Uno
estira la memoria y no le alcanza para recordar una banda de
gobierno de tan baja calaña. En su cúpula conviven la
ineptitud y la desvergüenza. La irresponsabilidad y la
arrogancia. Todo organizado alrededor de los caprichos de
Hugo Chávez.
El jefe de
la banda se pasea por el barrio empuñando su filosa
ambición. Desintegrando instituciones y negociando
lealtades. Repartiendo mentiras y reencauchando promesas.
Haciéndose el imprescindible. Fingiendo amores que no siente
hacia un pueblo que dejó de creerle. Amenazando a quien se
niegue a aceptar su abrazo sulfuroso.
Los demonios
menores, atrincherados en gobernaciones y alcaldías, imitan
a escala los desmanes del capo. Asumen las mismas poses.
Escupen los mismos insultos. Sacuden las mismas consignas.
Amparan los mismos atropellos. Practican la misma
negligencia…
Otros, con
disfraces de ministros, avivan el fuego de la paila
socialista donde piensan cocinar el futuro de Venezuela.
Amordazan a los medios o los compran. Asaltan la propiedad
privada. Adormecen a la juventud desde las aulas. Acosan al
disidente que destaca…
Otros, de
bastón y charreteras, aseguran el orden del infierno.
Enseñan sus armas como buscando el miedo. Preparan guerras
donde no está en juego su pellejo. Pervierten la esencia de
la Fuerza Armada. Se le cuadran al oprobio y lo sostienen a
cambio de prebendas.
Pero parece
que Venezuela le quedó pequeña a sus desquiciamientos y a
sus torpezas. Y decidieron salir del vecindario a
repartirlas. Y el jefe de la banda se pavonea por el mundo
con la chequera al cinto. Disparando limosnas para inclinar
cervices. Traficando apoyos. Negociando alabanzas. Empujando
crisis. Revolviendo ríos para llenar sus redes.
Como las
hienas nunca atacan en solitario, el malandro mayor buscó
sus socios. Los encontró en los albañales del Siglo XXI…
Castro, Kim Jog Il, Ahmadinejad, las FARC, Hezbollá y otros
males menores.
Para que no
quedara dudas sobre los defectos que los adornan y los
motivos que los animan, el jefe de la banda desnudó sus
debilidades en la ONU. Sus berridos provocaron el rechazo de
tirios y troyanos. Horas después, la nulidad que cobra como
canciller protagonizó un vergonzoso incidente en el
aeropuerto. Diplomacia de botiquín, piensa uno.
Como
apóstoles del abuso y la ignorancia, el malandraje
diplomático ha salido a predicar la mala nueva. Ayunos de
formación y de roce, dan más pena que rabia. De México
echaron a un embajador por entrometido. De Chile botaron a
otro por bocón. En Bolivia zarandean a un tercero,
incurablemente inútil, por andar metiendo la pata en charco
ajeno.
No hay
dudas: el país está en manos de indeseables. Los azotes del
barrio se han unido para gobernarnos. Y se han aliado con lo
peorcito de otros vecindarios para mortificar al mundo. Uno
no sabe si fue Dios quien los creó. Lo que sí parece cierto
es que el demonio los ha juntado.
Hay
nubarrones en el horizonte, es cierto. Pero uno, ingenuo o
terco, se aferra a la esperanza. Y termina pensando que el
rufianesco entramado tiene sus piezas claves. Y que moviendo
alguna… la estructura colapsa.
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Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |