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Rosales y los estrategas de la derrota
por Antonio Sánchez García
miércoles, 23 agosto 2006

 

“No hay peor ciego que el que no quiere ver”
Refranero popular

 
1
 
15 DE AGOSTO, PARTE 2

Como si la incapacidad para asimilar, metabolizar y enriquecer las propias experiencias a través de los errores del pasado fuera un mal endémico de la sociedad venezolana, henos aquí reciclando para nuestra infinita desgracia una de las vivencias políticas más frustrantes del pasado, la del 15 de agosto de 2004. Y tras de ellas el mal de una sociedad infestada hasta la médula de populismo estatólatra e inmediatismo electorero. Que me perdonen los viejos amigos de la izquierda venezolana: el comando de campaña del gobernador zuliano Manuel Rosales huele a Movimiento al Socialismo en todas sus variopintas versiones – y hay que ver la camaleónica potencialidad del partido fundado por Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez como para que después de darle piso político al teniente coronel golpista en 1998 se desgajara en dos vertientes: una con el régimen, la otra con la oposición o se multiplicara, como los panes testamentarios, en tantas ONG’s aparentemente inofensivas y humanitarias como cabe en el imaginario político. Pero no sólo al MAS de nuestros infortunios: también huele al viejo y ya desvencijado petro-estado populista, a tramoya cuarto-republicana, a politiquería de viejo cuño. Tal pareciera que estamos en vías de reeditar las tristemente célebres hazañas de la CD. Como si aquí, entre el 11 de abril de 2002 y el 4 de diciembre de 2004, no hubiera pasado absolutamente nada. Provoca  escribir un Elogio de la ceguera. Con perdón del inefable, consuetudinario y soporífero José Saramago. 

Que quede claro desde un comienzo que no estuvimos en contra de la lucha cívica y democrática por revocar al presidente de la república. Muy por el contrario,  respaldamos las luchas por el Referéndum Revocatorio con todas nuestras fuerzas y hasta el último segundo. El que precedió al lamentable derrumbe de la Comisión Política de la CD aquella aciaga madrugada del 16 de agosto de 2004, tras conocerse los fraudulentos resultados que se nos impusieran a sangre y fuego desde el CNE. Como tampoco estamos en contra de la lucha por enfrentar a Hugo Chávez en el terreno electoral para este 3 de diciembre de 2006, según pauta la constitución. Pero estuvimos entonces y estamos ahora por comprender esas luchas libradas en el terreno electoral como momentos de un enfrentamiento a fondo mucho más amplio y general, sin claudicaciones y hasta el último aliento contra el totalitarismo del caudillo, encubierto tras la mascarada de estratagemas electoreras, en donde el voto es un artilugio manipulado a los fines de la legitimación de un régimen ilegítimo. Estuvimos y estamos por enfrentar a Chávez y sus afanes totalitarios en todos los terrenos, el electoral incluido, sin olvidar que vencerlo y erradicar  las taras que lo hacen posible es una obligación de moral republicana y democrática. Pero sin dejar jamás de tener presente que no estamos tan solo ante un mal gobierno: estamos ante un proyecto dictatorial y totalitario que es preciso combatir sin descanso y hasta sus últimas consecuencias. 

2 

O ELECCIONES LIMPIAS O CAOS Y DESINTEGRACIÓN 

            No nos cansaremos de afirmarlo: las elecciones constituyen un campo de combate de inapreciable importancia, si bien en circunstancias excepcionales como las que vivimos en la Venezuela chavista no agotan la acción política.  Pueden coadyuvar al desarrollo de las condiciones sociales y políticas que permitan una gran acumulación de fuerzas democráticas para enfrentar y derrotar al autocratismo reinante. Pero bajo una condición irrecusable: siempre y cuando no sirvan de trámite formal para montar un fraude legitimatorio. Como sucediera, por cierto, con la interminable y agotadora tramoya del RR – desde su atribulada partida con el Firmazo el 19 de agosto del 2003 hasta el pesadillesco 15 de agosto del 2004 - y lo que podría volver a ocurrir con el proceso electoral de diciembre si se cumple bajo los mismos predicamentos que condujeran casi inexorablemente a la tragedia del RR: aceptando imposiciones capciosas, violentas y extra legales, así como reglas comiciales absolutamente inconstitucionales. O rechazando de partida la movilización popular generada por la marea electoral a los fines de imponer, por la fuerza del movimiento democrático y popular, la restauración de nuestra dañada y perturbada tradición democrática. En otras palabras: cometeremos un error infinitamente más grave que el ya cometido durante el largo proceso fraudulento que culminara el 15-A si desconocemos que nuestro problema es existencial y atañe a la esencia de nuestra vida republicana. No está en juego la presidencia de la república: está en juego nuestra vida democrática. No está en juego un cargo en Miraflores: está en juego la libertad de la nación. No están en juego determinados porcentajes matemáticos, manipulados a la discreción de empresas encuestadoras cómplices del juego gobiernero: está en juego la historia, la vida, el honor de Venezuela. 

