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Carlos Fuentes y la falsa inocencia - por Aníbal Romero
miércoles, 12 enero 2005

 

 

El escritor mexicano Carlos Fuentes tiene una obsesión: se llama George W. Bush. Fuentes no se resigna al hecho de que Bush fue reelecto, y continúa su estéril campaña contra el Presidente norteamericano. Nada que haga Bush puede ser bueno para Fuentes, ni siquiera derrocar a uno de los más sanguinarios dictadores del Medio Oriente. Pero todos tenemos derecho a nuestras obsesiones, y la de Fuentes pareciera inofensiva, en tanto que la misma proyecta no poco del complejo de inferioridad latinoamericano frente a Estados Unidos. Como tal, no es una obsesión nueva al sur del Río Grande.

No obstante, el asunto es más complicado. Los escritos de Fuentes sobre su obsesión favorita ponen de manifiesto una visión de la política internacional que se presume inocente, pero está lejos de serlo. Fuentes cuestiona todo lo que Bush hace y deja de hacer, supuestamente en función de una alternativa, que el escritor mexicano presenta como virtuosa. Lo cierto, sin embargo, es que nada es inocente en las relaciones internacionales.

Fuentes asume que existe un inequívoco principio de legitimidad en el
mundo actual, y que ese principio se identifica con las decisiones del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La ausencia de la expresa autorización de ese órgano constituye para Fuentes un decreto de inexorable carencia de legitimidad para la guerra de Irak, compartiendo con ello las opiniones de los gobiernos alemán y francés.

Pero Fuentes olvida, entre otros casos, la guerra de Kosovo en 1999. En esa ocasión los europeos y Estados Unidos intervinieron militarmente sin autorización del Consejo de Seguridad, y sin que Serbia hubiese agredido a ningún país (aunque estaba exterminando a su población albanesa). Sin embargo los europeos argumentaron que esa guerra era "legítima". ¿Por qué Kosovo sí e Irak no? Pues porque no existe ni puede existir, en un mundo de Estados soberanos, un concepto unívoco de legitimidad global como lo pretende Fuentes, quien olvida las decenas de violaciones que Saddam Hussein hizo de las sanciones de la ONU, así como los negocios turbios de los europeos con el tirano. Pierde también de vista que la ONU en nada se asemeja al ideal que algunos se hacen de ella. Es una organización inoperante, enferma de hipocresía, y cuyo Secretario
General se encuentra bajo serias sospechas de corrupción. O la ONU se reforma radicalmente o muere.

Fuentes presume que todo ha marchado mal en Irak desde que Washington decidió deponer la dictadura de la minoría sunita. Ello tampoco es cierto. No se trata de un asunto fácil que vaya a resolverse en corto tiempo, pero comparar a Irak con Vietnam es absurdo. En Vietnam, para mencionar una instancia ilustrativa, muchas veces morían mil soldados norteamericanos o más a la semana; en Irak han muerto 1500 en casi dos años, enfrentando una insurgencia que de triunfar retornaría Irak a la dictadura, al dominio total de la minoría sunita o de los sectores fundamentalistas. En lugar de ello, en cuestión de semanas habrá elecciones en Irak. Por supuesto, la minoría sunita y los fundamentalistas ven con horror el triunfo de la democracia en ese país.
Tienen razón: para ellos será el comienzo del fin.

Fuentes asume que la democracia es imposible en el mundo musulmán. ¿Qué dice entonces de la India, Bangladesh, Indonesia y Turquía? Fuentes acusa a Washington de atreverse temerariamente a propagar los principios de la democracia occidental en el mundo árabe, pero el que adopta una postura de superioridad cultural es el mexicano, quien plantea que la libertad existe para ser disfrutada por algunos y no por otros. Antes criticaba a Washington por sostener a los dictadores. Hoy le critica por derrocarles. ¿En qué quedamos?

Uno se pregunta cuando lee ciertos editoriales en nuestra prensa, o la
prensa "liberal" en Estados Unidos y Europa: ¿Qué es lo que de veras
desean los críticos de Bush en Irak? ¿Que la iniciativa norteamericana
fracase y triunfen los saddanistas? ¿Que la democracia sea una quimera en el Medio Oriente? ¿Que Osama Bin Laden y los suyos se impongan en el mundo árabe? ¿Qué es lo que quieren?

No hay inocencia en las tesis de Fuentes. Lo que hay es un profundo e irracional anti-yanquismo, que se palpa con claridad en los libros en
que toca el punto de las relaciones hemisféricas, libros en que se
percibe una especie de revanchismo hacia Estados Unidos, que ahora --sostiene el escritor-- están siendo "pacíficamente invadidos" por los latinoamericanos, y en especial los mexicanos, quienes así recuperarán lo perdido en las guerras del pasado. Todo esto suena extraño y sorprendente viniendo de un intelectual prestigioso. Pero invito a los lectores a constatarlo por sus propios medios. La política de Fuentes no es inocente.

 

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