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Si hay condiciones, hay unidad
por Carlos Blanco / El Universal
domingo, 6 noviembre 2005

 
Uno de los argumentos predilectos de los promotores de concurrir a votar en diciembre es descalificar la actitud abstencionista acusándola de que es un "no-hacer", la denuncian como si equivaliera a quedarse en la casa comiendo papitas fritas, tomándose una "fría" y viendo Globovisión. Mientras que, por el contrario, "hacer algo" sería levantarse heroicamente de la cama y asistir a votar con bravura y furia. Frente a los abstencionistas declarados en estado de coma y cama el 4 de diciembre, estarían los valientes que se atreverían a desafiar el sol o la lluvia al concurrir a la mesa de votación. Esta visión, que varios dirigentes de los partidos declaman, profundiza la voluntad abstencionista. Además, revela incomprensión y desprecio a un sector de la ciudadanía que tiene una actitud política que considera correcta, con tanto derecho como los que quieren votar.

Razones. Los partidos han esgrimido razones para ir a las elecciones; sin embargo, la fundamental de las cuales es que abstenerse no conduce a ninguna parte. Lo que no terminan de explicar los dirigentes es cómo, en el marco de un descomunal fraude institucional, se puede lograr algo, que no sea que algunos de sus dirigentes _muy pocos, en verdad_ sean electos para la Asamblea Nacional.

Es cierto que si la abstención es masiva, el 5 de diciembre el país puede amanecer con una AN totalmente chavista, para que el régimen pueda hacer lo que le dé la gana. Si la abstención no fuera masiva, el 5 de diciembre el país puede amanecer con una AN casi (léase bien, casi) totalmente chavista, para que el régimen pueda hacer igualmente lo que le dé la gana.

Si en ambas posiciones el resultado será aproximadamente igual, en el sentido de que el tipo de control absoluto que el régimen procura lo va a obtener de todos modos, no por los votos sino por el fraude en marcha, entonces la discusión debe desplazarse hacia otro lado. Entre otras cosas porque se notará que varios de los dirigentes que están en campaña son diputados y tienen notables expedientes de inasistencia a la AN, para cuya elección vuelven a solicitar los votos de los electores; lo cual demuestra, en los hechos, que la AN se ha vuelto, al menos para algunos diputados, un lugar irrelevante para la lucha política.

Si el problema real a resolver no es ganar unas elecciones cuyos resultados ya están resueltos de antemano, cabe entonces preguntarse cuáles son los objetivos que la sociedad democrática debe abordar con este evento electoral.

Hay muchas cuestiones por resolver; sin embargo, dos son esenciales: la unidad popular democrática y la dirección política de ese movimiento. Salvo por razones de propaganda, no se puede decir que la alianza electoral de un grupo de partidos sea "la unidad de la oposición". Eso no es cierto y, peor aun, no lo cree nadie. Ese es un entendimiento limitado, sin demasiada ambición histórica, realizado entre partidos que tienen muchas dudas sobre los pasos que dan en este momento y apremiados por contradicciones internas en torno a esta materia, que no logran resolver. Sin embargo, más allá de esta circunstancia, la unidad es necesaria y pasa porque los partidos reconozcan la separación que hay entre ellos y un sector significativo y muy potente de la sociedad civil.

La unidad que tiene sentido es la que se podría construir entre esos partidos y el movimiento ciudadano disidente, a partir del reconocimiento de la realidad en la cual se encuentra éste, que no es otra que la de un total descreimiento respecto de las bondades de la participación electoral. El camino para ese encuentro está a la mano: exigir el cumplimiento de condiciones irrenunciables, sin las cuales no se participará en la bufonada electoral. Si se dieran _cosa a estas alturas improbable, pero no imposible_ todos, incluidos los abstencionistas, participarían. De no darse; todos, incluidos los partidos que han postulado candidatos, se unirían en un formidable frente que denunciaría el fraude en marcha.

El encuentro entre los partidos y la sociedad civil crea unas bases para que pueda emerger con más propiedad _y madurez_ una dirección política.

El día despues. Varios de los partidarios de ir a votar inquieren sobre el día después, el 5 de diciembre, y, como queda dicho, no hay manera de superar el "ratón" si se espera algo distinto al fraude diseñado, sea que se vote, sea que no se concurra. De allí que la solución al dilema del 4 de diciembre no está en ese día sino, muy probablemente, antes de ese día. Piénsese, por ejemplo, si AD y Primero Justicia, cuyas voluntades de participación electoral están fuera de duda, emplazan de manera terminante a los dueños de las elecciones con las condiciones que Súmate ha difundido hasta la saciedad.

Si esas condiciones no se aceptan se pueden tener dos resultados antes del 4 de diciembre: el primero es la evidencia compacta ante los ojos del país, de los observadores y del mundo, de la magnitud del fraude diseñado; segundo, la reunificación progresiva de los sectores de oposición.

Desde esta perspectiva, no conviene el choteo que algunos tienen con respecto a quienes invocan el artículo 350 de la Constitución o en relación con quienes hablan de resistencia pacífica o desobediencia civil. Puede que hoy no se sepa con qué se come eso; pero lo que es cierto es que la sociedad democrática anda en una búsqueda de cómo hacer para enfrentarse al militarismo socialista. Todas esas son exploraciones, como las suelen hacer las sociedades, en su aprendizaje para desembarazarse de las autocracias. Unos hacen muñecos, esqueletos o colocan auyamas; otros organizan manifestaciones; los de más allá interpretan los alcances del artículo constitucional que ampara la rebelión; algunos se organizan para la resistencia pacífica; y no faltan quienes crean que lo mejor es participar en las elecciones, así sea para recibir "con la frente en alto", como se dice ahora entre los políticos, el ultraje del fraude.

Descalificar esas búsquedas no sólo es impropio de quienes tienen en sus alforjas una colección de errores innecesarios, sino que son los principales responsables de que las fuerzas democráticas se encuentren al garete. Puede que hoy el 350, la resistencia, la desobediencia y otros términos no sean más que palabras, pero, sin necesidad de recordar que al principio fue el verbo, son símbolos de cómo las sociedades buscan caminos. Es posible que más pronto que tarde esas palabras-palabras se conviertan en palabrasfuerza o en palabras-combate. La aparición de un Comando Nacional de Resistencia le comienza a dar forma a lo que no era sino un número perdido en los huecos negros de la Constitución.

El susto oficial por los esqueletos, fantasmas y auyamas no es más que el indicio de un miedo que sube por la rabadilla, se trepa al cuello y se instala en los cerebritos de los próceres. Noviembre brinda el tiempo suficiente para reajustar políticas y tácticas.

carlosblancog@cantv.net

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 Artículo publicado en el diario, El Universal, edición del domingo 6, noviembre 2005

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