El
escritor mexicano Carlos Fuentes tiene una obsesión: se llama
George W. Bush. Fuentes no se resigna al hecho de que Bush fue
reelecto, y continúa su estéril campaña contra el Presidente
norteamericano. Nada que haga Bush puede ser bueno para Fuentes,
ni siquiera derrocar a uno de los más sanguinarios dictadores
del Medio Oriente. Pero todos tenemos derecho a nuestras
obsesiones, y la de Fuentes pareciera inofensiva, en tanto que
la misma proyecta no poco del complejo de inferioridad
latinoamericano frente a Estados Unidos. Como tal, no es una
obsesión nueva al sur del Río Grande.
No obstante, el asunto es más complicado. Los escritos de
Fuentes sobre su obsesión favorita ponen de manifiesto una
visión de la política internacional que se presume inocente,
pero está lejos de serlo. Fuentes cuestiona todo lo que Bush
hace y deja de hacer, supuestamente en función de una
alternativa, que el escritor mexicano presenta como virtuosa. Lo
cierto, sin embargo, es que nada es inocente en las relaciones
internacionales.
Fuentes asume que existe un inequívoco principio de legitimidad
en el
mundo actual, y que ese principio se identifica con las
decisiones del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La ausencia de la
expresa autorización de ese órgano constituye para Fuentes un
decreto de inexorable carencia de legitimidad para la guerra de
Irak, compartiendo con ello las opiniones de los gobiernos
alemán y francés.
Pero Fuentes olvida, entre otros casos, la guerra de Kosovo en
1999. En esa ocasión los europeos y Estados Unidos intervinieron
militarmente sin autorización del Consejo de Seguridad, y sin
que Serbia hubiese agredido a ningún país (aunque estaba
exterminando a su población albanesa). Sin embargo los europeos
argumentaron que esa guerra era "legítima". ¿Por qué Kosovo sí e
Irak no? Pues porque no existe ni puede existir, en un mundo de
Estados soberanos, un concepto unívoco de legitimidad global
como lo pretende Fuentes, quien olvida las decenas de
violaciones que Saddam Hussein hizo de las sanciones de la ONU,
así como los negocios turbios de los europeos con el tirano.
Pierde también de vista que la ONU en nada se asemeja al ideal
que algunos se hacen de ella. Es una organización inoperante,
enferma de hipocresía, y cuyo Secretario
General se encuentra bajo serias sospechas de corrupción. O la
ONU se reforma radicalmente o muere.
Fuentes presume que todo ha marchado mal en Irak desde que
Washington decidió deponer la dictadura de la minoría sunita.
Ello tampoco es cierto. No se trata de un asunto fácil que vaya
a resolverse en corto tiempo, pero comparar a Irak con Vietnam
es absurdo. En Vietnam, para mencionar una instancia
ilustrativa, muchas veces morían mil soldados norteamericanos o
más a la semana; en Irak han muerto 1500 en casi dos años,
enfrentando una insurgencia que de triunfar retornaría Irak a la
dictadura, al dominio total de la minoría sunita o de los
sectores fundamentalistas. En lugar de ello, en cuestión de
semanas habrá elecciones en Irak. Por supuesto, la minoría
sunita y los fundamentalistas ven con horror el triunfo de la
democracia en ese país.
Tienen razón: para ellos será el comienzo del fin.
Fuentes asume que la democracia es imposible en el mundo
musulmán. ¿Qué dice entonces de la India, Bangladesh, Indonesia
y Turquía? Fuentes acusa a Washington de atreverse
temerariamente a propagar los principios de la democracia
occidental en el mundo árabe, pero el que adopta una postura de
superioridad cultural es el mexicano, quien plantea que la
libertad existe para ser disfrutada por algunos y no por otros.
Antes criticaba a Washington por sostener a los dictadores. Hoy
le critica por derrocarles. ¿En qué quedamos?
Uno se pregunta cuando lee ciertos editoriales en nuestra
prensa, o la
prensa "liberal" en Estados Unidos y Europa: ¿Qué es lo que de
veras
desean los críticos de Bush en Irak? ¿Que la iniciativa
norteamericana
fracase y triunfen los saddanistas? ¿Que la democracia sea una
quimera en el Medio Oriente? ¿Que Osama Bin Laden y los suyos se
impongan en el mundo árabe? ¿Qué es lo que quieren?
No hay inocencia en las tesis de Fuentes. Lo que hay es un
profundo e irracional anti-yanquismo, que se palpa con claridad
en los libros en
que toca el punto de las relaciones hemisféricas, libros en que
se
percibe una especie de revanchismo hacia Estados Unidos, que
ahora --sostiene el escritor-- están siendo "pacíficamente
invadidos" por los latinoamericanos, y en especial los
mexicanos, quienes así recuperarán lo perdido en las guerras del
pasado. Todo esto suena extraño y sorprendente viniendo de un
intelectual prestigioso. Pero invito a los lectores a
constatarlo por sus propios medios. La política de Fuentes no es
inocente.

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