Los
dos candidatos cerraron sus campañas. Ambos comandos
quisieron dar las últimas demostraciones de fuerza. La
asistencia a los eventos, sin duda, ha llenado las
expectativas de cada sector… Pero muchas veces la fuerza no
puede medirse en números.
Puede que en
las concentraciones de cada aspirante se haya congregado un
número parecido de cuerpos. Pero no el mismo número de
almas. No fue igual la pasión y el entusiasmo. Cuestión de
calidad, podría decirse.
Con Rosales
andaba un mar de personas en cuerpo y alma, manifestando
con entusiasmo su adhesión a una posibilidad de cambio. Con
el otro andaba un río de cuerpos, pero no de almas. La
mitad, por lo menos, de los asistentes a sus actos ni
siquiera prestaban oídos a los gritos destemplados de
Chávez. Las imágenes televisivas eran elocuentes.
Rosales
navegaba en un mar multicolor y espontáneo de trajes y
banderas. El otro se paseaba sobre pozos de uniformados
cuerpos rojos, obligados a agitar la misma banderita y a
repetir las consignas de siempre. La encarnada monocromía
provocaba bostezos.
Con Rosales
estaban un montón de personas que, venciendo amenazas y
restricciones del gobierno, llegaban por sus propios medios
para juntar su esperanza con miles de esperanzas. Con el
otro estaba un montón de cuerpos, desanimados muchos,
transportados, para hacer bulto, desde apartadas regiones
del país.
Hace ya
varias semanas que se han venido humillando a mucha gente,
obligándola a esconder sus preferencias detrás de una
franela roja, a ocultar sus pareceres debajo de una gorrita
colorada, a agitar una bandera impuesta, a corear consignas
que no sienten.
Desde que el
Ministro de Energía y Presidente de PDVSA, violando
preceptos constitucionales, declaró que la empresa petrolera
era "roja, rojita" para subrayar su sumisión a los caprichos
de Hugo Chávez, se ha desatado una fiera competencia entre
organismos oficiales para ganarse la caricia del amo.
El SENIAT
fue declarado "rojo, rojito". La Fuerza Armada también. Más
de una gobernación o alcaldía ha hecho lo mismo. Sobran los
aduladores de distinto tamaño que ha declarado que ésta o
aquella institución es "roja, rojita"
Pero el
rojismo tiene sus bemoles. Mucha gente, es cierto, se viste
de "rojo, rojito" para manifestar su sincera devoción por
Hugo Chávez… Pero también hay mucha gente que se viste de
"rojo, rojito" para preservar su puesto de trabajo. O para
conservar la beca. O para acceder al crédito… Y Chávez lo
sabe. Y lo sabe su comando de campaña.
A Chávez
seguramente le preocupa lo que esas persona hagan cuando
estén "solas, solitas", frente a la máquina de votación
¿Qué hará
cuando esté "solo, solito", frente a una máquina de
votación, el funcionario público que quiere respetar las
normas y es obligado a violarlas para complacer los dañinos
delirios de Hugo Chávez? ¿Y qué hará el desempleado del
barrio que es obligado a arriesgar su vida en viajes
inseguros para nutrir los aburridos mitines de Chávez?
¿Qué hará
cuando esté "solo, solito", frente a una máquina de
votación, el estudiante que ha debido adoptar ideologías con
las que no comulga para acceder a una universidad o a una
beca? ¿Y qué hará la madre que tiene que embutirse en su
franela roja para recibir la dádiva indignante del gobierno?
Por eso se
engaña quien hoy pregone que tiene las cuentas electorales
"claras, claritas".
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |