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Demasiado tarde, demasiado falso, demasiado inocuo
por Antonio Sánchez García
domingo, 15 octubre 2006

 

1

 

            Demasiado tardó Hugo Chávez en atinar a dar una respuesta política a la ofensiva de su contendiente Manuel Rosales. Mientras el gobernador zuliano recorría las barriadas emblemáticas de Caracas, territorio comanche al que un presidente elevado a la estratosfera de la política mundial no puede descender a no ser montado en su carroza, blindado de los pies a la cabeza y cubierto por varios anillos de seguridad del G-2 cubano, un Hugo Chávez atolondrado, desconcertado y seguramente angustiado se mostraba paralizado y condenado a la inacción. La pregunta que recorría los corrillos políticos era más que obvia: ¿cuándo, dónde y cómo reaccionará Hugo Chávez a un ataque tan inclemente como el que dirige su exitoso contendiente? Y contando con el agravante de tan poco tiempo para desplegar las estrategias de combate.

 

            No se trataba tan solo de la audacia de un fajador nato como el joven gobernador zuliano, dispuesto a patear cerro y entrar en un cuerpo a cuerpo con el elector de las clases aparentemente más distantes de las políticas opositoras. Lo hizo además con las manos llenas de suculentas promesas y provisto de un temible artilugio bélico: Mi Negra. Como si con eso no bastara, adelantó sus propuestas en materia de seguridad, educación y salud, empinándose como la espuma, desde el absoluto anonimato hasta superar la primera barrera de un 35 o un 40% en poco más de dos semanas. Un fenómeno.

 

            Entretanto, Chávez cataléptico, como si no pasara nada. Hasta el 7 de octubre, día en que se librara una auténtica batalla mayor con la presencia en Caracas de un cuarto de millón de almas en la más descomunal de las movilizaciones nacionales desde los tiempos del RR. Cuadruplicando las más altas cotas de movilización lograda por el pesado aparato de gobierno, un comando de campaña huérfano de medios y sin más auxilio que la imaginación y el entusiasmo de un voluntariado verdaderamente inspirado y batallador, logró enviarle un mensaje tremendamente contundente y vibrante al país: la avalancha demostró que la candidatura de Rosales va en serio, que sus aspiraciones son legítimas y que ha logrado en poco más de un mes posesionarse de un liderazgo envidiable al frente de un poder que bien conducido y motivado podría llegar a ser demoledor.

 

            Hugo Chávez, sentado cómodo en los laureles de un poder que considera inamovible y como forjado por los dioses, sintió de pronto que le aserruchaban el piso y le quitaban la alfombra. Mandó a sus espías montados en el famoso helicóptero rojo, provistos de suficientes cámaras, para verificar in situ la estampida que le amenazaba. Y debe haber respirado profundo y hasta haberse alegrado de que los organizadores de la avalancha no cogieran el guante del estulto José Vicente Rangel asumiendo el reto de allegarse hasta la Avda. Bolívar: la hubieran arrasado como por un deslave.

 

            Entonces le habrá entrado tremendo culillo – a él, no precisamente el Mio Cid Campeador de Sabaneta -, habrá reaccionado con la procaz histeria que lo caracteriza, habrá mandado a llamar al atajo de ineficientes vasallos que lo rodean y habrá puesto el grito en el cielo exigiendo medidas inmediatas para frenar a Rosales e intentar alguna respuesta. Posiblemente demasiado tarde, cuando ya no es posible montar una estrategia ofensiva con todas las de la ley, como hiciera bajo las órdenes de Fidel Castro durante meses y meses antes del 15 de Agosto. Ahora el agua comenzaba a llegarle al cuello. Una situación absolutamente inesperada y de alto riesgo. Era hora de hacer algo.

