El
oscuro
corazón de
las
encuestas por Antonio Sánchez García
miércoles, 20
septiembre 2006
Sorprende
la carencia de preocupación de la élite política e intelectual
del país por la ética empresarial y la moral del mercado por
los fines, objetivos y propósitos de las empresas
encuestadoras nacionales. Una insólita perversión de la
política, rebajada a espectáculo digno de estudios de rating y
medición de share como si de telenovelas y programas de
entretenimientos sabatinos se tratara, ha puesto en manos de
los propietarios de dichas empresas privadas un poderoso
instrumento de manipulación y enriquecimiento. En un régimen
predominantemente capitalista como el dominante, tal propósito
de enriquecimiento no debiera verse cuestionado de manera
oficial. Pero las empresas encuestadoras no venden zapatos ni
fabrican colchones, objetos cuya bondad no depende de la
conciencia del fabricante: venden imaginarias preferencias y
fabrican matrices de opinión. Un terreno, cuando menos,
subsumible a la preocupación de la moral ciudadana. Pues
podría verse el caso altamente probable que una nación viera
manipulada y torcida su voluntad ciudadana gracias a esos
instrumentos demoscópicos convertidos en espejos de perversión
y distorsión consciente de la voluntad ciudadana. ¿No es
imaginable un régimen totalitario legitimado por una voluntad
medida demoscópicamente?
Pruebas al canto. Ninguna de las empresas
encuestadoras nacionales predijo con una mínima proximidad de
puntos porcentuales – y el destino de un país puede depender
en determinadas circunstancias de décimas de puntos, como lo
acaban de demostrar las elecciones mejicanas – la voluntad
abstencionista de los votantes durante el último proceso
electoral del 4 de diciembre pasado. Invito a los lectores a
dar con las cifras de abstencionismo que los Sres. Luis
Vicente León, Gil Yepes y Seijas le adelantaran a la opinión
pública nacional con ocasión de las elecciones parlamentarias,
encontrando entonces amplio respaldo mediático, y las
confronten con los resultados oficiales dados tanto por el
propio CNE como por SÚMATE. Las diferencias que encontrarán no
son de décimas de punto, ni siquiera de 2 o 3 puntos
porcentuales, según la norma de fiabilidad con que dichos
señores suelen respaldar sus estudios de medición y darle
patente de infalible y científica objetividad. Fueron de
decenas y decenas de puntos.
¿Con qué autoridad moral pueden vendernos hoy sus
estudios de opinión los mencionados señores? ¿Qué correctivos
asumieron luego de sus insólitas y vergonzosas predicciones
completa y absolutamente ajenas a la realidad? ¿Qué disculpas
adelantaron ante la ciudadanía venezolana? ¿Con qué derecho
nos adelantan hoy sus irresponsables vaticinios?
Nada más adelantar los Sres. Gil Yepes y Luis
Vicente León sus últimos resultados, periodistas al servicio
del régimen las destacaban en sus titulares de primera página.
Para llegar luego vía agencias internacionales a la opinión
pública internacional y convertirse en sesudos informes de
gobiernos extranjeros. Un servicio de alta estima, digno de
ser debidamente recompensado, que podría facilitar el día de
mañana un fraude descomunal contra la voluntad electora de
toda una nación. Tal como sucediera el 15 de agosto, cuando
estos mismos encuestadores pavimentaran el camino de uno de
los crímenes políticos más graves cometidos contra la voluntad
ciudadana.