Chávez
necesitaba un barniz democrático y lo consiguió. Por ahí
anda ahora, trajeado con la legitimidad que le otorga su
victoria electoral. Para tales efectos, no importa si su
triunfo se basó en el chantaje, la limosna y el terror. Ni
importa si es el resultado de ocho años de recurrentes
trapacerías electorales.
Mucho
analista político ha sacado a relucir sus mejores tintas
para predecir el pasado, para pronosticar lo que ya sucedió.
Y más de un dirigente opositor ha hecho gala de su verbo más
caro para despellejar al vecino. Esto es hasta cierto punto
comprensible en situaciones en las que nadie quiere cargar
el muerto pero todos creen saber quien lo mató
Más difícil
es entender la actitud de algunos sectores del país que
esperan del Chávez reelecto rectificaciones que nunca
vendrán. Como si el hecho de haber ganado unas elecciones
fuera a cambiar el talante o el talento del personaje.
Piden
magnanimidad a un hombre que la conoce de oídas. Piden
amplitud de miras a un tipo que es incapaz de saltar la
baranda intelectual de un socialismo primitivo y perverso…
Piden
perdones para los presos políticos, como si éstos tuvieran
algún delito que perdonar. Piden combates contra el
burocratismo y la corrupción, como si éstos no fueran carne
y sangre del chavismo oficial. Piden respeto para los
derechos humanos, como si la discriminación y el abuso no
fueran para Chávez políticas de Estado.
Es una
necedad pedirle tolerancia a un hombre en cuya agenda no
caben sino adulantes y enemigos. Es una simpleza pedirle
derechuras a un hombre entrenado en la maquinación y la
emboscada.
Suena
ingenuo eso de andar pidiendo armonía y convivencia a un
hombre obsesionado con la guerra. A un hombre de
temperamento violento, que se arrejunta con las FARC y
fornica con Hezbolá. A un hombre para quien un fusil es más
importante que un azadón.
No hay que
llamarse a engaño. El discurso postelectoral de Chávez fue
palabrería abrillantada para la prensa extranjera. Floritura
para invitados. Confite para los visitantes.
El verdadero
Chávez, el de siempre, es el que se vio después, tejiendo
agresiones contra el futuro. Diseñando la armadura de su
partido único. Bordando la reforma constitucional que lo
ponga a reinar mientras respire. Persiguiendo a algunos
militares que se niegan a besarle la mano. Pregonando sus
delirios por la Latinoamérica pobre.
Chávez sigue
siendo el incapaz de siempre. El irresponsable de siempre.
El abusador de siempre. El embustero de siempre. El
manipulador de siempre. El bufón de siempre. El guapetón de
siempre. El correlón de siempre…Con uno, con siete o con
diez millones de votos, Chávez seguirá siendo él. Lo votado
no quita lo patán.
Chávez sigue
siendo el accidente histórico de siempre. Su paso por la
vida republicana de Venezuela ha sido muy costoso. Al país
le costará tiempo y esfuerzo reponerse económicamente. Le
costará mucho restituir la institucionalidad democrática.
Pero más le costará recuperarse del daño moral que Chávez le
ha causado.
No va a ser
fácil remover la creencia de que sólo se tienen derechos y
no obligaciones. Ni erradicar la costumbre de no pensar
porque hay un líder que piensa por uno. Ni desterrar el
temor a contradecir la voluntad del caudillo.
Así, para
quienes dirijan el proceso de rehacer el país, el trabajo va
mucho más allá que patearle el trasero al Hugo Chávez.
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |