Hugo
Chávez continúa escurriéndole el bulto a la confrontación de
ideas. Y se esconde detrás de un mogote de excusas. Desde
allí dispara sus insultos y sus alucinaciones. Las
descalificaciones contra el candidato opositor, empero, no
logran disimular el miedo.
El último
refugio de su cobardía fue el argumento de que el debate no
era entre él y el otro. Que el debate estaba en la calle:
entre el socialismo que él encarna y el capitalismo
imperialista que atribuye a sus adversarios.
Hasta allí,
el Socialismo del Siglo XXI no pasaría de ser una consigna
para entusiasmar ingenuos (que los hay sin camisa y los hay
togados). Una especie de juerga en la que Jesucristo y
Bolívar danzan al lado de bandoleros transnacionales (como
Ernesto Guevara), o de bandidos de poca monta (como Pedro
Pérez, "Maisanta").
Hasta allí,
el Socialismo del Siglo XXI se vería como el pintoresco
producto de la ensalada ideológica que Chávez carga debajo
de la boina. Y sus esfuerzos por imponer el socialismo más
bien parecerían el intento de desenterrar un fósil político
que yace sepultado en las arenas de la historia.
Pero poco a
poco han ido apareciendo los restos fosilizados del
socialismo. Por allá ha emergido su mandíbula totalitaria:
el sometimiento de los poderes públicos, la partidización de
la Fuerza Armada, el control de la economía, la
domesticación de las universidades…
Más acá ha
aparecido el colmillo del terror: la discriminación de los
disidentes, el chantaje a los funcionarios públicos, la
propaganda amenazante en los medios oficialistas, las
agresiones contra dirigentes de la oposición, los fusiles en
manos de fanáticos…
Algo más
allá han desenterrado la garra del adoctrinamiento castrante:
la acomodaticia revisión de la historia, los estupidizantes
proyectos educativos, el discurso único repetido sin pausa,
las presiones sobre la prensa independiente, la consigna
repetida al caletre…
Ahora, han
descubierto el espinazo del monstruo: la economía popular
basada en el trueque… Con tono de maestrico ilustrado,
Chávez decretó la muerte del mercado y explicó el
funcionamiento del modelo.
Con su
proverbial chabacanería, Chávez explicó que si usted es
productor agropecuario, por ejemplo, y cosecha cambures, no
puede colocarlos en el mercado a cambio de dinero. Usted
tiene que canjearlos por fichas, las cuales solamente pueden
ser cambiadas por otros productos, en esa misma zona.
Nada de
andar comprando ropa, libros o aparatos modernos con sus
fichas. Nada de gastos superfluos. Recuerde que ser rico es
malo. Usted tiene derecho a la subsistencia y nada más.
Esas fichas,
explicó, tienen validez temporal, por lo que no pueden ser
acumuladas ni cambiadas por dinero. Así que olvídese de
andar guardando para el futuro. Nada de ahorros para
emergencias. Nada de soñar con dejar de ser pobre.
Porque el
Socialismo del Siglo XXI lo necesita a usted pobre. Lo
quiere dependiente del Estado. Lo necesita vulnerable,
manejable, chantajeable. Lo quiere amordazado y maniatado.
Pero ese
socialismo primitivo es para los de abajo. Los jerarcas del
régimen no gozarán de los beneficios de la economía popular.
Ellos no cobrarán en fichas, y seguirán haciendo el
sacrificio de cobrar en moneda oficial. Y de cambiarla por
dólares, Y de guardarlos en bancos extranjeros.
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |