La
edad de piedra no se acabó por falta de piedras y la era del
petróleo se acabará antes de que el mundo se quede sin petróleo.
Esta frase tiene años rodando y cada vez parece más una profecía
que un chiste. Si bien los hidrocarburos prometen ser la
principal fuente de energía para el siglo XXI, el desarrollo de
alternativas es cada vez más claro, e incluso, mejor negocio.
Cuánto petróleo queda en el planeta
es una pregunta cuya respuesta cambia cada año. Los pesimistas
dicen que ya hemos alcanzado el pico de las reservas y que de
ahora en adelante el crudo es más escaso, difícil de explotar y
de refinar. Quienes ven el vaso medio lleno dicen que las nuevas
tecnologías, exploraciones en áreas remotas y eficiencia en el
consumo empujan el fin de la era del petróleo hacia el siglo
XXII. Pero con unos precios sobre los $50 los gobiernos y las
compañías están invirtiendo cada vez más en energía solar,
nuclear, eólica, gas natural, celdas de hidrógeno y biomasa.
Hace cinco años el entonces presidente de la Shell, Sir Moody-Stuart
declaró “tenemos que satisfacer las necesidades energéticas de
nuestros clientes, incluso si esto significa dejar los
hidrocarburos atrás”
La crisis de precios en 1970 obligó a los consumidores a buscar
alternativas energéticas y a estimular la conservación y
eficiencia. Como apunta esta semana la revista The Economist
en su informe especial “los gobiernos serían prudentes si
aceleraran el final de la era del petróleo”. Si bien hoy en día
no se puede hablar de crisis mundial, la inestabilidad del
mercado y las complicaciones geopolíticas de la dependencia
petrolera están motivando la apertura de alternativas. Además
está el factor ecológico que gana terreno.
General Electric pronostica para este año ganancias de $ 2
millardos en su división eólica. En Europa y EE.UU. la energía
nuclear vuelve a tomar fuerza con el desarrollo de nuevas
plantas. La General Motors planea tener para 2010 la tecnología
de celdas de hidrógeno disponible en un millón de autos y ya hay
modelos híbridos (que combinan motores eléctricos y de gasolina)
en el mercado. En países como Brasil y EEUU crece la inversión
para hacer más eficiente el combustible de biomasa, es decir,
derivado de caña de azúcar o maíz.
Para el presidente de Exxon, Lee Raymond, esas inversiones son
una pérdida de dinero, pues sus proyecciones son que para 2030
el 95% del transporte se moverá con hidrocarburos y la
producción de energía dependerá fuertemente del petróleo. Dos
terceras partes de las potenciales reservas mundiales no han
sido explotadas o no son rentables pero quizás lo sean en el
futuro. Según él, hay petróleo para rato.
Mientras la sed del
planeta aumenta (el consumo de hidrocarburos creció 3.4% el año
pasado, muy por encima del promedio) la industria y los
gobiernos miran más allá de la próxima curva. El asunto no es
cuándo se acabará el petróleo, sino cuándo dejará de ser la
sangre del sistema
Y cuando esto pase
¿cuánto valdrá el oro negro?
ebravo@unionradio.com.ve
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