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A quien pueda interesar 
por Eli Bravo
jueves, 19 mayo 2005

 

Tengo un amigo que dos veces al año piensa en lo que le gustaría hacer y no está haciendo, pues en su vida ha hecho lo que ha podido pero no exactamente lo que ha querido. Es como un círculo que ya no es vicioso, pues más que adicción, lo que le produce es una tibia tristeza que a ciertas horas del día se acerca a la depresión, más no llega nunca a serlo, pues mi amigo es feliz con lo que hace, solo que aquello que le gustaría hacer, y él llama a eso entregarse, no es exactamente lo que está haciendo en su día a día. ¿Me explico?

            Advierto al lector: lo que sigue no es noticioso, útil o trascendente. Si está buscando crónica u opinión, pase a la siguiente columna que seguro estará llena de buenos datos, denuncias, advertencias y frases inteligentes. Hoy lo que traigo es una simple radiografía de mi amigo a quien se le ve una sombra en el corazón. El médico dice que no es nada, pero él siente un sólido vacío cada vez más grande. El psicólogo le dice que tiene una confusión vocacional, pero él cree saber lo que quiere y porque no lo tiene. Sus compañeros de trabajo le dicen que ya está viejo para conflictos existenciales y él piensa que el alma no tiene edad ni abecedario para explicar sus penas.

Lo que mi amigo desea hacer es escribir, asunto sencillo y que aprendemos en la primaria, pero lo suyo va más allá: el desea vivir para escribir. Me gusta como evita decir “escribir para vivir”, pues el oficio, además de mal remunerado, significa para él algo artístico, o incluso podría decir, apasionado. Acá es donde se confabulan las trampas, pues entre las obligaciones económicas, el miedo a la página en blanco, las dudas sobre su talento y los desvíos que presenta la vida, mi amigo ha logrado esquivar el llamado de su voz. Por eso está haciendo otra cosa, para distraerse en el camino.

Quizás el lector conozca gente así: soñaron un día con hacer algo y se despiertan cada mañana más lejos de intentarlo. Esto vale para escribir, pintar, sembrar tomates, tener hijos, hacer películas, navegar, amasar pan o cocinar. Claro que hay gente capaz de negociar consigo mismo estas traiciones y cuando llega la vejez ya olvidaron lo que alguna vez los emocionaba. Hay otros que se resignan dignamente y algunos se remojan en realismo al decir que esas eran cosas de muchacho y que con pasiones no se hace mercado. También hay gente como mi amigo: no se sienten frustrados, pero sienten que el mientras tanto se está haciendo eterno y que el futuro pospuesto se va diluyendo hasta perder sabor.

Claro que hay otra gente a quien estos rollos le son ajenos, e incluso, les parecen una pérdida de tiempo. Creo que conozco a dos que son honestos al hablar de si mismos al respecto.

La verdad, me gusta conversar con mi amigo cuando le entran estos humores. Es como bucear en las preguntas que a veces nos hacemos. No me atrevo a darle consejo, a lo sumo, le invito un trago y nos paseamos una vez más por el círculo que ambos conocemos.

También, a veces, me veo en ese espejo y guardo silencio.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 
 
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