Para
todo efecto práctico institucional y democrático, las elecciones
del 4 de diciembre están suspendidas por los ciudadanos y por
los partidos políticos. El Gobierno puede tratar de hacerlas,
pero no será más que una estúpida parodia, sin capacidad de
engañar a nadie. Los partidos y diversas organizaciones se han
sumado a la abstención y ésta es una formidable experiencia que
puede presagiar nuevas victorias para la democracia.
Los ciudadanos de la disidencia, descreídos de
la manipulación fraudulenta del CNE, engendraron una
poderosísima corriente de opinión sobre las características
tramposas que han tenido y tienen las elecciones en el país. El
punto culminante fue cuando agarraron a los autores del fraude
con las manos en la masa, lo cual confirmó (ojo, confirmó, sin
que quepa duda alguna) que las elecciones anteriores y el RR
también fueron fraudulentos. Cuando el CNE aceptó retirar las
máquinas cazahuellas, lejos de amainar la crítica, ésta subió de
tono al corroborar la estafa precedente.
Los partidos políticos, en gesto que los
honra, oyeron el clamor de la calle y se convencieron de que en
estas condiciones no tenía sentido alguno participar en una
pantomima. Algunos que preguntaban qué se obtenía con la
abstención ahora ya tienen una respuesta inicial. Aun antes de
que se produzca el próximo domingo el repudio cívico a la farsa
oficial, se tiene un resultado concreto y valiosísimo: la
unidad; ha comenzado a crearse una base más potente que antes
para la unidad. Las contradicciones no han cesado, pero AD,
Primero Justicia, Proyecto Venezuela, Copei, junto a otras
organizaciones, han dado un viraje trascendental para el
encuentro con la sociedad civil. En este encuentro de la
disidencia democrática, los partidos, Súmate y las
organizaciones sociales tienen la obligación y la oportunidad de
construir un vigoroso movimiento ciudadano unitario. Esta
posibilidad de entendimiento nace por la concurrencia de una
vasta fuerza ciudadana que se pronunció por la abstención y de
los dirigentes partidistas que se hicieron sensibles al reclamo;
los cuales, por su parte, tomaron clara conciencia del fraude en
marcha.
Ahora comienza otra lucha. Ya no es el
Parlamento el escenario de la confrontación por la democracia,
sino la calle. Esto no significa choques aventureros o
innecesarios, sino la apertura de las compuertas para un proceso
de organización de la mayoría ciudadana, que se expresará en las
próximas jornadas de lucha, sean electorales o no.
Por lo pronto, a la abstención masiva del
domingo, si es que el Gobierno se atreve a seguir con las
elecciones, debe seguir la lucha por la eyección de todos los
miembros del CNE de sus cargos. Ya está claro que con la gavilla
electoral del oficialismo no puede haber elecciones limpias y
libres. La remoción del CNE es condición irrenunciable para
cualquier nuevo evento electoral.
Los eternos plañideros dirán el 5 de diciembre
que no pasó nada con la abstención, sino que el Gobierno tiene
toda la Asamblea Nacional. Lo que no querrán admitir es que si
el Gobierno se coge la AN, los partidos y la sociedad civil, con
un potente movimiento de unidad democrática, tienen la inmensa
oportunidad de agarrar la calle. La unidad y el escenario de la
calle constituyen el primer resultado práctico de la abstención.
carlosblancog@cantv.net