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Venezuela : pieza prioritaria del dispositivo castrista  (VII)
Paralelismos cubanos en la revolución bolivariana

por Elizabeth Burgos
París, junio 2005


Venezuela : pieza prioritaria del dispositivo castrista

La presencia del castrismo en Venezuela fue precoz.

La expansión de la revolución obedeció a una decisión temprana de la jerarquía cubana. Ese deseo temprano de expansión, hizo de Cuba un vector temprano de la mundialización que no ha cesado de practicar de manera sistemática. Por ello no fue casual la visita de Fidel Castro a Caracas unos días apenas después de su entrada a La Habana en enero 1959. El pretexto fue sumarse a los festejos del primer aniversario de la caída del general Marcos Pérez Jiménez derrocado el 23 de enero de 1958. Aquel 23 de enero de 1959 Fidel Castro aprovechó la ocasión para declarar que el futuro de la Cordillera de Los Andes debía ser convertirse en la Sierra Maestra de América Latina.

En un país en donde acababan de realizarse las elecciones que inauguraban la institucionalización de la democracia, aquel discurso significaba una declaración de guerra contra la democracia y así lo entendió Rómulo Betancourt, el presidente recientemente elegido.

Rómulo Betancourt y Fidel Castro Caracas 1959

Nadie imaginó entonces que en aquel 23 de enero de 1959 en Caracas se inauguraba un período de enfrentamientos entre dos concepciones opuestas de la política y del ejercicio del poder cuyas consecuencias hoy están más vigentes que nunca. Desde 1959, como consecuencia del advenimiento del poder castrista, el forcejeo entre democracia y fractura institucional violenta ha marcado el panorama político del continente. La opción de la democracia, personificada entonces por Rómulo Betancourt, y la de la violencia radical y la fractura de las instituciones, por Fidel Castro y Ernesto Guevara: entre esos dos polos ha oscilado en los últimos decenios el destino del continente.

Cuba alcanzaba un liderazgo innegable en el continente, lo que a su vez convertía a América Latina en zona de expansión soviética. Para poner en obra su proyecto, Fidel Castro se dotó de un modelo de intervención que fijaría las pautas del modo de relacionarse con los países latino-americanos en el que prevalecía y prevalece: por un lado, la presencia de personal militar y de inteligencia (en las guerrillas en los años 1960, y hoy, bajo la fachada de técnicos de toda especie), y, por el otro, un trabajo de penetración de los estamentos institucionales mediante una diplomacia de la injerencia y del hecho consumado.

Cuando en Venezuela se percataron de la poca inclinación hacia la democracia del presidente que habían elegido, y para más pruebas, la fascinación que ejercía sobre el aprendiz venezolano, el caudillo cubano, muchos voceros de la opinión pública comenzaron a preocuparse y a emitir comentarios en el sentido de que en Venezuela no sucedería lo mismo que en Cuba. La oposición venezolana no huiría a Miami como fue el caso de los cubanos. Otros, más recientes, a raíz de los resultados del Referéndum Revocatorio, declaraban con énfasis, su firme rechazo a la probabilidad de emigrar a Miami y tajantemente declaraban la intención de permanecer en su puesto de combate defendiendo la democracia.

Pero en la medida en que se recurre al caso cubano como un contra ejemplo de lo que puede ocurrir en Venezuela, no está demás recordar el contexto en que tuvo lugar el exilio masivo de cubanos a Miami para evaluar, de manera precisa lo ocurrido con la oposición cubana tras la toma del poder por Fidel Castro pues como bien lo saben los historiadores, la reescritura de la historia es el recurso más exitoso de los regimenes totalitarios y el cubano ha usado y abusado a gusto.


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El modelo castrista del poder


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