Chávez
se cree Venezuela. La naturaleza desquiciada del gamonal,
abonada por la rastrera adulancia de su entorno, lo ha
llevado a equipararse al país. Chávez juega a ser la patria,
el pueblo. Oponerse a sus designios personales es ofender al
pueblo, traicionar a la patria, atentar contra los intereses
supremos del país.
Esa absurda
equivalencia es reforzada cotidianamente por el discurso
chavista. La prensa nacional e internacional, en su afán
simplificador, le hace eco. Urge aclarar conceptos.
No es cierto
que Venezuela haya buscado un puesto en el Consejo de
Seguridad de la ONU. Es Chávez quien lo buscó, en su
enfermizo afán de figurar. Para tener una tribuna desde la
cual inflar su medianía y oxigenar el terrorismo
internacional. El que se quiera dejar engañar que se deje.
Tampoco es
cierto que Venezuela sea una amenaza para la región. La
amenaza es Chávez. Y una amenaza grave porque la riqueza
petrolera le permite financiar el terrorismo de las FARC, la
ineptitud de Morales, las tropelías de Kirchner, la agonía
del castrismo y el bochinche de López Obrador.
La camorrera
no es Venezuela. El país no está enfrentado a los Estados
Unidos. Es Hugo Chávez quien, para ranquearse, busca pelea
con George Bush. No es Venezuela la que se ha distanciado de
México o del Perú. Es Hugo Chávez quien ha la tejido pleitos
con Vicente Fox o con Alan García haciendo uso de su
amplísima provisión de insultos.
No es
Venezuela la que se hermana con Irán, con Cuba, con Corea
del Norte o con Bielorrusia. Es Hugo Chávez quien se
revuelca en el mismo chiquero con Ahmadinejad, con lo que
queda de Fidel, con Kim Jog Il o con Lukashenko. Es Chávez
quien se ata al terrorismo internacional.
Si la
equiparación de Chávez con el país fuera solo un problema de
conceptos, el asunto no pasaría de ser tinta para
opinadores, material para la historia de bolsillo. Lo triste
es que la igualación representa una amenaza real.
En efecto,
Chávez se ha abrazado al socialismo del pasado y al
extremismo del presente. Y ese abrazo compromete sangre
sudor y lágrimas venezolanas. Ha ofrecido vidas venezolanas
para defender al dictador cubano o al terrorista iraní. Así
como obsequia petróleo, pretende regalar la sangre de
nuestros muchachos.
Puertas
adentro, Chávez, convertido en patria y pueblo por su propio
capricho y por el aplauso ladino de su corte, no admite
adversarios internos. Todos son enemigos. De la patria y del
pueblo. Mandaderos del imperialismo. Esto justificaría la
violencia, el exterminio del otro
Y la sangre
que riegue la geografía nacional, o la que se derrame más
allá de las fronteras, no será de los Chávez, ni de los
Rangel, ni de los Maduro, ni de los Rodríguez, ni de los
Cabello, ni de los Barreto. Los jefes del chavismo, a buen
resguardo, quedarán para rendirle tributo a los mártires
Chávez no es
Venezuela, hay que repetirlo una y mil veces. Chávez es un
hecho circunstancial. Un error histórico. Una pesadilla
superable. Venezuela no se reduce a tan poca cosa.
* |
Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |