Que
antojadizas las palabras, siempre diciendo algo más de lo que
podemos entender a simple vista u oído. Pongamos el ejemplo de
sufragio, tan en boca de todos y desfilando sobre el papel
impreso en estos tiempos. La Real Academia la relaciona con
voto, que se define como gesto, papeleta u otro objeto con el
cual se expresa una preferencia. La palabra nos llega del latín
suffragare y lo realmente curioso está en su etimología
tal y como nos la explica la página elcastellano.org: viene de
la unión del prefijo sub con la raíz prehistórica
bhreg que significa “fragmento” o “frágil”.
Resulta ser que en sociedades antiguas el voto era expresado con
pedazos de vasijas rotas, con el consiguiente riesgo de que los
trozos se rompieran y el voto se duplicara. Dice la misma página
web que algunos estudiosos piensan que en realidad esa raíz se
refiere a la costumbre de algunos guerreros, quienes expresaban
su voluntad golpeando sus lanzas como si las fuesen a romper.
Total, desde sus orígenes los sistemas de votación han sufrido
cierta debilidad estructural que permite multiplicar voluntades
si no se manejan con cuidado. No soy etimólogo, pero alguna
relación histórica debe haber entre fraude y sufragio. Ambas
palabras al menos comparten cuatro letras.
Debe haber una ley universal de la fragilidad que sostenga lo
siguiente: al poder solo le preocupa la debilidad del sistema
cuando este no juega a su favor. Según nos recordó Oscar Medina
en El Universal el pasado domingo 28 de mayo, ante las
elecciones presidenciales venezolanas de 1998, el Polo
Patriótico que apoyaba a Hugo Chávez advertía sobre la
manipulación del Consejo Supremo Electoral y anunciaban un
fraude electrónico en conjunción con un padrón electoral amañado
para arrebatarle así la victoria al teniente coronel. Asuntos de
la circularidad de la vida, aquellas palabras son muy similares
al clamor de la oposición venezolana de cara a las elecciones
del 3 de Diciembre. En aquel entonces los chavistas denunciaban
el control de Acción Democrática sobre las elecciones, y ahora
no solo los adecos acusan al CNE de blindar los comicios a favor
del gobierno. Los que una vez quebraron sus lanzas por
elecciones transparentes y correctamente auditadas, ahora
cierran filas cuando escuchan las mismas palabras desde la acera
de enfrente.
Quizás sea el momento de acuñar una nueva palabra: sufrito. Esto
sería el sufrimiento que genera sentirse frito con tener que
votar envuelto en tanta desconfianza. El neologismo nos
permitiría desarrollar el concepto de “sufritanga a pero lento”,
que sería el proceso de cocción de unos resultados, que si bien
podrán contar con el aval de los observadores internacionales,
estarían acompañados de una larga lista de peros que
convertirían el acta final en un trozo de arcilla oficial.
Si
alguna vez Hugo Chávez se llenó de barro las botas en sus años
de paracaidista, de ganar otras elecciones de frágil legitimidad
estaría caminando sobre botas de barro.
ebravo@unionradio.com.ve
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