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Decisiones, ¡Ave María! 
por Eli Bravo
viernes, 1 julio  2005

 

El amor es precisamente aquello que es ilógico, y las historias de amor, mientras más enrevesadas, más fascinantes. Cuando era presidente de Venezuela, Jaime Lusinchi invitó a Gabriel García Márquez al palacio presidencial y en mitad de la recepción alzó la voz para anunciarle a su amante, al otro lado del salón “¡Blanca, Gabo nos dedicó El amor en los tiempos del Cólera!”. El desparpajo del pediatra de Clarines soltó risas nerviosas entre los asistentes: todos sabían quien llevaba los pantalones en Miraflores. La vida privada de Lusinchi tuvo nefastas consecuencias para los destinos públicos de la nación.

            ¿Tiene vida privada un funcionario público? Para efectos del periodismo si, pero hay algunos matices. El Consejo de Europa establece entre los principios éticos de la profesión que  “se respetará el derecho de las personas a su propia vida íntima. Las personas que tienen funciones en la vida pública tienen el derecho a la  protección de su vida privada, salvo en los casos en que ello pueda tener incidencias sobre la vida pública” y la Comisión Interamericana de los DDHH al referirse a la libertad de expresión aclara que “los funcionarios públicos están sujetos a un mayor escrutinio por parte de la sociedad”.

            Era cuestión de tiempo que se hiciera público el romance entre la periodista Isabel González, co-presentadora del programa Aló Ciudadano y el Ministro de Información de Venezuela, Andrés Izarra. Los dos figuras públicas: ella como rostro de la crítica al gobierno, él como la cabeza visible de la propaganda oficial. A primera lectura ambos podrían ser agua y aceite. Un ojo más capcioso podría ver tramas conspirativas, manipulación o hambre de poder. Pero también cabe una explicación más sencilla, y me parece, más humana: en los terrenos del amor las diferencias se suavizan y una cosa es la retórica y otra la erótica. Que la relación mediática de la periodista y el ministro haya derivado una relación íntima entre hombre y mujer nos puede mostrar como, a pesar de la polarización que se ha inyectado a la sociedad venezolana, existe un tejido que ningún discurso, ideología o política puede desgarrar. Respetarlo es construir el ambiente de libertad que merecemos.

            Ya se ha anunciado la boda. La mujer que fustigó con belleza y elegancia al gobierno será esposa del hombre que mandó al diablo a la prensa internacional. Ella renunció al programa de TV (públicamente agradeció el respeto de sus compañeros) y él no ha emitido comunicado alguno ¿Verá Isabel con otros ojos la revolución? ¿Reflexionará Andrés sobre sus destempladas declaraciones? Y lo más importante ¿Serán capaces la opinión pública, los medios, el gobierno y la oposición, de respetar las decisiones de estos dos individuos? Una historia de amor que le tomará la temperatura a la madurez y tolerancia de los venezolanos.

ebravo@unionradio.com.ve 

 
 
 
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