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Coplas, revolcones y rebuznos
por Daniel Romero Pernalete  
jueves, 6 julio 2006

 

El fin justifica los medios, escribió Maquiavelo hace cinco siglos. La cuestionable sentencia parece inspirar la conducta de quienes hoy abusan del poder en Venezuela. Quieren mantenerlo a toda costa. Y no escatiman estupideces para tal efecto.  

El miedo les ha venido arrugando la sindéresis. Y van de ridículo en ridículo, sin poder ocultar el desespero. Provocando risa y lástima.

 

Pásese revista al último show de Hugo Chávez.

 

Como su discursito rosa no se lo creyó ni el espejo, el domingo 22 buscó el aplauso recitando coplitas amarillentas y zapateando sin orden un  joropo.  Su infantil presentación concluyó gritando unos cursilísimos versos, de su propia inspiración, dedicados a su abuela. Si la pobre señora hubiera estado viva, se muere de la pena.

 

Luego vino lo de siempre: el insulto y la descalificación. Pero tuvo un desliz. Se burló de los Frijolitos, como llama despectivamente a sus contrincantes electorales. Olvidó que el último de los Frijolitos (quien lo llamó gallina y lo tildó de asesino), es hoy su embajador en la ONU.

 

La siguiente bufonada tuvo que ver con su frustrado intento de asaltar el Consejo de Seguridad de la ONU. Allí lo revolcaron. Y quiso hacer del revolcón una victoria.

 

Señaló, en efecto, que el objetivo había sido causarle daño al imperio. Y que se había logrado. De tal forma que su plan era fastidiar a Bush. Era mentira   aquello de convertirse en la voz de los oprimidos. Además de necio, el tipo es falso.

 

Necias y falsas fueron también las declaraciones del descerebrado canciller, quien enseguida salió a cacarear la victoria moral (excusa de perdedores) del régimen chavista en la ONU. Como un boxeador que termina con un ojo morado, la nariz fracturada y un diente menos, pero se declara ganador sentimental.

 

La ronda de payasadas continuó. Hugo Chávez, experimentado correlón, negó la posibilidad de debatir públicamente con el otro candidato. El despilfarro, la incapacidad y la corrupción que han caracterizado los ocho años de gobierno chavista no aguantan el escrutinio público.

 

Como todo cobarde que se respete, Chávez inventó una excusa para eludir el reto: el oponente no le da la talla. Como si se tratara de quien grita más duro o dice los más gruesos insultos. De quien tiene más real o echa más plomo. Como si no se tratara de comparar proyectos y medir realizaciones.

 

Un lamesuelas de oficio se apresuró a refrendar el discurso del amo, señalando que un debate entre Chávez y Rosales sería una pelea de burro contra tigre. Lo que no dijo fue quién era qué. La gracia se le convirtió en morisqueta.

 

La gente descubre fácilmente quien se acerca más al burro. Y piensa en quien rebuzna continuamente por pretender saberlo todo. En quien, sin digerir ninguno, mezcla socialismo con cristianismo y con bolivarianismo. En quien,  a propia confesión, lleva ocho años aprendiendo a gobernar y no lo ha logrado.

 

Se acerca más al burro quien dispara coces cada vez que se altera. Quien ha hecho del patear a los otros una forma de vida.   Quien ofrece su lomo para llevar la carga de un socialismo putrefacto y de un terrorismo cruel e inhumano.

 

Definitivamente, Chávez y su gente no saben gobernar… pero entretienen.

 

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  Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente (Venezuela)

 
 
 
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