Cuando
se sienten acorraladas, las bestias gruñen. Y enseñan los
dientes. Y erizan su pelambre para parecer más fuertes.
Pretenden ocultar su miedo asustando. Pasa igual entre
animales que entre déspotas. Eso está pasando con Hugo
Chávez.
Cuando
regresó de uno de sus largos e inútiles periplos, sus
aduladores anunciaron una bienvenida de héroe. Bajo
chantaje arrastraron a unos cuantos empleados públicos. Con
una botellita de licor barato enamoraron a más de un
borrachín. Con unas monedas y una franela convocaron a más
de un pedigüeño profesional. Unos pocos fueron, de verdad,
para ovacionar al estrafalario viajero.
Los
programados vítores y la poca emotividad del acto delató el
carácter aluvional de la audiencia. La asistencia, en nada
comparable a las movilizaciones de otro tiempo, le reveló al
recién llegado que ya no entusiasma como antes. Esto debió
asustar al homenajeado. Terminó de asustarlo, mejor dicho
Porque sus
temores son compuestos. Su gobierno, por ejemplo, es
percibido por muchos venezolanos como una orquesta de sordos
donde cada uno toca su instrumento como le da la gana. Su
partido, por otro lado, es un saco de gatos en celo. La
pugna por las cuotas de poder ya ni se disimulan. Y no falta
quien pretenda heredar saco y orquesta.
En la acera
de enfrente, la oposición se recompone. La gente sacude su
apatía. Manuuel Rosales se le metió en los barrios. Benjamín
Rausseo le pisa los juanetes. Ocho años de fracasos y
promesas incumplidas empezaron a pasar factura.
Puertas
afuera las cosas no andan mejor. Lula no quiere que lo
asocien con Chávez. Las ínfulas de López Obrador son meras
pataletas. Fidel se muere por entregas. Bachelet coquetea
con la CAN. Morales no ve luz en Bolivia. El
antiimperialismo de utilería perdió el filo.
El miedo es
acumulativo. Estaba en el borde del vaso. Y el deslucido
recibimiento de héroe vino a derramarlo. Se activaron las
alarmas. Se disparó la adrenalina. Y, más dirigiéndose a los
otros que a los suyos, Chávez quiso atemorizar con varios
cocos.
Amenazó con
profundizar el socialismo (o el estalinismo, como bien dice
su pupilo, el Alcalde Mayor). Habló de ética socialista (que
es la misma moral comunista que inspira a Fidel Castro).
Anunció por enésima vez el advenimiento de la democracia
protagónica (en la que el único protagonista, por supuesto,
es él). Y el gruñido más grave: anunció su decisión de
perpetuarse en el poder mediante la reelección indefinida.
Reelección
indefinida significa perpetuar la pobreza de la cual se
alimenta el discurso chavista. Significa eternizar el
pillaje organizado desde las más altas esferas del gobierno.
Enjaular al país en esquemas decimonónicos. Inundar de
miseria a Venezuela para que las misiones de Chávez lleguen
al rescate.
Reelección
indefinida significa institucionalizar la intolerancia, la
ineptitud y la soberbia. Significa ensanchar la brecha que
separa a unos venezolanos de otros. Extender
indefinidamente la discriminación y el terrorismo de estado.
Someter a todo un pueblo a los caprichos de un mandamás
mentiroso e incapaz. Mucha gente ha empezado a entenderlo
Chávez
quiere asustar gruñendo. Pero dientes y garras ya no
espantan a nadie…salvo a su propio miedo.
* |
Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente
(Venezuela) |