Ayer, cuando caminábamos
hacia Miraflores, conformando la multitud más numerosa que se ha
visto en Venezuela, manifestando solidaria y unánime una sola
posición, la solicitud de renuncia de un presidente mediocre,
incompetente, irresponsable, imprudente, deshonesto, irrespetuoso,
soberbio, arrogante y al final asesino, escuchamos a través de la
radio las declaraciones insólitas del ex ministro Istúriz, del ex
alcalde Bernal, amenazando con sangre y con muerte a un pueblo
pacífico que manifestaba, en pleno derecho ciudadano, su opinión y
su hastío.
ESTOS HOMBRES deberán tener el coraje de aceptar que
se hicieron cómplices de una masacre, y que como tal deben concluir
su carrera política juzgados y convictos de crímenes contra la
humanidad. Igualmente deberán ser juzgados todos los cómplices de
esta vergüenza nacional. La ministro del Trabajo que ayer, con un
cinismo sólo digno de los peores fascismos, cuando Venezuela contaba
sus muertos, convocaba a una jornada de reflexión..., la ex ministra
de Salud, cómplice, que hablaba con impudor hasta el asco; el matón
Juan Barreto; todos deberán pagar y explicarse, y explicarnos la sin
razón y la locura criminal que los llevó a ejercer el poder en
busca, tan sólo, del poder absoluto.
Tienen que comprender los
detentores de responsabilidades públicas, que con tibieza
intolerable y adulancia asqueante macularon los Poderes Ciudadanos,
el Tribunal Supremo, la Contraloría del Estado y el Poder Electoral,
que ha llegado el momento de dar la cara ante la sociedad, de
renunciar y de asumir plenamente las consecuencias de sus actos. El
gobierno de la transición, con el apoyo de toda Venezuela, deberá
ser estricto en el mantenimiento del orden público, garantizando la
unidad de la nación.
Estas, entre otras, son las
condiciones de la reconciliación nacional. La Venezuela chavista,
que existe, que debe encontrar junto a todos nosotros sentido para
nuestra historia y para nuestro porvenir, debe saber hasta dónde fue
engañada, hasta dónde fue traicionada, hasta dónde fue equivocada.
Para ello es imprescindible que se ventilen, en estado de
transparencia total, pero sin ninguna condescendencia, todos los
desmanes del régimen chavista.
Venezuela amanece hoy obnubilada.
Venezuela amanece contando sus bendiciones y contando también sus
mártires. Venezuela amanece a la purga de sus días pasados, y todos
somos responsables. Como tal, es un desafío histórico hacer un
ejercicio riguroso para comprendernos a nosotros mismos. Yo quiero,
por ejemplo, llegar a comprender a mis amigos que votaron por
Chávez, cuando yo mismo veía claramente el tamaño de la estafa y el
abismo de los riesgos; yo quiero entender a tanta gente inteligente
que mantuvo, entre el cinismo y el oportunismo, su apoyo a un
régimen abusivo e ilegítimo, hasta el día de la sangre. Nadie
pretende perseguir a nadie. No podemos sustituir la falsa revolución
del resentimiento por la transición de la revancha. Pero más nunca
podremos los venezolanos permitir que las instituciones de la
república se dobleguen al servicio de un poder abusivo, incluso si
es legítimo.
SOMOS QUIZAS responsables todos del discurso chavista,
de que haya saqueado nuestra palabra y nuestras conciencias. Más
nunca deberemos permitir que se nos ventile la tolerancia para
justificar y permitir, con zarpazos tácticos, la intolerancia; que
se nos eche a la cara, como una limosna del poder, el respeto a las
libertades públicas para, solapadamente, con omisión criminal y
cínica, atentar contra ellas. Más nunca deberemos aceptar que en
nombre de la democracia se manche de sangre y de abyecta corrupción
a la república. Más nunca podremos tolerar que los dineros públicos
sirvan para el beneficio de facciones políticas. Más nunca se deberá
ver en este país la organización de turbas armadas, de grupos de
choque y exterminio como pretendía hacerlo el régimen imbécil de
Hugo Chávez Frías.
LOS VENEZOLANOS TENEMOS una inmensa responsabilidad.
Ayer nació la clase media, políticamente. Una curiosa y feliz
desproporción ha hecho posible la caída de Hugo Chávez: una clase
media numéricamente minoritaria ha adquirido un peso político y una
conciencia social inusitada, hasta el punto de poder derrocar el
régimen abusivo del chavismo. Lo que la pobreza de este país ha
impedido la conformación de una mayoritaria clase media y que deberá
ser la prioridad de los tiempos que vienen, ha sido alcanzado en
términos políticos. Ello implica una responsabilidad histórica. No
podemos olvidar a los desheredados de la historia patria. Ellos, que
fueron traicionados, deberán encontrar en nosotros a un país
dispuesto a asumir la responsabilidad colectiva de esa traición y el
desafío común de inventar, para bien de todos, una nueva nación.