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Dictadura - por Alexis Márquez Rodríguez
 domingo, 7 noviembre 2004


      


A diferencia de lo que vimos respecto de la palabra democracia, el vocablo dictadura aparece definido con bastante propiedad en algunos diccionarios. No tanto en el DRAE, cuya definición es un poco imprecisa: ³dictadura. (Š) || 3. Gobierno que, bajo condiciones excepcionales, prescinde de una parte, mayor o menor, del ordenamiento jurídico para ejercer la autoridad en un país. || 4. Gobierno que en un país impone su autoridad  violando la legislación anteriormente vigente². No es que estas definiciones sean inexactas, sino que no son suficientes, y quien las lee queda como en el aire, con la sensación de que el concepto no está expuesto con la debida claridad. Además, son conceptos más referidos a ciertas formas dictatoriales  del pasado, poco o nada relacionadas con las dictaduras modernas y actuales.

Mucho más precisa es la definición del Diccionario CLAVE: ³Forma de gobierno caracterizada por la concentración del poder sin limitaciones en una sola persona o institución².

Aún mejor es la del Diccionario de uso del español de América y España VOX: ³Régimen político en que una sola persona gobierna con poder total, sin someterse a ningún tipo de limitaciones y con la facultad de promulgar y modificar leyes a su voluntad².

También el Diccionario del español actual, de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, da una idea  bastante clara de lo que modernamente significa el vocablo dictadura: ³ Régimen de gobierno autoritario que concentra todo el poder en manos de una sola persona, un órgano colegiado o una clase².

De todos modos, quien desee hacerse una idea suficientemente clara, precisa y amplia del concepto actual de dictadura tiene que ir más allá de los diccionarios, a otros textos que desarrollen las definiciones asomadas en estos, bien sean diccionarios especializados, o ensayos y estudios que ahonden en el análisis de dicho concepto desde el punto de vista sociológico, político e histórico.

En efecto, la dictadura supone, en primer lugar, un gobierno autoritario, cuyo poder es ejercido en forma omnímoda y omnipotente por una sola persona, y sin limitaciones constitucionales o legales, no porque estas no existan, pues es común que aun las peores dictaduras tengan un ordenamiento legal muchas  veces ejemplarmente avanzado y democrático, pero el cual es violado de manera sistemática por el propio dictador, y bajo su amparo y con su  encubrimiento por los organismos y funcionarios de su gobierno.

Tampoco hay en las dictaduras controles políticos y administrativos  de ningún tipo. Generalmente existen las previsiones legales y los organismos y funcionarios encargados de esos controles, pero en la práctica estos no se ejercen, porque las leyes que los estatuyen se violan constantemente y porque los funcionarios que deben ejercerlos son cómplices del dictador y no se atreven a hacerlo, a sabiendas de que si lo hacen son automáticamente  destituidos, y hasta pueden ser perseguidos y encarcelados.

En la dictadura, por supuesto, no existe la separación de poderes, pues todos, el ejecutivo, el legislativo y el judicial, y cualesquiera otros que se  creen, están bajo el control férreo del dictador, y es su voluntad la que se impone en todos los casos. Los organismos y funcionarios de esos poderes son meros instrumentos del dictador para cumplir sus designios.

Tampoco en los regímenes dictatoriales se ejercen los derechos  humanos, pues aunque generalmente están contemplados en la constitución y las leyes, a veces con una amplitud ejemplar, no se les respeta, sino que se les viola también de manera sistemática y descarada, particularmente aquellos que, como la libertad de expresión, pueden suponer críticas y denuncias de los malos procederes políticos y administrativos del dictador y de sus secuaces. En las dictaduras tampoco se ejerce el derecho al voto para elegir periódicamente al gobernante, los cuerpos legislativos y otros funcionarios electivos, en atención al principio fundamental de la alternabilidad. Pero hay casos en que se realizan simulacros electorales, en los que de antemano se sabe que está  garantizada la reelección del dictador y de sus incondicionales.

En cuanto al origen de las dictaduras, generalmente son la consecuencia de revoluciones o golpes de estado triunfantes, y casi sin excepción tienen respaldo militar. En Venezuela la dictadura de Marcos Pérez  Jiménez se instauró y gobernó en nombre de las Fuerzas Armadas. Sin embargo, no es inusitado que las dictaduras tengan un origen legítimo, es decir, que un gobernante que haya sido elegido con apego a la Constitución y las leyes posteriormente se convierta en dictador, tal como ocurrió en Italia con Mussolini, en Alemania con Hitler y en Argentina con Perón. O en Uruguay cuando Juan María Bordaberry, que había sido elegido presidente en 1971, posteriormente  desconoció la Constitución y las leyes y se erigió en dictador, apoyado por las Fuerzas Armadas, las cuales más tarde lo derrocaron e instauraron la dictadura militar desembozadamente, una de las más sangrientas de la historia  latinoamericana.

Caso especial en la historia de las dictaduras fue el de Argentina, cuando las Fuerzas Armadas, tras derrocar, en 1976, a Isabel Perón, que había sustituido a su marido al morir en ejercicio de la presidencia, instauraron una dictadura militar en cuya jefatura no hubo un dictador único, sino que en el cargo se fueron turnando militares de alta graduación, designados sucesivamente por el alto mando militar. Algo parecido había ocurrido antes  en Brasil, donde entre 1956 y 1964 los militares ejercieron el poder dictatorialmente, turnándose varios generales en la máxima autoridad del país.

Generalmente las dictaduras son derrocadas por las mismas fuerzas militares que las instauran, bien sea por propia iniciativa, bien presionadas por la insurrección popular, como ocurrió en Venezuela en 1958 con la dictadura de Pérez Jiménez. Caso excepcional fue el de la dictadura de Augusto Pinochet  en Chile, una de las más cruentas y brutales de nuestro continente, que no obstante fue derrocada mediante un plebiscito cuyo resultado el tirano aceptó.   

La palabra dictadura es, pues, lo exactamente opuesto a la palabra democracia.

Dictadura proviene del vocablo latino dictatura, que a su vez deriva de dictare, que significa
decir, dictar, repetir.

              

 

 

 

 

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