lugar a un proceso
de paralelismos entre ambos modelos. Fidel Castro posee una
amplia practica como conductor de hombres. Cuando los
sandinistas llegaron al poder, Castro, siempre cuidadoso
de no sobrepasar los límites de sus enfrentamientos con
Estados Unidos, (que nunca han pasado de ser verbales) en
lugar del envío masivo de tropas a Nicaragua como hubiera
podido esperarse, diseñó una nueva estrategia bautizada por
el propio Fidel Castro como “El Robot Nicaragüense”. Según
él, comenzaba la parte más dura del combate, “la batalla
contra los yanquis en el propio continente, “Si somos
capaces de moldearlos (a los sandinistas) a nuestros
intereses y hacerlos actuar y pensar como nosotros, no hay
duda de que también ganaremos esta gran guerra. (…) esta
vez les crearemos un combatiente nicaragüense con nuestra
mentalidad; en una palabra, el “Robot Nicaragüense”.
Si bien la de Cuba fue una revolución que obedeció al modelo
establecido por Fidel Castro, y si bien es cierto, contó con
la influencia y cooperación soviética, es innegable que
Castro mantuvo siempre la iniciativa y fue ésta la que
privó, conformó y determinó el modelo en vigor desde hace
cuarenta y seis años. Y hoy, aún pese a su deteriorada
salud, indiscutiblemente continúa impartiéndole su perfil y
moldeándolo en concordancia con los avatares y las
circunstancias del momento. En cambio Hugo Chávez, pese a la
autonomía económica que le deparan los altos precios del
petróleo, contrariamente a Cuba que sí dependía
económicamente de la URSS, se ha colocado en una posición de
dependencia, y junto con él, al país, pues no existe una
sola medida que se tome en Venezuela que no sea un calco
inspirado del modelo cubano y no acuda a los expertos
cubanos para su puesta en practica. El presidente de
Venezuela no toma decisión alguna sin antes consultarla con
el cubano. Incluso el vocabulario que emplean los
bolivarianos, es calcado del cubano. Ni siquiera han
forjado un lema original, el tradicional “Patria o Muerte”
cubano es el lema bolivariano. Como ya es un hecho la
existencia del eje Venezuela-Cuba que ha cobrado mayor
vigor tras la firma de importantes acuerdos comerciales, de
cooperación militar, jurídicos y de toda índole entre ambos
países.
Sin querer
parafrasear a los clásicos; la “revolución bolivariana”, con
respecto a la cubana, cobra ribetes de farsa en el panorama
venezolano, por la simple razón de que en el seno de esa
sociedad, si bien existía un malestar profundo cuando Hugo
Chávez accedió a la presidencia de la República, estaba muy
distante de haber elaborado un cuerpo de representaciones
mentales que la impulsaran hacia una urgencia
revolucionaria. Existía, cierto, un deseo profundo y
urgente de cambio, presente en todos los estamentos de la
sociedad, pero que no implicaba necesariamente el deseo de
trastocar el conjunto de las instituciones, y menos aún, la
idea de conformar un eje político-militar con Cuba para
llevar a cabo una revolución continental, incluso mundial,
según el deseo expresado por el presidente venezolano en
ocasiones varias.
Nexos
revolucionarios Venezuela-Cuba