Tras
el reinado de Caterina de Medicis puede afirmarse que
ninguna mujer ha ejercido el poder en Francia de manera
plena. Luego, desde el reino de Luis XIII, inicios de la
Ilustración hasta la Revolución francesa, la mujer ejerció
un poder de influencia considerable en el ámbito de las
letras y de la cultura en general. Durante ese tiempo la
sociedad francesa elabora un arte de vida en el que el arte
de la conversación significó la característica principal.
Tomado el principio como un divertimiento, rápidamente fue
adquiriendo el rango de rito que distinguía la sociedad
mundana, y se fue orientando hacia la reflexión filosófica y
científica, y al debate de ideas. Se practicaba códigos de
refinamiento y de buenas maneras y un ideal de perfección
estética que les ganó el apodo de “preciossas ridículas”,
Molière para hacerse la burla de ellas se encargó de
ridiculizarlas en Les femmes savantes. Se forjó de hecho un
espacio de libertad distanciado de la Corte en el que las
mujeres jugaban un papel de `primer orden. Ellas pusieron a
la disposición de filosofos y escritores los salones de sus
palacios. Surgieron así los salones literarios. Se pueden
invocar los nombres de Madame de Lafayete, Madame de Sevigné,
Madame du Deffand, Madame du Chatêlet,
de la cual al morir Voltaire dijo que había perdido su mejor
amigo cuyo único defecto que tuvo es no haber nacido
hombre.
Las mujeres
enfrentaron el terror desatado durante la revolución
francesa. Charlotte Corday decide apuñalar a Marat, el
teórico de la violencia, asqueada de tanto misticismo
asesino. Muchas murieron decapitadas. Desde entonces, se
puede decir que en Francia la mujer ejerció el poder detrás
del trono o ejerció el contrapoder. Es conocida la
influencia de Madame de Gaulle en el estilo austero de la
presidencia de su marido. También el papel de eminencia gris
jugado por Marie-France Garrot en la ascenso al poder de
Jacques Chirac, quien aparentemente no poseía las
condiciones para ello. Es cuando acaece el ciclo que abre
mayo 1968 que irrumpe el movimiento de liberación de la
mujer. La rebelión tiene por objeto arremeter contra la
vetustez del código napoleónico que hasta le negaba a la
mujer casada disponer de una chequera a su nombre. El
presidente de centro-derecha Valery Giscard d’Estaing pondrá
en manos de Simone Veil, magistrada, sobreviviente de un
campo de concentración nazi, la tarea de proponer la ley que
despenalice el aborto, adoptada gracias al voto de la
izquierda. El movimiento de liberación de las mujeres va
creciendo en influencia y va operando cambios radicales n
las mentalidades. El gobierno de Mitterrand incorpora a
cargos ministeriales claves a mujeres, incluso, nombra a
Edith Cresson Primer Ministro, primera mujer en ejercer ese
cargo. El gobierno de Lionel Jospin instaura la ley de la
paridad entre mujer y hombres en los cargos de elegibilidad
política.
Es en este
humus, producto de varios siglos de empeño por aquellas que
la antecedieron surge la figura de Ségolène
Royal. Al igual que Jacques Chirac, Lionel Jospin, Michel
Rocard, Laurent Fabius, ella es egresada de la ENA (Escuela
nacional de administración). Interesada desde sus inicio por
las cuestiones sociales, fue consejera en este rubro de
François Mitterrand. Emprende su carrera política haciéndose
elegir como presidente de una región, cobrando así una
legitimidad política ante su partido y ante toda la clase
política. Desde que anunció la posibilidad de su candidatura
a la presidencia de la República, empleó un discurso que se
caracteriza por una libertad de tono, que de hecho se
contrapone al discurso hiper-ideologico de su propio
partido.
Madre soltera de
cuatro hijos. Ségolène Royal es anti-conformista en la
manera y la justificación de las medidas que propone; y se
le podría tildar de conservadora por el objetivo que
persigue que es el de buscar el bien común de todos, pero
evitando crear rupturas y traumas. Su actitud oscila entre
la voluntad de cambio del cual la sociedad francesa está
consciente y la preservación del sistema. En ese sentido,
ella es una fiel representante de la mentalidad francesa que
es mayoritariamente, de izquierda y de derecha a la vez.
Lo que es cierto
es que tanto Ségolène Royal, como Nicolas Sarkozy, el
posible candidato de la derecha, tienen en común, pertenecer
a una generación que nació después de la segunda Guerra
Mundial, y no comparte los valores de la clase política que
les antecede. Cualquiera de los dos que sea elegido como
presidente significará el fin de lo que en Francia se le
llama la “República monárquica”.
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Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA |