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Chavismo,
estalinismo
y
degradación
por Daniel Romero Pernalete
jueves, 31
agosto
2006
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Algún
desarreglo hormonal debió presidir el discurso del Alcalde
Mayor en el Teresa Carreño. Fue un espectáculo de una
crueldad infinita. De una cobardía sin límite. De un cinismo
baboso y frío. Inédito en Venezuela.
Fue repugnante el empeño del Alcalde Mayor por hacer
pedazos, a fuerza de insultos e insinuaciones, la reputación
de un par de jóvenes alcaldes mil veces más eficientes que
él. Más degradante aún fue la conducta de la jauría de
secuaces que se hizo eco de las ofensas y coreó cada
latigazo del agresor.
No es de valientes atacar sin riesgo. Emboscar desde el
poder. Sacar ventaja del estado de indefensión del otro. Y
cobarde es también quien humilla en cambote. Oculto en el
anonimato de la turba. Tocado, en sus más bajos instintos,
por una lengua vil y depravada.
La actuación del Alcalde Mayor destiló un cinismo sin
atenuantes. El funcionario habló contra el fascismo, pero
actuó como fascista. Habló en nombre del pueblo, pero lo
irrespetó de palabra y de hecho. Habló de tolerancia y de
participación, pero condujo en dirección opuesta.
Crueldad, cobardía y cinismo marcaron la agenda de aquella
jornada. Por allí puede sacarse la catadura emocional y
moral del orador y su auditorio. Por si fuera poco, el
Alcalde Mayor desnudó públicamente su concepción totalitaria
del poder.
Anticipó, para los agraviados, sentencias que los tribunales
no han dictado. Anunció caprichosas medidas contra garantías
y derechos consagrados en la Constitución. Secuestró el
derecho a disentir. Y (¡como si hiciera falta!) se declaró
estalinista. Cerró su faena repartiendo escupitajos y
bofetadas, como cualquier damisela de botiquín.
Hasta aquí el evento provoca nauseas. Lo que vino después
produce lástima. Nada de condenas ni de enmiendas. La locura
de uno de los maromeros consentidos de Hugo Chávez sigue
suelta. El resto de la troupe prefiere hacer mutis.
Efectivamente, por ahí anda el Fiscal General, toreando
reporteros para no emitir una opinión que irrite al dueño
del circo. Más allá pace el Defensor del Pueblo, haciendo
gala de su proverbial estulticia para no decir nada. Y un
poco más allá, un dirigente del partido de gobierno remite a
un comité el estudio del caso. Como si compartir boinas los
obligara a chapotear en el mismo estercolero.
Hay, sin embargo, algo más preocupante que los desajustes
glandulares de un funcionario de elevado rango y de bajo
vuelo. Más preocupante que el indigno silencio de los
representantes de los poderes públicos. Más preocupante que
la mudez que impone el miedo a Chávez. Es el nivel de
degradación al que ha llegado el chavismo de base.
Un discurso como el del Alcalde Mayor sólo puede encontrar
receptividad y apoyo en estructuras mentales modeladas por
la humillación permanente, por los resentimientos reciclados
y la habituación al verbo soez; por la historia deformada y
las limosnas por pagar; por las mentiras repetidas y las
ignorancias bien abonadas.
Durante los últimos días, Venezuela ha experimentado la
deplorable conjunción de un alto funcionario embrutecido por
el poder, una masa peligrosamente fanatizada, y un entorno
en avanzado estado de descomposición… Es una especie de
avance del socialismo del Siglo XXI.
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |
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