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Gente bomba 
por Eli Bravo
jueves, 4 agosto 2005

 

Theodore “Dutch” Van Kirk recuerda que al ver Hiroshima la clara mañana del 6 de agosto de 1945 pensó “ahí está el blanco, ahora bombardeemos la maldita cosa”. Minutos después el Enola Gay brincó al liberar los 40 mil kilos que llevaba a bordo, y con un giro a la derecha, se alejó a toda velocidad. En la barriga del avión Morrison “Dick” Jepson, quien se había arrastrado sobre la bomba para activar manualmente el sistema de lanzamiento, contaba los 43 segundos que le tomaría en llegar a 500 metros sobre la ciudad para estallar con todo su poder. A los 45 pensó que la misión había fracasado, pero al sentir la onda expansiva entendió que había contado muy rápido por la emoción. Ambos soldados todavía piensan que hicieron lo correcto. 140 mil personas murieron y nueve días después terminó la Segunda Guerra Mundial.

          Sunao Tsuboi era un estudiante de 20 años que caminaba a un kilómetro del lugar del impacto. La explosión lo lanzó 10 metros más allá, quemando la mayor parte de su cuerpo. Es lo que llaman los japoneses un Hibakusha, una víctima de la radiación. Hoy en día le preocupa ver como Japón retoma la carrera armamentista y ante la amenaza de Korea del Norte debate la posibilidad de adquirir armas atómicas.

         Carlos Santana tocó su guitarra en Hiroshima el pasado 2 de agosto en “una misión para detonar la paz”, pero no todos en la ciudad compartían su mensaje anti-bélico: el 27 de junio el activista de derecha Takeo Shimazu vandalizó el memorial a las víctimas de la bomba, molesto por la frase que dice “descansen en paz, no repetiremos el mismo error”. Con un martillo y un cincel destruyó la palabra error, pues para este joven de 27 años, Japón no tiene nada de que arrepentirse.

Hitomi Kamanka será una de las 50 mil personas que desfilará frente a este monumento para conmemorar los 60 años de la bomba. Pero su preocupación no está en el pasado, sino en las explosiones por venir. En su film “Hibakusha, el fin del mundo” revela los efectos de la radiación en los niños iraquíes expuestos a las 320 toneladas de armas con uranio empobrecido que Estados Unidos usó en la Guerra del Golfo de 1991.

Hassan Rowhani piensa que nuclear no es igual a muerte. Como negociador de Irán ante Europa, hace unos días declaró que la reanudación del enriquecimiento de uranio de su país no es negociable “a pesar de las amenazas del Consejo de Seguridad de la ONU”. Los iraníes dicen que esa energía encenderá los bombillos de sus ciudades. EE.UU. y Europa, que ya tienen sus arsenales, temen el surgimiento de otra potencia nuclear.

         El Dr. Harold Agnew trabajó en el laboratorio Los Alamos para el proyecto Manhattan y voló aquel 6 de agosto en un B-29 de observación científica que acompañó al Enola Gay. Al jubilarse, las tres cuartas partes del arsenal estadounidense se había fabricado bajo su tutela. A sus 85, está orgulloso de su legado al mundo.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 
 
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