Para
formar parte del séquito de Hugo Chávez se necesita no saber
pensar o no querer hacerlo. Hablar mucho sí es
indispensable. Los cortesanos del reyezuelo tropical han
dado últimamente testimonios irrebatibles de su apego a
tales exigencias.
El Ministro
del Interior y Justicia, por ejemplo, vomitó mil canalladas
sobre la reputación de los presos políticos que se fugaron
de la Cárcel de Ramo Verde. Los rotuló como delincuentes de
alta peligrosidad. Claro, para él es un grave delito
oponerse a los caprichos de Chávez.
El ministro
parece olvidar que él, personalmente, dirigió el asalto a la
sede de la televisora estatal el 27 de noviembre de 1992.
Allí acribillaron a balazos a todo el que encontraron a su
paso. Eso sí es un delito. Un serio delito que no ha tenido
castigo… por ahora.
El Alcalde
Mayor también hizo su aporte al torneo de inconsistencias
oficiales. Muy orondo, señaló que el candidato opositor
Manuel Rosales debía ser inhabilitado por firmar el "decreto
golpista" del 12 de abril de 2002.
El Alcalde
no recuerda que Hugo Chávez, candidato a la reelección,
organizó y dirigió el golpe militar del 4 de febrero de
1992. Una asonada que costó muchas vidas. Un suceso cuyas
consecuencias aún estamos padeciendo.
¿Quién
debería estar inhabilitado? ¿Un tipo que firmó un decreto en
medio de la confusión creada por una renuncia presidencial
que el Alto Mando Militar había certificado? ¿O un
oficialillo ambicioso que conspiró durante diez años para
tomar por las armas el control de un Estado democráticamente
cimentado?
La danza de
estupideces la continúa el Fiscal General de la Nación,
cuando amenaza con sanciones a quienes expresen
públicamente su respaldo a los evadidos de Ramo Verde.
Toda simpatía sería tipificada como instigación a
delinquir.
Al parecer,
el Fiscal General no se ha percatado de que el primer y más
consecuente promotor del delito en Venezuela se llama Hugo
Chávez. Y que no sólo instiga a delinquir, sino que
delinque.
Porque hay
delito en el manejo irresponsable de los recursos del país.
Hay delito en la incitación a la violencia. Y en la
exposición al escarnio público de respetables
personalidades. Y en las invasiones que Chávez estimula. Y
en las guerras que busca.
La
Presidenta de la Asamblea Nacional terminó de decorar la
torta. Con una mezcla de rastrera adulancia y deficiencia
neuronal, señaló que si Chávez fuera fiscal o juez ya se
habría resuelto el problema de la inseguridad en Venezuela.
Decirle ésto a un país donde manda la delincuencia (la
oficial y la otra) es, cuando menos, un mal chiste.
La diputada
olvida que con Chávez se ha incentivado la inseguridad por
distintas vías: el crecimiento del desempleo, la promoción
de odios y resentimientos sociales, la justificación de la
violencia, la descomposición de los cuerpos policiales.
Chávez, además, maneja fiscales y jueces. Chávez no es ajeno
a lo que está pasando. Es su artífice.
A esta
cáfila de encumbradas nulidades les calza perfectamente
aquella frase que clavó Cervantes en los Trabajos de
Persiles y Segismunda: "Es tan ligera la lengua como el
pensamiento, y si son malas las preñeces del pensamiento,
las empeoran los partos de la lengua"
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |