Entre Militares y Petroleros - Capítulo II

 


Empezó la Guerra Civil

Por Manuel Malaver

Hoy entonces Venezuela amanece con aires de cuartel, con miles de voces clamando por el enfrentamiento definitivo y conscientes de que la hora del todo o nada está...

Hasta el mediodía de ayer domingo el enfrentamiento entre la "revolución" bolivariana e importantes contingentes de venezolanos había seguido el curso de un cierto forcejeo civilizatorio, que no porque a veces dejara asomar las cabezas de Lina Ron y el gordo Donatello implicaba una ruptura que condujera a una crisis mayor.

Se vio en aquellos primeros meses de 1999 cuando Chávez apeló a la iracundia de "sus" masas para doblegar la resistencia de la partidocracia, en los diversos escándalos que durante 2000 motivaron la formación de una oposición cada día más creciente, y aún en los meses decisivos de enero y febrero en que pareció que el desafío entre oficialismo y oposición tendría un resultado final.

Lo de ayer, sin embargo, fue otra cosa, se movió en otra dirección, con Chávez obstaculizándole a la oposición cualquier escape que no fuera la violencia y él mismo colocándose al borde del abismo en que no le queda otro recurso que reprimir o reprimir.

Por tanto es imposible no pensar en el "estado de excepción", que aun cuando está limitado por la propia Constitución, no se explicaría sino por la decisión de Chávez de convertirse en un dictador puro y simple, de los que se despeñan por el atajo de la represión, con poco o ningún cuidado del Estado de Derecho, ni la opinión pública nacional e internacional.

Porque es que si hay algo claro, y que no admite dudas, es que la oposición no va a retroceder, convencida como está de que el proyecto chavista es simple y llanamente un esperpento histórico, sólo tolerable hasta donde puede comportarse como una curiosidad inocua, risible y extravagante.

Un accidente caído de la peor casualidad venezolana, de un tiempo en que se buscaban estadistas que contribuyeran a sacar el país de una crisis y se cayó en manos de una sarta de comisarios.

Por si fuera poco ideologizados, llegados de las utopías del siglo XX, que si tenían algo de universal era que anclaban sus raíces en el cristianismo primitivo y el fin del milenio.

En la misma onda de aquellos individuos que se llamaban los talibanes de Afganistán, que campearon a sus anchas durante cinco años, portando y haciendo realidad los ideales de una teocracia del primer milenio y en absoluto interesados en lo que ocurría más allá de las fronteras del Asia central, ni en estrategias políticas que no estuvieran autorizadas en las aleyas del Corán.

Llegaron los atentados del 11 de septiembre, sin embargo, y todo cambió en cuestión de segundos, todo catapultó hacia otro extremo la percepción de los talibanes que se vieron rápidamente enfrentados a una guerra y expulsados del santuario que con tanta seguridad e impunidad habían heredado.

Quiero decir que a efectos nacionales el domingo 7 de abril puede ser el equivalente del martes 11 de septiembre, con más y más venezolanos descubriendo la índole exacta del experimento talibán chavista, convenciéndose de que sólo por la fuerza es posible hacerlo retroceder y dispuestos a correr los riesgos que implica tratar de despertar de semejante pesadilla.

Una confrontación de otro orden, donde no pocas de las argucias serán puestas de lado y convertidas en la decisión de que el enemigo debe abandonar el campo de batalla.

Hoy entonces Venezuela amanece con aires de cuartel, con miles de voces clamando por el enfrentamiento definitivo y conscientes de que la hora del todo o nada está cerca, y que de ahora en adelante ya no es posible abandonar la calle hasta que Chávez sea obligado a tomar la decisión de irse.

De parte de Chávez y el chavismo las opciones tampoco dejan vías de escape, ya que es imposible pensar que una presión de masas con fines eminentemente subversivos no tenga una respuesta armada, violenta.

Entre tanto la huelga petrolera en ciernes, el llamado a paro general y las manifestaciones que ya empiezan a sentirse por todo el país, dan la pauta de lo que será la semana más larga de la historia venezolana reciente, que es posible contenga el milagro de un entendimiento de última hora entre las partes, o la tragedia de aquel viajero de La máquina del tiempo de H.G. Wells que regresa del futuro con una flor marchita.
 

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 Artículo publicado en el diario Tal Cual, lunes 8 abril 2002


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