No
se deje chantajear. No vote si no quiere; con el mismo derecho
que tienen quienes desean hacerlo. No se deje amedrentar,
especialmente por los que han provocado su abstención, que no
son otros que los autores del fraude del revocatorio y también
los que lo dejaron a usted colgado de la brocha en la madrugada
del 16 de agosto. No se deje intimidar por quienes hoy le piden
el voto y ayer no hicieron nada para que su voto valiera. Si
usted quiere votar, hágalo; pero, si no lo quiere hacer,
recuerde que esa conducta también es una acción, tan válida como
la otra. No crea en la bobería que le dicen quienes lo ofenden,
señalándole que abstenerse es no actuar, eso es falso. Es una
acción rebelde, cuyas consecuencias no las verá el 5 de
diciembre, sino a lo largo de una trayectoria. No admita la
necedad del chantajista que le dice que no votar es votar por
Chávez, cuando usted ya sabe que los puestos de la Asamblea
Nacional ya están distribuidos por los autores del fraude. Si no
lo desea, no atienda el llamado de algunos de los diputados
actuales, con récord de inasistencia a la Asamblea Nacional, que
piden hoy el voto para ir a esa misma institución. Usted tiene
derecho a no creer en aquellos que en 2004 le dijeron que las
negociaciones "iban bien" para el RR, cuando hoy le dicen a cada
rato, casi como voceros de Jorge Rodríguez Gómez, que las
negociaciones "van bien". Dicho lo anterior, permítase a este
narrador pensar que hay una última oportunidad para el
reencuentro.
El problema. El país tiene
muchas tragedias a cuestas, una de ellas es la desarticulación
de la disidencia. Aunque ésta es poderosa, su carencia de unidad
y organicidad se le convierte en debilidad. El problema
estratégico central de los sectores democráticos consiste en
unirse bajo patrones diferentes a los hasta ahora
experimentados. La oportunidad existe; sin embargo, requiere de
una dosis de audacia, desprendimiento y visión que no están
garantizados. Si todos los partidos retiran las candidaturas y
se genera un formidable movimiento que rechace el fraude
electoral, se abren las compuertas para un poderosísimo
movimiento popular social para el año 2006.
El voto y sus condiciones. En
una democracia, votar no se discute. Se vota y punto, porque es
el mecanismo para el relevo de la representación popular en los
organismos del Estado. En un sistema político que no es
democrático, como es el caso de Venezuela, el voto depende de
las conveniencias políticas; si sirve o no sirve para la causa
democrática. Así como no debe haber abstencionismo automático,
en estas condiciones tampoco existe una participación
automática. Todo depende.
Este es un tema que divide hoy
diversos enfoques. Unos sostienen que votar es la mejor manera
de hacer presente la protesta y otros piensan que el método
aconsejable es el de la abstención. Pese a esta gruesa
diferencia, pocos dudan del carácter fraudulento del proceso
electoral en marcha, de la falta de idoneidad del CNE y del
diseño tramposo que preexiste al acto de votación, que ya tiene
las cuotas asignadas. A pesar de esta visión compartida, hay
diferencia entre los que se abstienen y los que desean votar.
Esa diferencia, además, se
corresponde con una división política muy honda. La mayoría de
los abstencionistas pertenecen a la sociedad civil, desencantada
por las prácticas partidistas, tanto de la oposición como del
Gobierno; en tanto, los promotores de la participación se
identifican, mayoritariamente, con los partidos. La equivalencia
entre partidos y participación y, del otro lado, la
identificación entre abstención y sociedad civil, pareciera ser
el signo del momento actual. Al rescoldo de esa división
iniciada el 16 de agosto en la madrugada, cuando los jefes
partidistas no supieron, quisieron o pudieron dar una respuesta
apropiada al fraude, se ha colado el desencanto y han aumentado
las distancias.
La trampa electoral. El CNE
hace algunas concesiones después de triturar los derechos y las
garantías de los venezolanos desde hace dos años. Lo hace porque
sabe que la abstención promete ser muy poderosa, y que los
partidos todavía tienen sus dudas. Sin embargo, el desarrollo
del fraude continuado ya ha hecho su labor en el Registro
Electoral, en las cedulaciones tramposas, en la miserable
intimidación apadrinada por los dueños del poder y en la abierta
represión.
En los partidos hay dudas. No
solo por las condiciones electorales tan bellacas, sino porque
los candidatos se ven ahogados y sin recursos, casi paralizados
y enfrentados a una campaña opulenta del Gobierno y sus
parásitos. Debe recordarse que los partidos políticos tienen
casi en cero sus fuentes de financiamiento; no reciben dinero
del Estado, los empresarios andan temerosos de aportar a los
partidos por las represalias oficiales e internacionalmente no
hay mucha comprensión de la indigencia partidista. El resultado
es que estas organizaciones están casi en la inopia.
Después de haber ahogado el
significado competitivo de las elecciones, el CNE hace algunas
concesiones para lavarse la cara, pero con partidos inanes por
la asfixia. Con contendores al borde del colapso, viene el
Gobierno y los invita a correr los 400 metros planos.
Es el momento. En estas
condiciones podría ocurrir un retiro masivo de candidaturas, lo
que podría producir, como dijo el jefe de la Misión de la OEA,
Rubén Perina, una gran deslegitimación por la vía de la
abstención. Si esta abstención fuese encabezada por los partidos
se podrían producir dos resultados importantes: el primero es
que se engendraría una unificación de toda la sociedad
democrática; el segundo, sería la dotación de una dirección
incipiente para las jornadas de lucha del año próximo. Esa
abstención no implica que se adopte esta táctica para siempre.
Bien podría desarrollarse esa política ahora y el año que viene,
si conviene a las fuerzas democráticas ir a la contienda
presidencial.
Supóngase que hay una
gigantesca abstención en un marco unitario y que en enero los
partidos y las organizaciones de la sociedad civil comienzan a
escoger un candidato presidencial, entre la docena y media de
aspirantes que parecen andar por allí. Este enfoque cambiaría
totalmente la situación y abriría una compuerta para la unidad.
El propio proceso de selección
de un candidato presidencial el año 2006 a través de una
consulta democrática, por ejemplo elecciones primarias,
permitiría la formación de un liderazgo reconocido. En su
momento se vería si hay condiciones para participar en esas
elecciones o si, por el contrario, la abstención fuese lo
aconsejable. Tal política no puede ser establecida desde ahora,
sino que depende de las condiciones que, en su momento, se
planteen.
Respetar a los electores. Los
partidos y algunos de sus candidatos están cometiendo un error
fatal cuando atacan a los ciudadanos que se van a abstener
ahora. No entienden que la abstención de los electores de hoy es
resultado de la abstención de los dirigentes en la madrugada del
16 de agosto del año pasado.
Hay una última oportunidad
estos días. Ojalá se aproveche.
carlosblancog@cantv.net