Este
es el momento de hacer política, hacer justicia, o hacer
justamente la clase de política que necesita Venezuela.
Convertir el dolor y la rabia en acciones positivas que
transformen la sociedad e instituciones es el mejor tributo que
se le puede hacer a todos los muertos a manos de la violencia.
Romper el círculo de complicidad e impunidad es lo mínimo que
puede ofrecérsele a los familiares. El gobierno, el liderazgo
opositor y la ciudadanía pueden tomar la vía de las
declaraciones a la defensiva, la desconfianza y las
recriminaciones. O pueden unir las energías para resolver el
problema concreto de la ineficiencia y corrupción policial, a la
vez que enfrentan el drama de la cultura de violencia que se ha
disparado en el país.
Las
primeras acciones deben venir del gobierno. Asumir
responsabilidades no es suficiente. El ministro Chacón debe
renunciar como señal de reconocimiento de los errores cometidos
y la lentitud en lograr los cambios anunciados en los sistemas
de seguridad y judicial, a la vez que todos los procesos a
funcionarios policiales deben acelerarse para condenar a los
culpables. El Fiscal no hace mucho con anunciar más de 6 mil
investigaciones abiertas por su despacho, lo que hace falta es
saber cuántos de ellos han sido resueltos. Y tampoco haría daño
que pusiera su cargo a la orden. En la Asamblea la emergencia
para promulgar las leyes anti-extorsión y anti-secuestro, junto
a la polémica Ley de Policía Nacional, debe abrirse a los
sectores que no están representados. Y el presidente tiene que
hablar sobre este drama sin culpar a la oposición ni esconder su
responsabilidad detrás de teorías conspirativas. Chávez ha usado
el odio como herramienta política y el esquivar
responsabilidades como estrategia. Si cree ser el líder que dice
ser, ahora es el momento de hacer su trabajo para todos los
venezolanos y por primera vez medir el peso que han tenido sus
palabras.
Pero la gente también debe actuar. Movilizarse y presionar para
obligar a acciones concretas. Miles de personas en la calle
diciéndole a los delincuentes que Venezuela no tolera la
violencia y está dispuesta a hacerles frente es una señal que no
se esfumará en vano. Igualmente puede ser el inicio de una
reflexión más profunda sobre el tipo de sociedad que hemos
construido y los valores que compartimos. Un país con más de 10
mil homicidios al año, 97% de ellos con armas de fuego y al
menos la mitad producto de problemas personales, es una nación
que ha perdido su tejido vital, sus capacidad de comunicarse y
donde no se valora la vida. La violencia no es solo muerte a
manos del hampa, es una actitud que modela nuestras relaciones y
se alimenta en una centrífuga. Desde golpear en casa a mujeres y
niños, a levantar en la calle peinillas y piedras, pasando por
la justificación de muertes o heridos, día a día vamos
construyendo un entramado de relaciones violentas que terminan a
tiros y llantos.
Ya no queremos llorar en vano.
ebravo@unionradio.com.ve
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