Inicio | Editor | Contáctenos 
 

 Webarticulistas

Manuel Malaver

 

Eli Bravo

 

Luis  DE LION

 

Roberto Palmitesta

 

Lucy Gómez

 

Alexis Márquez Rodríguez

 

Ted Córdova-Claure

 

Antonio Sánchez García

 

Aníbal Romero

 

Charles Cholaleesa

 

Agustín Blanco Muñoz

 

 

 

 

Entre caminos
por Eli Bravo
jueves, 8 junio 2006

 

Con más de 210 millones de personas bajo la línea de pobreza, entre ellas 88 millones viviendo con menos de un dólar al día, resulta inevitable el ascenso del populismo de izquierda en América Latina. La victoria de Evo Morales en Bolivia, los altos porcentajes de Ollanta Humala en Perú y la opción de un gobierno de López Obrador en México son un síntoma de un mal añejo en el continente: la inequidad del ingreso y las oportunidades. Los índices varían según las fuentes, pero cerca del 40% más pobre de la región recibe el 13% de los ingresos, mientras al 10% más rico le llega el 36%.

Esta desigualdad solo es superada por África, pero los últimos años han arrojado resultados alentadores en términos de desarrollo para América Latina, si bien no suficientes para reducir la pobreza a los niveles anhelados y así calmar los ánimos. Es posible alegar que las reformas de los años 90 están dando sus frutos ahora, con un crecimiento sostenido de la región estimado en el 5% para este año y economías más sólidas con inflaciones controladas. También los programas para atacar directamente la pobreza que muchos países han iniciado le están permitiendo mejores condiciones a millones de personas. Pero todavía hay una brecha que es una herida abierta en los estómagos más pobres.

            El camino retórico del nuevo liderazgo es culpar al pasado de todos los males y prometer un futuro mejor. Cuando se tiene nada, o muy poco, estas promesas son tan dulces como tentadoras. Por eso el discurso nacionalista y populista se consolida en formas de gobierno que no siempre tienen una respuesta efectiva y pueden terminar defraudando a un electorado que pasará de una frustración a otra. Como parte de un ciclo, estos últimos dos años han sido perfecto ejemplo de la tensión entre dos modelos modernizadores: uno que privilegia la agenda social con una economía centralizada, y otro que busca la manera de sincronizar la economía de mercado con las demandas de la sociedad.

            Por ahora los modelos parecieran llevar una competencia cerrada, pero la carrera entre los países no es pura velocidad, sino que también conlleva resistencia. Solo aquellos que puedan generar un crecimiento sostenido serán capaces de acercar a sus ciudadanos a la meta de una vida próspera. Y es aquí donde vale preguntarse ¿ganarán los que apuesten a la integración de las corrientes mundiales y manejen su política con una mentalidad económica global? ¿O se impondrán los que insistan en crear modelos alternativos con la periferia y conduzcan su economía con mentalidad ideológica y política? Como respuesta, vale la pena asomarse en los fenómenos de China, India, Irlanda, Chile y España.

No es que los electores deban preguntarse a cuál país los candidatos prometan acercarlos, sino en que dirección prometen alejarlos de la prosperidad que sueñan.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 
 
© Copyright 2006 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.