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Ségolène Royal:
entre conservatismo y cambio

por Elizabeth Burgos
viernes, 18 noviembre 2006

 

Tras el reinado de Caterina de Medicis puede afirmarse que ninguna mujer ha ejercido el poder en Francia de manera plena. Luego, desde el reino de Luis XIII, inicios de la Ilustración hasta la Revolución francesa, la mujer ejerció un poder de influencia considerable en el ámbito de las letras y de la cultura en general. Durante ese tiempo la sociedad francesa elabora un arte de vida en el que el arte de la conversación significó la característica principal. Tomado el principio como un divertimiento, rápidamente fue adquiriendo el rango de rito que distinguía la sociedad mundana, y se fue orientando hacia la reflexión filosófica y científica, y al debate de ideas. Se practicaba códigos de refinamiento y de buenas maneras y un ideal de perfección estética que les ganó el apodo de “preciossas ridículas”, Molière para hacerse la burla de ellas se encargó de ridiculizarlas en Les femmes savantes. Se forjó de hecho un  espacio de libertad distanciado de la Corte en el que las mujeres jugaban un papel de `primer orden. Ellas pusieron a la disposición de filosofos y escritores los salones de sus palacios. Surgieron así los salones literarios. Se pueden invocar los nombres de Madame de Lafayete, Madame de Sevigné, Madame du Deffand, Madame du Chatêlet, de la cual al morir Voltaire dijo que había perdido su mejor amigo cuyo único defecto que tuvo es no haber nacido hombre. 

Las mujeres enfrentaron el terror desatado durante la revolución francesa. Charlotte Corday decide apuñalar a Marat, el teórico de la violencia, asqueada de tanto misticismo asesino. Muchas murieron decapitadas. Desde entonces, se puede decir que en Francia la mujer ejerció el poder detrás del trono o ejerció el contrapoder. Es conocida la influencia de Madame de Gaulle  en el estilo austero de la presidencia de su marido. También el papel de eminencia gris jugado por Marie-France Garrot en la ascenso al poder de Jacques Chirac, quien aparentemente no poseía las condiciones para ello. Es cuando acaece el ciclo que abre mayo 1968 que irrumpe  el movimiento de liberación de la mujer. La rebelión tiene por objeto arremeter contra la vetustez del código napoleónico que hasta le negaba a la mujer casada disponer de una chequera a su nombre. El presidente de centro-derecha Valery Giscard d’Estaing pondrá en manos de Simone Veil, magistrada, sobreviviente de un campo de concentración nazi, la tarea de proponer la ley que despenalice el aborto, adoptada gracias al voto de la izquierda. El movimiento de liberación de las mujeres va creciendo en influencia y va operando cambios radicales n las mentalidades. El gobierno de Mitterrand incorpora a cargos ministeriales claves a mujeres, incluso, nombra a Edith Cresson Primer Ministro, primera mujer en ejercer ese cargo. El gobierno de Lionel Jospin instaura la ley de la paridad entre mujer y hombres en los cargos de elegibilidad política.

Es en este humus, producto de varios siglos de empeño por aquellas que la antecedieron surge la figura de Ségolène Royal. Al igual que Jacques Chirac, Lionel Jospin, Michel Rocard, Laurent Fabius, ella es egresada de la ENA (Escuela nacional de administración). Interesada desde sus inicio por las cuestiones sociales, fue consejera en este rubro de François Mitterrand. Emprende su carrera política haciéndose elegir como presidente de una región, cobrando así una legitimidad política ante su partido y ante toda la clase política. Desde que anunció la posibilidad de su candidatura a la presidencia de la República, empleó un discurso que se caracteriza por una libertad de tono, que de hecho se contrapone al discurso hiper-ideologico de su propio partido.

Madre soltera de cuatro hijos. Ségolène Royal es anti-conformista en la manera y la justificación de las medidas que propone; y se le podría tildar de conservadora por el objetivo que persigue que es el de buscar el bien común de todos, pero evitando crear rupturas y traumas. Su actitud oscila entre la voluntad de cambio del cual la sociedad francesa está consciente y la preservación del sistema. En ese sentido, ella es una fiel representante de la mentalidad francesa que es mayoritariamente, de izquierda y de derecha a la vez. 

Lo que es cierto es que tanto Ségolène Royal, como Nicolas Sarkozy, el posible candidato de la derecha, tienen en común, pertenecer a una generación que nació después de la segunda Guerra Mundial, y  no comparte los valores de la clase política que les antecede. Cualquiera de los dos que sea elegido como presidente significará el fin de lo que en Francia se le llama la “República monárquica”.

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  Artículo publicado originalmente en el semanario ZETA

 
 
 
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