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El tren a Hong Kong 
por Eli Bravo
jueves, 10 noviembre 2005

 

Cualquiera que se canse de Londres está cansado de la vida, dijo en una oportunidad Samuel Johnson, el genio empresarial quien asumió en 1967 las riendas de la firma S.C. Johnson and Sons, Inc. para expandir 40 veces el tamaño de la compañía y así perfumar salas de baño en más de 100 países con Glade. Johnson fue uno de los adalides de la globalización y por ello The Economist, revista con ciudadanía londinense y una de las más vendidas en el globo, lo parafrasea para dictaminar que cualquiera que esté cansado de la globalización, está cansado de la vida.

            Porque así es la vida: la globalización es una ola con inmenso poder transformador que ha revolucionado, en el mejor sentido del término, la vida de sociedades enteras para mejor y peor. Como fenómeno es indetenible, y como oportunidad es tentadora. China, India, Chile y Brasil han sido los países que más recientemente han experimentado el impulso desarrollador de la apertura de mercados y el poder transformador del capital. Cada uno, a su manera, ha sabido aprovechar sus fortalezas para jugar en el escenario mundial y sacar a sus ciudadanos de la pobreza, recurriendo más a la acción que a la retórica. Porque en el juego global, más que los discursos, importan las realidades.

            El próximo mes se iniciarán en Hong Kong las nuevas conversaciones de la Ronda de Doha para lograr la liberalización de los mercados, un proceso que la Organización Mundial del Comercio inició en 2001 en Qatar y que actualmente se encuentra en la cuerda floja por los intereses nacionales ante temas tan sensibles como subsidios agrícolas o los impuestos a la manufactura. El round  de los 148 países en Hong Kong promete ser a 15 asaltos. La reunión precedente en 2003 en Cancún terminó sin mayores acuerdos luego de 4 días en los que las mismas quejas al ALCA llenaron el ambiente: los países ricos piden mucho y ofrecen poco. Actualmente los países en desarrollo representan dos terceras partes de la OMC y van con una clara conciencia de sus capacidades y necesidades. Además, sus ciudadanos están frustrados con algunas consecuencias de la globalización y tienen poca paciencia ante sus gobiernos. Todas las naciones tendrán que hacer un esfuerzo, porque apostar al fracaso es escupir para arriba; un mundo de economías cerradas, inequitativas y centralizadas es caldo de cultivo para la pobreza.

            Venezuela tendrá una tribuna para seguir pregonando su socialismo del siglo XXI y seguramente tendrá centimetraje, de la misma manera que el show de la contracumbre llamó la atención mundial con su retórica incendiaria. Pero más allá hay una realidad donde la mayoría de los países quieren mejor comercio y unas economías de mercado eficientes y justas, que no es lo mismo a lanzar arengas anti-capitalistas a las tribunas.

Puede ser que el resultado para Venezuela en Hong Kong se parezca a lo sucedido en Mar del Plata; la nación marchando a todo tren, sola por la vía, a contramarcha de la historia.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 
 
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