Inicio | Editor | Contáctenos 
 

 Webarticulistas

Manuel Malaver

 

Eli Bravo

 

Luis  DE LION

 

Roberto Palmitesta

 

Lucy Gómez

 

Alexis Márquez Rodríguez

 

Ted Córdova-Claure

 

Antonio Sánchez García

 

Aníbal Romero

 

Charles Cholaleesa

 

Agustín Blanco Muñoz

 

 

 

 

Las guerras de Chávez
por Daniel Romero Pernalete  
jueves, 6 julio 2006

 

Son falsas las prédicas pacifistas de Hugo Chávez. Son pura hipocresía sus cuestionamientos a las guerras de Bush. Chávez no está hecho para la paz y la convivencia. Sus actitudes, su conducta y sus decisiones revelan la esencia terrorista, militarista, guerrerista e intervencionista de su gestión.

Chávez se emociona hasta el éxtasis describiendo en vivo y en directo el material bélico que compra. Como muchacho con juguete nuevo, manosea morbosamente un fusil ruso. Apunta al país a través de las cámaras. El alto mando militar aplaude aborregado.

Por si el mensaje no queda claro, le pone texto. No se va a dejar derrotar por los enemigos de la patria, dice. Ni por los que están afuera ni por los que están adentro. Ni por el imperialismo ni por sus lacayos. En esta última categoría caben cómodamente instalados todos y cada uno de quienes lo adversan.

A Bush y a sus marines no los asustan los cacareos de Chávez. La intimidación es endógena. Chávez amenaza con la fuerza para imponer obediencia interna. Induce el miedo para provocar conformidad. En buen castellano eso se llama terrorismo de estado.

Chávez se embelesa contemplando un desfile de tropas y de tanques. Lo embarga la más grande emoción que un soldado pueda sentir. Lo confiesa, arrobado, en cadena de radio y televisión. El alto mando militar se refocila.

El tipo se siente más soldado que ciudadano. Lo rubrica su manía de uniformarse sin derecho. Su preferencia por el verde oliva a la hora de escoger a sus colaboradores. El uso de términos bélicos para nombrar estructuras y procesos del quehacer democrático.

La preponderancia del hombre, la política o el espíritu militar en una nación es lo que en correcto castellano se denomina militarismo.

Chávez, con sus desplantes, invoca una guerra. Quiere entrar en la historia por la puerta de los mártires. Los otros accesos los clausuraron su incapacidad y su ambición.

En su afán para arañar la historia, Chávez intoxica a la juventud venezolana con mensajes belicistas. En lugar de futuro les ofrece fusiles. Quince mil, ha dicho, para los adolescentes del Frente Francisco de Miranda. Les impone la tarea de defender sus delirios. Con la vida, incluso. El alto mando militar calla. Es decir, otorga.

Ese apego a la guerra, la destrucción y la muerte para sostener su proyecto político tiene nombre: guerrerismo.

Chávez no se contenta con meter lengua y dinero en los procesos internos de países vecinos. No le basta con respaldar movimientos subversivos. Ahora amenaza directamente.

Ha cambiado el nombre del Ejército. Ejército Libertador, se llama ahora. Como el de Bolívar. Repartidor de plomo en el propio patio y en el patio ajeno. Ya ofreció sangre venezolana para sostener a Castro en Cuba y a Morales en Bolivia. El alto mando sonríe complaciente.

Ese ejercicio reiterado de intromisión en asuntos de otros países se llama, en cualquier parte del mundo, intervencionismo.

Terrorismo, militarismo, guerrerismo e intervencionismo son parte sustantiva (no mero aderezo) del proyecto político de Hugo Chávez y sus cómplices. La estructura que lo sostiene. Lo que hoy lo hace fuerte, sin embargo, puede terminar por aplastarlo. Está sembrando vientos. Recogerá tempestades.

 *

  Sociólogo, Profesor Titular de la Universidad de Oriente (Venezuela)

 
 
 
© Copyright 2006 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.