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Lo votado no quita lo patán
por Daniel Romero Pernalete  
jueves, 14 diciembre 2006

 

Chávez necesitaba un barniz democrático y lo consiguió. Por ahí anda ahora, trajeado con la legitimidad que le otorga su victoria electoral. Para tales efectos, no importa si su triunfo se basó en el chantaje, la limosna y el terror. Ni importa si es el resultado de ocho años de recurrentes trapacerías electorales.  

Mucho analista político ha sacado a relucir sus mejores tintas para predecir el pasado, para pronosticar lo que ya sucedió. Y más de un dirigente opositor ha hecho gala de su verbo más caro para despellejar al vecino. Esto es hasta cierto punto comprensible en situaciones en las que nadie quiere cargar el muerto pero todos creen saber quien lo mató

 

Más difícil es entender la actitud de algunos sectores del país que esperan del Chávez reelecto rectificaciones que nunca vendrán.   Como si el hecho de haber ganado unas elecciones fuera a cambiar el talante o el talento del personaje.

 

Piden magnanimidad a un hombre que la conoce de oídas. Piden amplitud de miras a un tipo que es incapaz de saltar la baranda intelectual de un socialismo primitivo y perverso…

 

Piden perdones para los presos políticos, como si éstos tuvieran algún delito que perdonar. Piden combates contra el burocratismo y la corrupción, como si éstos no fueran carne y sangre del chavismo oficial. Piden respeto para los derechos humanos, como si la discriminación y   el abuso no fueran para Chávez políticas de Estado.

 

Es una necedad pedirle tolerancia a un hombre en cuya agenda no caben sino adulantes y enemigos. Es una simpleza pedirle derechuras a un hombre entrenado en la maquinación y la emboscada.

 

Suena ingenuo eso de andar pidiendo armonía y convivencia a un hombre obsesionado con la guerra. A un hombre de temperamento violento, que se arrejunta con las FARC y   fornica con Hezbolá. A un hombre para quien un fusil es más importante que un azadón.

 

No hay que llamarse a engaño. El discurso postelectoral de Chávez fue palabrería abrillantada para la prensa extranjera. Floritura para invitados. Confite para los visitantes.

 

El verdadero Chávez, el de siempre, es el que se vio después, tejiendo agresiones contra el futuro. Diseñando la armadura de su partido único. Bordando la reforma constitucional que lo ponga a reinar mientras respire. Persiguiendo a algunos militares que se niegan a besarle la mano. Pregonando sus delirios por la Latinoamérica pobre.

 

Chávez sigue siendo el incapaz de siempre. El irresponsable de siempre. El abusador de siempre. El embustero de siempre. El manipulador de siempre. El bufón de siempre. El guapetón de siempre. El correlón de siempre…Con uno, con siete o con diez millones de votos, Chávez seguirá siendo él. Lo votado no quita lo patán.

 

Chávez sigue siendo el accidente histórico de siempre. Su paso por la vida republicana de Venezuela ha sido muy costoso. Al país le costará tiempo y esfuerzo reponerse económicamente. Le costará mucho restituir la institucionalidad democrática. Pero más le costará recuperarse del daño moral que Chávez le ha causado.

 

No va a ser fácil remover la creencia de que sólo se tienen derechos y no obligaciones. Ni erradicar la costumbre de no pensar porque hay un líder que piensa por uno. Ni desterrar el temor a contradecir la voluntad del caudillo.

 

Así, para quienes dirijan el proceso de rehacer el país, el trabajo va mucho más allá que patearle el trasero al Hugo Chávez.

 

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  Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente (Venezuela)

 
 
 
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