El
periodista jordano Jihad Momani escribió hace unos días en
referencia a las caricaturas de Mahoma “¿qué perjudica más al
Islam, estas caricaturas o las imágenes de un secuestrador que
le corta la garganta a su rehén frente a las cámaras? Por su
lado el yemení Muhamad al-Assadi, condenando las caricaturas
pero deplorando las reacciones, sentenció “los musulmanes
tuvieron una oportunidad para educar al mundo sobre las
enseñanzas del profeta y el contenido pacífico de su religión.
Pero los musulmanes saben mejor como perder, en lugar de
aprovechar, las oportunidades”. Según el New York Times, los dos
son parte de un grupo de 11 periodistas presos o bajo juicio en
cinco países por publicar parte de los dibujos que han
incendiado el mundo islámico.
En este conflicto donde prevale
el radicalismo, el editor jefe del diario egipcio Al Fajr, Adel
Hammoude, piensa que “los sentimientos de la gente están siendo
explotados con un fin. La religión es la cosa más fácil de usar
cuando se trata de usar a la gente”, y en relación a esa
manipulación de la rabia y el resentimiento, el columnista
estadounidenses Thomas Friedman opina que toda esta historia de
protestas esconde el gran fracaso del mundo islámico en crear
economías prósperas para los más jóvenes, quienes frustrados y
atizados por los gobiernos, culpan a occidente de sus males. “no
es de extrañar que líderes religiosos y dictadores en lugares
como Siria e Irán, quienes han defraudado a sus jóvenes, sean
tan rápidos en dirigir la rabia de su población contra unas
caricaturas ofensivas y lejos de ellos y la miseria que han
traído”.
Otra lectura a los discursos
oficiales: la culpa de lo que nos sucede está en agentes
externos, no tiene que ver con nosotros.
Hace años
Carlos Rangel escribía su tesis del tercermundismo
latinoamericano según la cual resultaba más fácil para
intelectuales y gobiernos achacar los fracasos del continente al
imperialismo, en lugar de asumir cuotas de responsabilidad. Y en
clases de psicología social en la UCAB la profesora Balbás nos
explicaba que una característica de sociedades como la
venezolana es que sitúan su locus de control en el
exterior, con lo cual, no solo dejan a la suerte la resolución
de su destino, sino que también son más propensas a sentirse
víctimas de las circunstancias.
¿A qué viene
tanta vuelta? A pensar que si bien hay razones, realidades y
precedentes impuestos desde el exterior que pueden someter a un
país, no es menos cierto que culpar a factores externos es una
manera de esconder las deficiencias domésticas. Y cuando pasamos
el día gritando que alguien o algo es responsable del atraso en
el que vivimos, tapamos las voces que nos dicen “mira lo que
estás haciendo, y sobre todo, lo que estás dejando de hacer”.
Perder oportunidades es más fácil que aprovecharlas, sobre todo
cuando echamos mano a la militancia o la retórica para esquivar
responsabilidades.
ebravo@unionradio.com.ve
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