El amor es
precisamente aquello que es ilógico, y las historias de amor,
mientras más enrevesadas, más fascinantes. Cuando era presidente
de Venezuela, Jaime Lusinchi invitó a Gabriel García Márquez al
palacio presidencial y en mitad de la recepción alzó la voz para
anunciarle a su amante, al otro lado del salón “¡Blanca, Gabo
nos dedicó El amor en los tiempos del Cólera!”. El desparpajo
del pediatra de Clarines soltó risas nerviosas entre los
asistentes: todos sabían quien llevaba los pantalones en
Miraflores. La vida privada de Lusinchi tuvo nefastas
consecuencias para los destinos públicos de la nación.
¿Tiene vida privada un funcionario
público? Para efectos del periodismo si, pero hay algunos
matices. El Consejo de Europa establece entre los principios
éticos de la profesión que “se
respetará el derecho de las personas a su propia vida íntima.
Las personas que tienen funciones en la vida pública tienen el
derecho a la protección de su vida privada, salvo en los casos
en que ello pueda tener incidencias sobre la vida pública” y la
Comisión Interamericana de los DDHH al referirse a la libertad
de expresión aclara que “los funcionarios públicos están sujetos
a un mayor escrutinio por parte de la sociedad”.
Era cuestión de tiempo que se hiciera público el
romance entre la periodista Isabel González, co-presentadora del
programa Aló Ciudadano y el Ministro de Información de
Venezuela, Andrés Izarra. Los dos figuras públicas: ella como
rostro de la crítica al gobierno, él como la cabeza visible de
la
propaganda oficial. A primera lectura ambos podrían ser agua y
aceite. Un ojo más capcioso podría ver tramas conspirativas,
manipulación o hambre de poder. Pero también cabe una
explicación más sencilla, y me parece, más humana: en los
terrenos del amor las diferencias se suavizan y una cosa es la
retórica y otra la erótica. Que la relación mediática de la
periodista y el ministro haya derivado una relación íntima entre
hombre y mujer nos puede mostrar como, a pesar de la
polarización que se ha inyectado a la sociedad venezolana,
existe un tejido que ningún discurso, ideología o política puede
desgarrar. Respetarlo es construir el ambiente de libertad que
merecemos.
Ya se ha anunciado la boda. La mujer que fustigó con
belleza y elegancia al gobierno será esposa del hombre que mandó
al diablo a la prensa internacional. Ella renunció al programa
de TV (públicamente agradeció el respeto de sus compañeros) y él
no ha emitido comunicado alguno ¿Verá Isabel con otros ojos la
revolución? ¿Reflexionará Andrés sobre sus destempladas
declaraciones? Y lo más importante ¿Serán capaces la opinión
pública, los medios, el gobierno y la oposición, de respetar las
decisiones de estos dos individuos? Una historia de amor que le
tomará la temperatura a la madurez y tolerancia de los
venezolanos.
ebravo@unionradio.com.ve
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