Inicio | Editor | Contáctenos 
 

 Webarticulistas

Manuel Malaver

 

Eli Bravo

 

Luis  DE LION

 

Roberto Palmitesta

 

Lucy Gómez

 

Alexis Márquez Rodríguez

 

Ted Córdova-Claure

 

Antonio Sánchez García

 

Aníbal Romero

 

Charles Cholaleesa

 

Agustín Blanco Muñoz

 

 

 

 

Migraciones 
por Eli Bravo
viernes, 25 agosto 2006

 

         Desde hace meses me veo de otra manera. Digamos que estoy transitando eso que llaman un cambio de identidad. Ante la pregunta de quien soy, respondo que venezolano, periodista, padre de familia, devoto del queso telita, y últimamente, inmigrante. Debe ser la diferencia que existe entre vivir las cosas y tomar verdadera conciencia de ellas. En septiembre del 97 volé de Caracas rumbo a Miami con una oferta de trabajo por un año en la televisión por suscripción latinoamericana, y como le ha sucedido a muchos, un año se fue amarrando al otro, hasta que hace unos meses comencé a reconocer mi condición de inmigrante hispano en Estados Unidos. Tras años viviendo “aquí y allá”, finalmente pareciera tener los dos pies y la cabeza en el mismo lugar.

            Los nueve años que han pasado son una buena razón para sentirme así, a fin de cuentas, representan un 24% de mi vida. Pero hay algo más importante: Isabel recién cumplió dos años y en los próximos días nacerá nuestro segundo bebé, es decir, soy un inmigrante venezolano con dos hijos estadounidenses.  Poco más o menos como mis bisabuelos canarios y libaneses, solo que ellos no contaban con las ventaja de tener avión e Internet. Para los inmigrantes del siglo XXI el vínculo real y virtual es tan flexible como queramos y nunca estamos demasiado lejos de casa.

            ¿Dije casa, pero, dónde queda ese lugar? Definitivamente no está en Caracas. La ciudad en la que crecí vive solo en mis recuerdos, esos que cuando se juntan forman el bulto de la nostalgia. La Caracas que visito y disfruto y sufro todos los meses es una ciudad que ya no me pertenece, aunque me sienta irreparablemente caraqueño. Si tuviera que buscarle un lugar a casa, diría que está en mi familia. Donde ellos estén, estará nuestra casa, y por lo pronto ese lugar se llama Miami. ¡Quién sabe si dentro de nueve años el sentido de pertenencia también se muda a esta ciudad!

            Borges decía que en sus viajes el hombre va buscando y mereciendo diversas e íntimas patrias. Para él la ciudad a la que siempre deseaba volver, incluso después de la muerte del cuerpo, era Ginebra. Y allí está enterrado. Pero en vida no importaba si dormía en Cairo o Lucerna, al despertar, al retomar el hábito de ser Borges, emergía invariablemente de un sueño que ocurría en Buenos Aires. Por su parte Álvaro Mutis asegura que patria es el lugar con el cual podemos establecer un diálogo, y para él, los recuerdos de la infancia en la tierra caliente colombiana y el frío de Bélgica regresan cada vez que se sienta en su estudio de Ciudad de México. Borges fue un inmigrante literario que recorrió el mundo desde una biblioteca y Mutis un inmigrante literal que rescató su mundo desde una máquina de escribir.

            Cuando migramos, saber el lugar donde van las raíces, la casa y los sueños es una aventura compleja, una de esas cosas que hay que vivirlas para entenderlas. Y al entenderlas, la vida adquiere otra dimensión.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 
 
© Copyright 2006 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.