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¿Populismo contra populismo?
por Carlos Raúl Hernández  
martes, 19 septiembre 2006

 

La Negra”, nombre de combate del proyecto para financiar directamente a través de una tarjeta de débito a sectores altamente vulnerables, según algunas opiniones sería una demostración de que el país esta atrapado en una tijereta populista por el gobierno y la oposición. La idea es del candidato Manuel Rosales y resulta sospechoso que uno de los primeros mortificados sea nada menos que José Vicente Rangel, algo así como gato cuidando sardina. Pero si estas mortificaciones son comprensibles, veamos si son razonables. Hay algo cierto: el populismo como fenómeno latinoamericano -no nos refiramos a sus expresiones en EEUU o Rusia en el siglo XIX- tiene un alto componente de distributivismo y asistencialismo irresponsables que llevaron al Brasil de Vargas, la Argentina de Perón, el Perú de Velasco y la Bolivia de Torres a la quiebra. También se hace lenguas en la glorificación del pueblo, al que se le presenta como la síntesis de todas las virtudes y la víctima de todas las injusticias, frente a élites malvadas. Todo el que se destaque en algo merece el odio colectivo.  Pero… ¿cualquier administración que ayude directamente a los más pobres debe automáticamente calificarse así?…Nada de eso.

La categoría populismo señala un ejercicio dispendioso que hace al Estado deficitario y destruye la economía productiva al arruinar las empresas. Si la redistribución convive con el equilibrio macroeconómico estaríamos posiblemente ante un gobierno popular y ajustado a los parámetros de los organismos internacionales. Lula Da Silva con una erogación directa enorme en beneficio de los sectores más vulnerables a través de la Bolsa para Familia, cerró 2005 con un superávit fiscal de 4.5%, derrota de la inflación, crecimiento de la inversión privada y retroceso de la pobreza.  Atacó la extrema pobreza de 11 millones de familias, y 7 millones de ciudadanos ingresaron a las clases medias. En 1991y 1992 durante el gobierno de Carlos Andrés Pérez la miseria retrocedió en gracias a 24 programas sociales que la derecha confundida calificó de populistas y la izquierda ídem de “migajas neoliberales”. El gobernador Rosales ha sido muy insistente en que apuntalaría la inversión de capitales locales e internacionales y la disciplina de las finanzas públicas. No parece proclive a echar la casa por la ventana y así lo demuestran sus experiencias como alcalde y gobernador.

El tamaño no importa. Para las más avanzadas corrientes del pensamiento económico e institucional el problema no es la cantidad sino la calidad del gasto público. Bienvenido sea si se dirige al beneficio  a la ciudadanía en educación, cultura, policía, viviendas, salud y demás servicios; a facilitar la inversión creando infraestructura, represas, acueductos, electricidad, vialidad, y  a mejorar la calidad de la gestión del Estado, modernizar la Contraloría, la acción legislativa y la eficiencia de la administración pública. Siempre será en beneficio de la competitividad internacional del país. Lo importante es la transparencia. Por eso un rasgo que define los gobiernos populistas es que son corrompidos y antidemocráticos, enemigos de la libertad de los medios de información que develan sus fechorías. No olvidemos las palizas que propinaban en Argentina de Perón a los periodistas independientes que denunciaban las trapisondas de Evita, ni las expropiaciones de periódicos en Perú de Velasco, ni mucho menos las ofensivas contra Globovisión y RCTV en Venezuela.

carlosraulhernandez@gmail.com

 
 
 
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