La
ola de hostilidad anti japonesa, que se ha estado desarrollando
en al menos 10 grandes ciudades de la China, desde hace 15 días,
supuestamente en virtud o a causa de la revisión de los libros
oficiales de historia en Japón, nos lleva a establecer un
presagio de carácter pesimista, entre otras cosas por cuanto es
bien sabido que en China es imposible que se produzcan protestas
de calle espontáneas.
De igual forma y a decir por el poco centimetraje que la prensa
internacional le ha estado otorgando a los acontecimientos antes
señalados, podríamos intuir que en razón del éxito económico
chino los medios occidentales estarían temerosos en cuanto a
otorgarle al asunto la seriedad que merece.
El hecho que el ministro de asuntos exteriores chino Li Zhaoxing,
se haya negado éste fin de semana a presentar sus excusas ante
su homologo japonés, nos dejaba claramente entender que estamos
ante una ofensiva ideológica de una gran amplitud, como todo lo
que hace la China.
¿Pero contra quién y por qué?
Saltan varias hipótesis, la primera en virtud del por ahora,
fracaso estratégico de la China respecto a Taiwán, en virtud que
éste último está siendo fuertemente apoyado por Japón y los
EE.UU.
La segunda, sería mas fácil para la China atacar a Japón que a
los EE.UU. comercialmente hablando, Japón es mucho más débil por
cuanto 36% de sus exportaciones se hacen en dirección de la
China y a través de los nipones, China envía un mensaje a los
EE.UU. para que estos dejen de cercarlos políticamente.
La tercera tiene que ver con la política interior china, donde
una corriente nacionalista integral de parte de algunas
facciones políticas, en medio del desarrollo económico actual,
encuentra un caldo de cultivo en la igualmente creciente
desigualdad económica y social que grandes sectores de la
población china padecen.
La cuarta, va
desde la actual alta dirigencia política china la cual en su
mayoría está compuesta por políticos de formación universitaria
liberal y moderada. Sin embargo, en el buró político quedan unos
cuantos dinosaurios que se niegan a aceptar los avances de la
corriente liberal dentro de la dirigencia política china. Muchos
de estos retardatarios ocupan altos cargos en el Ministerio de
Interiores, dirigen la policía y manejan los servicios secretos
y no hacen otra cosa que enviar señales al mejor estilo maoísta.
Por lo que la libertad que la policía china le ha otorgado a los
manifestantes anti Japón, al permitir que estos abran el fuego
por ahora simbólico contra los nipones, lleva indiscutiblemente
el sello de un viejo pero no desaparecido savoir faire político
maoísta.
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