Los
signos lucen alentadores y ya se puede hablar de un nuevo
boom del cine alemán, si tomamos en cuenta que en los
últimos dos años varias películas germanas han tenido un éxito
tanto nacional como internacional. Empezó con Corre, Lola,
corre, seguida de En ninguna parte de Africa, como
sucesos de público del 2002, para seguir con la popularísima
Goodbye Lenin el año pasado - que ya vendió unas 8 millones
de entradas sólo en Alemania- con un tema ideológico al igual
que su predecesor, The edukators, y luego con el premio
mayor del festival Berlinale de 2004, Contra la pared,
que arrasa por toda Europa. Finalmente está el suceso taquillero
del momento, La caida de Hitler, que ya ha sido visto por
5 millones de alemanes y disputó recientemente a Mar adentro
el Oscar del 2005 a la mejor cinta extranjera.
No hay duda que Alemania, que fue una
potencia cinematográfica en otras épocas (años 1920-35 y luego
en 1955-75), está recuperándose del período de estancamiento que
sufrió en el último cuarto de siglo, mayormente por la fuerte
competencia de las películas norteamericanas, que acaparaban
hasta hace poco el 80% de los espectadores. Pero el año pasado
se produjo en Alemania más de un centenar de filmes, que han
llegado a vender un 25% de los boletos, esperándose que ese
porcentaje aumente gradualmente en el futuro inmediato. Pero
mientras Hollywood se puede permitir presupuestos promedio del
orden de unos $ 80 millones, las cintas alemanas son mucho más
modestas y cuestan diez veces menos, aunque tratan temas mucho
más sustanciosos y trascendentes, sin depender demasiado en
efectos especiales, escenas violentas y estrellas mundiales.
Sigue la fascinación con Hitler
Mientras se aproxima el sexagésimo
aniversario del fin de la II Guerra Mundial, Alemania no puede
evitar el recuerdo del notorio dictador Nazi, pero si bien
Hitler fue tratado muy despectivamente en las primeras cintas
alemanas (la primera fue El último acto, de 1956, con el
gran Oskar Werner), las nuevas generaciones –ya
desligadas del lamentable período nazi- se sienten menos
culpables de ser paisanos del nefasto personaje, dándose el lujo
de mostrar en sus filmes el lado humano de Hitler junto con sus
arbitrariedades y manías. Así es en la cinta Max, que
muestra la juventud de Hitler en Viena, cuando luchaba por
destacarse como pintor, y nuevamente en La caída de Hitler,
la más costosa producción alemana de la posguerra, con el
excelente actor suizo-germano Bruno Ganz interpretando
admirablemente al Füehrer en sus últimos días.
La cinta está basada tanto en un texto del
aclamado escritor Joachim Fest como en el relato
testimonial de la secretaria privada de Hitler, Truedl Junge,
quien sobrevivió el episodio en el bunker y vivió hasta 2002, no
sin antes narrar los bizarros incidentes sucedidos en el
inexpugnable refugio subterráneo, mientras las tropas soviéticas
terminaban de conquistar Berlín. Obviamente las escenas más
patéticas son las del tardío matrimonio de Hitler con su amante
Eva Braun, y luego el posterior suicidio de ambos, acto que fue
acompañado por el de Goebbels y su esposa Magda, que asesinaron
a sus seis niños con cianuro mientras dormían. Entre escenas en
que muestran el fútil heroísmo de los jóvenes soldados alemanes
–condecorados por Hitler en una de sus salidas del bunker-
aflora a menudo la paranoia de un tirano demente, iluso y
acorralado, que vuelve a ser humano a ratos al conmoverse con la
muerte de su mascota canina, o mientas degusta un plato de
ravioli en su última cena.
En 1973, el cine británico había tratado este
tema en Los últimos 10 días con Alec Guinness , y
nuevamente en 1981 en El bunker con Anthony Hopkins,
pero a juicio del público la actual versión alemana es la más
fidedigna, especialmente porque el dictador y otros funcionarios
son interpretados por actores alemanes y no se expresan en
perfecto inglés. Al mismo tiempo que es la crónica desgarradora
de un período decisivo de la historia mundial, La caída
es una alerta oportuna sobre los peligros del totalitarismo y
ciertos factores que lo hacen posible, tales como el fanatismo,
el servilismo y la ambición desmedida.
Otros éxitos recientes
Una muestra fehaciente de la importancia del
cine alemán en la actualidad es el recurrente éxito del festival
Berninale, que compite con los de Cannes y Venecia al
atraer anualmente cerca de 350 películas de medio centenar de
naciones, y donde las cintas alemanas concursan equitativamente
contra buenas producciones extranjeras, a diferencia del Oscar.
El año pasado, por primera vez en mucho tiempo, ganó el Oso de
Oro una película alemana, Contra la pared (Head on),
sobre los conflictos familiares de la numerosa etnia turca en la
Alemania de hoy, realizada por el cineasta turco-germano
Fatih Akin y con una interpretación inmejorable de la bella
Sibel Kekili. Otro filme, aclamado hace poco en el
festival de Miami, exhibió allí el título de The edukators
y toca el tema de la juventud rebelde, con un trío de
delincuentes (uno de ellos es Daniel Bruhl, el héroe de
Goodbye Lenin) dedicados a ‘reeducar’ a los ricachones
que acosan en sus mansiones. Por último, no puede ignorarse
Música Cubana, la última producción del legendario Wim
Wenders, empeñado en promocionar las cualidades de la música
caribeña desde el descomunal éxito que tuvo su Buena Vista
Social Club.
Pero el problema del acceso a los lucrativos
mercados de habla inglesa, sigue preocupando a los estudios
alemanes, que piensan contratar estrellas norteamericanas y
utilizar el idioma inglés en futuras producciones, como está
sucediendo con Perfume, sobre un morboso ‘serial killer’
del siglo 18, en el que se verá a Dustin Hoffman como
protagonista. Incidentalmente, su director será el joven
cineasta Tom Tykwer, el mismo de Corre Lola, corre,
que resultó un éxito descomunal y un original thriller de
bajo presupuesto, demostrando que la creatividad puede ser muy
rentable si se tiene un buena historia que contar. Hace un par
de años, la obra de la joven directora Caroline Fest,
En ninguna parte de Africa (Nowhere in Africa) hechizó a los
públicos con su penetrante relato sobre una pareja de judíos que
escapan de la Alemania nazi para radicarse en la Kenia colonial,
un drama intimista que fue nominada al Oscar del 2003. Como
puede verse, desde inicios de este siglo el cine alemán ha hecho
sentir su presencia en todo el mundo, haciendo presagiar
renovados logros artísticos en el futuro previsible.
rpalmi@yahoo.com
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