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Tocado por la lucha 
por Eli Bravo
jueves, 20 abril 2006

 

            Hay un país que a veces perdemos de vista. O quizás debería decir, hay un país que a veces olvidamos escuchar. Y cuando lo hacemos es imposible aguantar las lágrimas o hacerse oídos sordos. Es un país de corazón afinado y sueños realizados, de gente que encuentra en el arte la forma más sublime de expresión y la comparte con el resto del mundo. Un país que se ha revolucionado frente a un atril y esa revolución la ha convertido en el motor de cambio más armónico que se pueda imaginar. Un país que está maravillosamente retratado en la película “Tocar y Luchar” y que cuando lo vi me hizo decir una vez más: ahí está el país que amo.

            Hace 30 años el maestro José Antonio Abreu tuvo la idea de poner a tocar a los niños y jóvenes de Venezuela en orquestas diseminadas por toda la nación. Desde entonces millones de personas en pueblos, capitales y caseríos se han sumado al sueño del maestro Abreu. Hoy en día existen 120 Orquestas Juveniles y 60 Orquestas Infantiles en un sistema con más de 250 mil personas que están transformando sus vidas gracias a la música. El proceso sucede de forma natural: una vez que el individuo asume el reto de divertirse y mejorar con el instrumento, entra en un ciclo de desarrollo junto a sus compañeros que le lleva a entender el significado de conceptos como disciplina, solidaridad, trabajo en equipo y el sublime embrujo que las artes operan en el alma. Pero una cosa es leer sobre este milagro, y otra mucho más emocionante es verlo suceder en la cotidianidad de quienes protagonizan “Tocar y Luchar”.

            El documental combina momentos gloriosos de las orquestas con declaraciones de maestros de fama mundial y entrevistas a los jóvenes músicos. Con imágenes de archivo y filmaciones originales, la película emociona por la pasión con que todos hablan de las orquestas, la belleza de los paisajes, y por supuesto, la calidad de las interpretaciones. Como director Alberto Arvelo logró transmitir la emotividad y magia de la música por haber sido violoncelista de una de estas orquestas. Imagino que se identificó con uno de los jóvenes protagonistas quien confiesa no poder dormir lejos de su cello.

            Si tiene días, semanas o años diciendo que Venezuela es un país sin esperanzas, hágase el favor de ir al cine para ver algo único en el mundo. Seguramente cuando salga los problemas no se habrán resuelto y la primera página del día siguiente no será como para celebrar, pero es muy probable que sienta otro ritmo por dentro, que le acompañe una melodía capaz de recordarle que la esperanza tiene sonrisa de niño. Que todo logro es una lucha, pero se puede.

            Y lleve un pañuelo. Si Plácido Domingo soltó una lágrima al entrar a un ensayo de la orquesta en el Teresa Carreño y declaró haberse sentido en el cielo, no le extrañe que en más de una oportunidad se le inunden los ojos con esta película.

            Y no aguante las ganas. La conmoción ante la belleza es el mejor síntoma de que estamos vivos.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 
 
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