            Si tuviera que señalar los dos más graves errores que condujeron a la prolongada y evitable tragedia del 15-A, señalaría dos imperdonables: la desbordada autosuficiencia de sabernos mayoría y creernos invencibles, de una parte; la descomunal ingenuidad de creer en la buena fe del chavismo y rechazar de antemano la posibilidad de caer víctimas de sus manejos fraudulentos, de la otra. En buen cristiano: creímos con fe de carboneros que arrasaríamos electoralmente – lo que no estaba en absoluto lejos de la verdad – y que el proceso electoral mismo, sin importar las marramuncias de Jorge Rodríguez & Cia. con su parafernalia de Smartmatic,  estaba blindado a favor de una plena e inocultable objetividad electoral – lo que constituyó un crimen de lesa estupidez. Ello fortaleció dos garrafales y contumaces malentendidos: o saldríamos de Chávez transitando la ruta electoral o no saldríamos de Chávez, fue el primero de ellos. El segundo de ellos y su necesario correlato, hecho ley de la comisión de estrategia de la CD: todo plan B era innecesario y contraproducente. Comprendiendo como “ruta electoral” la subordinación de todo enfrentamiento político al estricto campo electoral. Entendiendo por Plan B, el desarrollo estratégico de acciones complementarias orientadas a defender las instituciones, los valores y los derechos constitucionales, desde la desobediencia civil hasta el conjunto de acciones tácticas garantizadas por el artículo 350 de la constitucional nacional. Posibilidad ejemplar de ese Plan B: paralizar al país de manera indefinida en una operación Ucrania si se nos impedía contar el cien por ciento de las papeletas y se nos pretendía imponer – como se nos impuso – un fraude descomunal. Ambos graves errores estratégicos, manejados por las mismas personalidades y la misma dirigencia que hoy constituye el comando de campaña de Manuel Rosales, nos entregaron atados de pies y manos a los designios del totalitarismo chavista. El precio ha sido muy caro. 

            Pueda que de todos los peligros que acechan los empeños de la candidatura pretendidamente unitaria de Manuel Rosales – todos legítimos, si son comprendidos como un incentivo de movilización y de lucha contra el totalitarismo que late en las entrañas del enemigo a derrotar – el más grave consista en la reiteración de los errores del pasado, además de una flagrante carencia de Plan B: sobreestimación de las fuerzas democráticas y subestimación de la capacidad de manipulación, fraude e imposición autocrática del chavismo. Y de esos errores, el más peligroso: desechar el peso definitorio del control de la maquinaria electoral en manos del régimen, así como su inagotable capacidad para imponer los resultados que convengan a sus intereses.  De no enfrentarlos desde ahora mismo montando la más soberbia operación de control comicial voto a voto y urna a urna, la mesa está servida para el más grave traspié de la oposición luego de sus monumentales errores del 11 de abril y del 15 de agosto, cuando teniendo en sus manos la resolución de la crisis sucumbió a su congénita debilidad: la incapacidad de resolver el estado de excepción existencial que hoy sufrimos. Pues el combate ha de librarse, para ser exitoso, en dos frentes: acumulación y desarrollo exponencial de nuestras fuerzas en torno a una candidatura auténtica y verdaderamente unitaria, por una parte; y construcción de un sólido frente de defensa de las condiciones y los resultados estrictamente electorales, por el otro. Pudiendo y/o debiendo ambos elementos conjugarse en una masiva movilización popular contra el fraude el mismo 3D. A seguir el ejemplo que los chilenos durante el plebiscito y Toledo durante sus elecciones, dieron. Nuestro respaldo a cualquier candidatura opositora debe enmarcarse en el planteamiento que ya hiciera hace un año Marcel Granier: o elecciones limpias, o caos y desintegración. 

