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Nuestro patrimonio emocional
por Daniel Romero Pernalete  
jueves, 27 julio 2006

 

La riqueza del país se hizo sal y agua en las manos de Hugo Chávez y su banda de pillos. Han dilapidado unos 470 mil millones de dólares. Los consumió un Estado voraz, un gobierno irresponsable y un presidente megalómano y paranoico.

El perjuicio causado al patrimonio económico de los venezolanos es inmenso. Mayor es, sin embargo, el daño producido contra el patrimonio emocional y espiritual de nuestra gente. Ese despojo no es cuantificable. Simplemente se percibe y se padece.

Nos robaron, por ejemplo, la alegría. Una angustia grisácea se ha instalado en nuestro tiempo. Aflige el empleo que escasea y la delincuencia que abunda. El salario que se encoge. Los hijos que cruzan fronteras en busca de futuro. La sensación de estar vigilado desde cualquier software. O amenazado desde cualquier resentimiento.

Nos robaron la paz. Es un enemigo quien no piensa como el líder ordena. La convivencia ha sido demolida. Nos empujan a una guerra en la que nadie gana, como en todas las guerras. La turbación y las pasiones han desplazado al sosiego y la tranquilidad. La violencia se ha enseñoreado en la calle y en el ánimo.

Nos robaron el entusiasmo. Achataron los desafíos personales. Minaron los caminos para el crecimiento profesional. Prostituyeron la academia. Se impuso la medianía. La igualación hacia abajo. Bombardean la iniciativa individual… Uno termina por sentirse dueño de nada.

Nos robaron la confianza. En las leyes y en la justicia. En los poderes públicos. En los procesos eleccionarios. En la palabra de los gobernantes y de los dirigentes. En los cuerpos policiales y en la Fuerza Armada. En los aliados de hoy. En el vecino de siempre. Nos han venido convirtiendo en islas
.

Nos robaron la dignidad. Domestican a los desamparados con dádivas miserables. Arrodillan al adversario para que reciba la hostia de un perdón condicional. Ofrecen supervivencia política a cambio de silencio. Amarran conciencias en el botalón de algún carguito público. El chantaje y el chanchullo son políticas de Estado.

Nos robaron la ilusión. Clausuraron los sueños de legítimo progreso individual. Han ido matando la esperanza de levantar a una familia a base de esfuerzos transparentes. De acceder a un trabajo digno y bien remunerado. De vivir una infancia desenfadada, una madurez sin carencias y una vejez sin sobresaltos. Las aspiraciones ahora las administra el Estado.

Nos están robando la libertad. Quieren cortarnos las alas a punta de leyes arbitrarias y de juicios sesgados. Pretenden enjaular las ideas. Secuestrarnos la voz. Someter el arte. Reglamentar la imaginación. Transformar a Venezuela en un enorme redil donde se resguarde nuestra resignación.

Nos están robando el futuro. Lo cubrieron de hollín y herrumbre. Ofrecen un proyecto que ya fue reprobado por la historia. Un sistema autoritario y casi religioso en el cual está prohibido utilizar la testa, como no sea para ponerse una boina roja. Un modelo en el cual desdecir al ungido es una herejía. Un esquema en el cual la vida de las personas es propiedad del Estado.

Reconstruir la estructura emocional y espiritual del venezolano va a ser dura tarea. Más ardua quizás que recuperar la economía o rescatar el Estado.

 *

  Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente (Venezuela)

 
 
 
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