Inicio | Editor | Contáctenos 
 

 Webarticulistas

Manuel Malaver

 

Eli Bravo

 

Luis  DE LION

 

Roberto Palmitesta

 

Lucy Gómez

 

Alexis Márquez Rodríguez

 

Ted Córdova-Claure

 

Antonio Sánchez García

 

Aníbal Romero

 

Charles Cholaleesa

 

Agustín Blanco Muñoz

 

 

 

 

Nosotros los animales 
por Eli Bravo
viernes, 27 enero 2006

 

Por más de 20 años Roland Anderson ha estudiado en el Acuario de Seattle a los pulpos gigantes del Pacífico para registrar sus comportamientos. Así ha conocido individuos agresivos, dispuestos a lanzar sus tentáculos sobre cualquiera, o hembras muy tímidas, como una a la que bautizó Emily Dickinson. En 1991 Anderson publicó “Las personalidades de los pulpos” y así reabrió las puertas para la investigación de la personalidad animal.

            Todo dueño de mascota puede asegurar que su compañero tiene una personalidad definida, aunque en este caso los científicos prefieren hablar de temperamento. Pero como Charles Siebert escribe en su reportaje “El Ser Animal” para The New York Times, cada vez hay más científicos estudiando los misterios de la evolución biológica para entender el comportamiento de animales y humanos como producto de la dinámica entre genes y medio ambiente. Uno de los hallazgos es que compartimos con chimpancés, pulpos y arañas eso que llamamos la personalidad individual.

            Definir la personalidad ha sido motivo de debate en los últimos 100 años. Si bien los animales no tienen la capacidad reflexiva y el diálogo interno que poseemos los humanos, los científicos intentan ubicar en ellos ciertos rasgos como agresividad, afabilidad o temeridad, los cuales podrían expresarse sin necesidad de una conciencia, revelando así una forma consistente de ser. El asunto no es nuevo, en 1872 Darwin publicó “La expresión de emociones en el hombre y los animales” y ahora nuevas disciplinas como la psiquiatría biológica y la psiquiatría molecular exploran las maneras análogas como humanos y animales nos comportamos ante la naturaleza y otros individuos.

            Según estas teorías, de nuestros ancestros no solo heredamos deudas, fortunas o vajillas. La carga genética contiene ciertas predisposiciones que se activan según nuestras primeras experiencias de vida y el ambiente en el que crecemos, es decir, no llegamos a este mundo como una página en blanco y a la vez este mundo nos ayuda a escribir el libreto de lo que seremos. Lo mismo le sucede a los animales. Lo que nos diferencia de ellos es que somos capaces de entender, ajustar y mejorar concientemente nuestra personalidad en la búsqueda de una vida mejor y más armónica.

            Así que efectivamente somos como las bestias, tal y como dice mi querido Emeterio Gómez en su artículo del pasado domingo. Pero eso no significa que necesariamente somos seres viles que solo nos elevaremos de nuestras bajezas con la ayuda de Dios. Prefiero pensar que somos una energía llena del potencial que nos regalaron nuestros ancestros y que pondremos en movimiento según nuestras experiencias y anhelos.

            También podemos pensar que bajo ciertas circunstancias podemos comportarnos como animales, de la misma manera que algunos animales exhiben una personalidad muy humana. El gran reto es convertir nuestro intelecto en la llave que abra nuestra propia naturaleza, y a la vez, en el corral que contenga nuestros más bajos impulsos.

ebravo@unionradio.com.ve 
 

 
 
 
© Copyright 2006 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.