”La
Negra”, nombre de combate del proyecto para financiar
directamente a través de una tarjeta de débito a sectores
altamente vulnerables, según algunas opiniones sería una
demostración de que el país esta atrapado en una tijereta
populista por el gobierno y la oposición. La idea es del
candidato Manuel Rosales y resulta sospechoso que uno de los
primeros mortificados sea nada menos que José Vicente Rangel,
algo así como gato cuidando sardina. Pero si estas
mortificaciones son comprensibles, veamos si son razonables.
Hay algo cierto: el populismo como fenómeno latinoamericano
-no nos refiramos a sus expresiones en EEUU o Rusia en el
siglo XIX- tiene un alto componente de distributivismo y
asistencialismo irresponsables que llevaron al Brasil de
Vargas, la Argentina de Perón, el Perú de Velasco y la
Bolivia de Torres a la quiebra. También se hace lenguas en
la glorificación del pueblo, al que se le presenta como la
síntesis de todas las virtudes y la víctima de todas las
injusticias, frente a élites malvadas. Todo el que se
destaque en algo merece el odio colectivo. Pero… ¿cualquier
administración que ayude directamente a los más pobres debe
automáticamente calificarse así?…Nada de eso.
La categoría populismo señala un
ejercicio dispendioso que hace al Estado deficitario y
destruye la economía productiva al arruinar las empresas. Si
la redistribución convive con el equilibrio macroeconómico
estaríamos posiblemente ante un gobierno popular y
ajustado a los parámetros de los organismos internacionales.
Lula Da Silva con una erogación directa enorme en beneficio
de los sectores más vulnerables a través de la Bolsa para
Familia, cerró 2005 con un superávit fiscal de 4.5%, derrota
de la inflación, crecimiento de la inversión privada y
retroceso de la pobreza. Atacó la extrema pobreza de 11
millones de familias, y 7 millones de ciudadanos ingresaron
a las clases medias. En 1991y 1992 durante el gobierno de
Carlos Andrés Pérez la miseria retrocedió en gracias a 24
programas sociales que la derecha confundida calificó de
populistas y la izquierda ídem de “migajas neoliberales”. El
gobernador Rosales ha sido muy insistente en que apuntalaría
la inversión de capitales locales e internacionales y la
disciplina de las finanzas públicas. No parece proclive a
echar la casa por la ventana y así lo demuestran sus
experiencias como alcalde y gobernador.
El tamaño no importa. Para las más avanzadas
corrientes del pensamiento económico e institucional el
problema no es la cantidad sino la calidad del gasto
público. Bienvenido sea si se dirige al beneficio a la
ciudadanía en educación, cultura, policía, viviendas, salud
y demás servicios; a facilitar la inversión creando
infraestructura, represas, acueductos, electricidad,
vialidad, y a mejorar la calidad de la gestión del Estado,
modernizar la Contraloría, la acción legislativa y la
eficiencia de la administración pública. Siempre será en
beneficio de la competitividad internacional del país. Lo
importante es la transparencia. Por eso un rasgo que define
los gobiernos populistas es que son corrompidos y
antidemocráticos, enemigos de la libertad de los medios de
información que develan sus fechorías. No olvidemos las
palizas que propinaban en Argentina de Perón a los
periodistas independientes que denunciaban las trapisondas
de Evita, ni las expropiaciones de periódicos en Perú de
Velasco, ni mucho menos las ofensivas contra Globovisión y
RCTV en Venezuela.
carlosraulhernandez@gmail.com