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Carta a un
general
venezolano
por Daniel Romero Pernalete
jueves, 13
julio
2006
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Perdone
que me asome a su rutina, mi General. Pero es que entre sien
y sien tengo un montón de inquietudes pidiendo salida. Voy a
abrirles la puerta, con su permiso.
¿No siente usted, mi General, un hormigueo en la conciencia
cuando contempla desde primera fila el desmantelamiento de
la armazón democrática del país? ¿No le produce vértigo este
torbellino de despropósitos que arrastra a Venezuela hacia
ninguna parte?
¿No le alborota la bilis, mi General, la escandalosa
corrupción que se pasea en cueros por las más altas esferas
del gobierno? ¿No le crujen los dientes cuando observa como
se utilizan los recursos públicos para avivar subversiones
foráneas y comprar fidelidades internacionales? ¿O
acostumbra desviar la mirada?
¿Le atraen, mi General, la guerra, la destrucción y la
muerte? ¿Le gusta el rol de mártir que Chávez le ha asignado
en su guerra asimétrica? ¿O prefiere el papel de verdugo de
sus conciudadanos que la revolución le tiene reservado? ¿No
le llama la atención la estructura paramilitar que el
presidente está levantando en sus propias narices? ¿Cuchillo
para cual pescuezo?
¿No le sube un calorcito a las mejillas, mi General, cada
vez que se ve forzado a aplaudir, frente a todo el país, las
necedades y las insolencias de su comandante en jefe? ¿Se
siente usted cómodo cumpliendo con la patriótica obligación
de reírle los chistes al presidente?
¿Desde cuándo, mi General, no se da una vuelta por el
artículo 328 de la Constitución? ¿Recuerda, aunque sea por
casualidad, que usted está al servicio exclusivo de la
Nación y no de persona o parcialidad alguna? ¿O ya decidió
poner su capacidad y su esfuerzo a la disposición de un
proyecto personalista y retrógrado?
¿Se ha dado cuenta, mi General, que títulos y charreteras
son desechables en este proceso? ¿Ha visto con cuanta
facilidad se pasa de la cima al abismo, de la oficina
gubernamental al exilio, del elogio a la humillación? ¿No
será usted parte del menú que la revolución habrá de
engullir más temprano que tarde?
¿Se emociona usted, mi General, cantando el himno nacional
de Cuba? ¿No le da grima rendirle cuentas a los comisarios
de Fidel Castro? ¿Qué entiende usted por soberanía?
¿Desde cuándo no se encuentra usted con Simón Bolívar, mi
General? ¿No se ha tropezado últimamente, por ejemplo, con
ese monumento a la civilidad que es el Discurso de
Angostura? ¿O usted cree que el pensamiento del Libertador
se reduce a las tres o cuatro frases que su comandante en
jefe regurgita en todo tiempo y lugar?
¿Es usted feliz, mi General? ¿Tiene buena digestión? ¿Cómo
andan las jaquecas y el insomnio? ¿Puede usted mirar a sus
hijos o a sus nietos sin que la vista se le nuble? ¿Ha
pensado en el país que les dejará en herencia?
¿Se ha dado cuenta, mi General, de que más allá de su
oficina hay un país hundido en la miseria y el caos? ¿Ha
notado que después de sus guardaespaldas hay un pueblo
atrapado entre el hampa común y la delincuencia del
gobierno?
¿No le duele este país, mi General? ¿No le pesarán mañana
los dos o tres soles que hoy lleva encima? ¿Está usted
preparado para enfrentar el juicio de la historia por lo que
hace o ha dejado de hacer?
¡Permiso para retirarme, mi General!
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |
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