Este
año incumplí todas las resoluciones que con tanta seriedad me
prometí el pasado 31 de diciembre, y quizás por ello, el balance
de este 2005 lo ubica en la categoría “suave y sabroso”. Menos
mal, porque hay años que no son así y más bien califican para el
tipo “menos mal que se acabó”, es decir, años cuesta arriba y
accidentados que si bien la distancia le va borrando sus peores
filos, mejor es tirarlos en un baúl y botar la llave.
Afortunadamente hay esos otros años plenos e inolvidables a los
que consentimos en el recuerdo como los mejores de nuestras
vidas y que nos lanzan llenos de esperanza al mes de enero. Son
esos años cuando los días pasan ligeros y es fácil sonreír.
¡Vaya costumbre
esta de guardar, pesar y etiquetar el tiempo en cajones
mensuales! En realidad, el tiempo es lo más parecido a un gas, o
robándole una imagen a Fito Páez, es un efecto fugaz. Aún cuando
pareciera que aquella cuesta de 12 meses a pleno sol duró mucho
más que esos otros 365 días que pasaron como un suspiro, la
verdad es que tuvieron la misma duración que les dictó el sol.
Claro, no es lo mismo un minuto sentado sobre una estufa que
estando en brazos del ser amado, pero a lo que voy es que si
bien subjetivamente hay tiempos más largos que otros, poco
importa cuando los dejamos atrás y se convierten en materia del
recuerdo. Total, ya no los tenemos. Se fueron haciendo
fiiissss hacia el pasado.
Algo similar
ocurre con el año que comienza. Todo un misterio, una
incertidumbre que nos llena de expectativas, que si a ver vamos,
son proyecciones de lo que llevamos por dentro, es decir, pura
elaboración mental. El globo del futuro lo podemos llenar de gas
por venir, pero nada nos puede asegurar que efectivamente
despegará según lo planeado, o más aún, que no se reventará en
el momento menos pensado. Podemos desear, imaginar y prepararnos
para ese vuelo que nos espera, pero lo cierto es que no podemos
vivir un año por adelantado.
Lo que nos deja
con estos días bisagra que funcionan como un rito para cerrarle
la puerta al año pasado y abrírsela al que viene. Días que
sirven para despojarnos del equipaje innecesario y abrir espacio
a lo que vendrá. ¿Qué tal si entre las resoluciones para 2006
nos proponemos vivir un día a la vez? No me refiero a pensar que
no hay mañana y tirar los planes por la borda, sino más bien, a
dejar que todo aquello que nos pasó en 2005 se desinfle y que
todo aquello que nos pasará tome forma en su momento. Disfrutar
el presente sin las anclas del pasado y las presiones del
futuro.
¿Qué tal vivir
el próximo año en el ahora, en el día de cada día?. que si a ver
vamos, es lo único que realmente tenemos entre manos.
ebravo@unionradio.com.ve