Los
hispanos vamos al supermercado tres veces más que el resto de
los habitantes de Estados Unidos y gastamos 43% más en la compra
de alimentos. Nuestro poder de compra, estimado en $1billón para
2010, tiene a la industria alimenticia salivando y diseñando
estrategias que les aseguren un lugar en nuestra mesa y
bolsillo. A la vez, los hispanos somos el grupo étnico con mayor
incremento en los índices obesidad, especialmente entre mujeres
y niños.
“Históricamente, las cocinas nacionales han sido estables y
reacias al cambio” escribe Michael Pollan en su libro El Dilema
del Omnívoro, “lo cual explica por qué el refrigerador de un
inmigrante es el último lugar a revisar para encontrar signos de
asimilación”. Pero la gente se adapta a la cultura en donde
vive, y con esto cambia su manera de cocinar y comer. ¿Cuántas
veces ha escuchado decir: desde que llegué a Estados Unidos
crecí dos tallas? La razón de la gordura no está solamente en
los Big Macs, sino en la desaparición de ciertas reglas a la
hora de cocinar y comer que alteran nuestra relación con los
alimentos.
En una
entrevista para la revista The Sun, Pollan explica que la
selección de los alimentos, la forma de combinarlos, las
cantidades a servir y la manera de comerlos, son parte de un
aprendizaje cultural heredado, que combinado con la cantidad de
energía que consumimos, nos permite mantener un equilibrio de
cuerpo y mente. Hoy en día, con el microondas, los enlatados y
congelados, las raciones extra largas y la pérdida de rituales
como la cena familiar, millones de personas están comiendo más
de lo necesario, y no necesariamente de la mejor calidad.
Según
Pollan, diariamente los estadounidenses consumen 200 calorías
más de las que ingerían en la década de los 70. Por otro lado,
el gasto alimentario en relación al ingreso es uno de los
menores en la historia: 12% en EEUU, 20% en Europa. Esas
calorías extras salen de alimentos procesados industrialmente
que son ofrecidos a bajo costo en los anaqueles de los
supermercados. Más comida, a menor costo, con menos nutrientes.
El resultado son unos rollitos que nada tiene que ver con salud
y buena alimentación.
La cocina
hispana simboliza nuestra identidad y es uno de los grandes
aportes a la cultura estadounidense, pero al adaptarse al
mercado y costumbres locales entra en un círculo adiposo: Mayor
poder adquisitivo para comprar más comida procesada
industrialmente y cargada de hormonas o químicos, recalentada en
microondas, servida en raciones colosales e ingeridas frente al
televisor. Nada que ver con la cena que preparaba abuelita
“Cómo
comemos y nos sentimos al comer, es tan importante como aquello
que comemos” asegura Pollan. En esta sociedad que se debate
entre dietas y obesidad, no basta con leer las etiquetas para
contar grasas y carbohidratos. Hay que pensar de donde vienen
los alimentos, y sobre todo, cuánto necesitamos para mantenernos
vivos, cuánto para satisfacernos y cuánto para excedernos.
ebravo@unionradio.com.ve