3 

LA ESTRATEGIA DE LA DERROTA 

            Desde luego, llama a la reflexión la alarmante ingenuidad – por decir lo menos – y la falta de previsión frente a la maquinaria fraudulenta del CNE, presentada por el jefe de estrategia del comando de campaña de Manuel Rosales, Teodoro Petkoff. Según sus declaraciones de este lunes 21 de agosto a EL NACIONAL, es el momento de “no distraerse demasiado en pretextos, que lo único que pueden hacer es alimentar el abstencionismo”.  Desde luego, rebajar a “pretexto” – Dios sabrá de qué carencias – la honda preocupación de amplísimos sectores opositores por la función fraudulenta de los artilugios electrónicos del organismo comicial así como la putrefacta composición del REP, demuestra un error de apreciación estratégica verdaderamente descomunal. Además de pasar por alto un hecho de tanto bulto como la abstención del 83% de electorado el 4 de diciembre pasado provocada por dichos "pretextos" menospreciando de paso  a los muy gravitantes sectores políticos que reivindican con plenos derechos el logro de tal gigantesco reclamo electoral. La forma del planteamiento teodorista es nueva, la sustancia es la misma que infestara a la comisión política de la CD: no importan los medios de que se sirva nuestro enemigo, el asunto es insistir en enfrentarlo con nuestra buena voluntad y vencerlo con el respaldo de eventuales mayorías por la ruta democrática. ¿Cómo? Magia pura. He allí la interrogante. Sólo falta el colofón que hiciera historia a semanas del fraude del 15-A: “El RR está blindado”. ¿Les suena conocido? 

            Un segundo aspecto que debiera hacernos reflexionar sobre la fragilidad del piso estratégico y político de la llamada candidatura unitaria es la ausencia de ese inmenso caudal político y electoral, a saber, el de AD, AP, 4-D, el Frente Nacional de la Resistencia, ABP, Verdad Venezuela y todos aquellos sectores políticos que se mantienen fieles al mandato del 4-D de enfrentar al chavismo sin escatimar esfuerzos ni restringiéndonos a determinados y muy trillados senderos. Sin considerar la omnímoda y ubicua presencia del gran ausente, Carlos Ortega, factor preponderante del actual escenario político. ¿O nos haremos los pendejos? 

Para el jefe de estrategia de Rosales, no hay más política ni otros políticos que la de aquellos que apuestan a las elecciones tras la bandera del gobernador zuliano: “Creo que este rescate de la política, de lo político, es uno de los gestos más importantes que se han dado en Venezuela (sic). Es de gran significación que se haya podido obviar unas primarias que constituyeron el último intento de los poderes fácticos de naricear a los políticos, como lo han hecho a lo largo de estos siete años. Hicimos un acuerdo entre políticos para reivindicar la política.” Como si la Coordinadora Democrática no hubiera sido el primer y fallido rescate de esta misma política, aunque ahora recortada y chucuta – para usar un término caro a Petkoff - por la ausencia de factores claves, como Acción Democrática. 

            Es, desde luego, indigno de un viejo y experimentado político como el actual editor de TalCual reducir “lo político” al ámbito electoral y constreñir el vilipendiado gremio de la política a los señores Petkoff, Borges y Rosales. Sin considerar la innecesaria ofensa a SÚMATE y a María Corina Machado, absolutamente inoportuna y fuera de lugar. ¿Candidatura unitaria bajo tales conceptos? Yo te aviso, Chirulí. Lenguaje más excluyente, imposible. Sin un vuelco de 180 grados en la política de alianzas de esa o cualquier otra candidatura, el fracaso está asegurado.  Petkoff, un político curtido en derrotas, debiera presumirlo. 

            Vuelve, pues, a revitalizarse la sospecha de que estamos frente a una candidatura perdedora sin otras intenciones que la de coexistir pacíficamente con el régimen administrando un tercio del electorado bajo control de una micro fracción del pasado, tal como lo afirma el mismo Petkoff en las declaraciones que comentamos y según las cuales la obra de ingeniería política que tanto alaba, tendría por función trascendental “mantener un acuerdo unitario que trascienda, cualquiera que sea el resultado electoral”. ¡Vaya entusiasmo combativo! 

            Vivimos, qué duda cabe, una Coordinadora Democrática, parte 2. Con la notable ausencia de importantes sectores que han sentido el imperativo categórico de deslastrarse de las viejas taras del izquierdismo estatólatra y populista venezolano que nos llevara a los desastres  del 15-A. La ausencia de Acción Democrática, de Carlos Ortega y de las emergentes fuerzas políticas de centro derecha pesará como una loza sobre una candidatura que nace con plomo en el ala.

No le alquilo las ganancias. O Rosales, Petkoff y su comandita comprenden la circunstancia histórico-política que vivimos y subordinan sus esfuerzos a la conformación de un gran frente de movilización anti totalitario, auténticamente unitario y verdaderamente democrático, que trascienda de lejos lo estrictamente electoral y apunte verdaderamente hacia el futuro de una nueva Venezuela, o estas elecciones serán el más grave, posiblemente el último traspié de la oposición democrática. Que Dios nos agarre confesados.

sanchez2000@cantv.net

 
 
 
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