 

2

 

            Ese algo no ha podido ser una respuesta digna del enfrentamiento que se libra entre una oposición en ascenso y un régimen asediado: propuestas concretas y tangibles de nuevas políticas públicas, respuestas creíbles, claras y directas a los tremendos desbarajustes causados por su horrible desgobierno, medidas implementables en el campo de la seguridad, el empleo, la vivienda, los túneles negros de la peor gestión de gobierno de la historia de la república desde los tiempos fundacionales. Las misiones, caballo de Troya inventado por los expertos cubanos para sacarlo del hueco en que se encontraba a fines del 2003, ya agotaron su efecto de demostración. Lucen desvaídas, esquilmadas y al borde del abismo. ¿Política de seguridad mientras se arma hasta los dientes y provoca guerras y conflictos en donde llega con su alfombra mágica?

 

            Y para hacerle aún más negro el panorama, su salida de madre en la ONU convenció al país y al mundo de que un sujeto tan impresentable no tiene derecho a pretender eternizarse a la cabeza del país que posee las más importantes reservas energéticas de esta parte del planeta. Empujado por la divina irresponsabilidad del agonizante Fidel Castro y apurado por la necesidad de heredar su mortaja y aparecer ante el mundo como su legítimo heredero ante su eventual deceso, llevó las cosas demasiado lejos. Se arrimó tanto como pudo a la candela nuclear de Irán y Corea del Norte, hundió el cuchillo en el corazón del Medio Oriente sellando un incomprensible pacto de entendimiento con el terrorismo talibán y tiró por la borda cuantas alianzas le eran presentadas desde nuestros países amigos.

 

            Quemó las naves, antes de tiempo y creyendo que tenía asegurado el control de las elecciones del 3D. Vaya baño de agua fría la que le diéramos con la avalancha del 7 de Octubre. Pues si alguien sabe en el país con absoluta exactitud cuántos venezolanos – de toda edad, suerte y condición – respondieron con entusiasmo y alborozo al llamado de Manuel Rosales, es él. Son sus aparatos de información. Son los cubanos. Es su sala situacional. ¿O es que el helicóptero rojo andaba cazando mariposas?

 

            El ambiente palaciego no debe haber podido ser más funerario. La reacción del áulico mayor, más desafortunada. El cabreo, la roncha y la indignación deben haberse puesto a la orden del día. Los rostros de los bufones de la corte no pudieron estar más largos y negros. ¿No vio usted, querido lector, el rostro del señor aquel que administra la letrina nocturna del canal del gobierno? Han pasado desde entonces ocho días. No ha hecho más que hablar y hablar y hablar de la avalancha. Les llegó al bofe. Un golpe duro. Un golpe noble.

 

3

 

            De manera que la orden habrá sido perentoria: ¡hacer algo! Y lo que ha salido de los cacúmenes palaciegos ha sido verdaderamente patético: Chávez de azul, pintado de azul. Convertido en víctima de Cupido, amoroso hasta las náuseas. Una pieza de hipocresía, inverosimilitud, inescrupulosidad y falsía verdaderamente vomitiva. Lo cual ni siquiera importaría mucho si pudiera tener el efecto que persigue, que a Chávez la verdad, la sinceridad y la autenticidad le saben a ñoña. Con lo cual acometían el sexto giro de imagen en esta campaña, según informes de Alfredo Keller.

 

            El problema es que al Chávez amoroso no le cree ni Rosinés. Mucho menos auxiliado por una mujer sacada como por arte de magia de las mazmorras de la nada para dizque ejercer de primera dama. ¿Chávez movido por el amor? Cuenten una de vaqueros.

 

            Obras son amores y no buenas razones. El problema es que Chávez ya es víctima de sus obras, todas a años luz del amor: un país ensangrentado bajo la férula de su irresponsabilidad, con presos políticos, jueces corruptos, desempleados por doquier, violaciones sistemáticas a los derechos humanos, secuestros y asesinatos rompiendo todos los record conocidos.

 

            Monseñor Lückert adelantó una muy sabia propuesta: tomarle la palabra al presidente, si es que la tiene, y exigirle corrija con ese amor que hoy predica las cruentas obras de su odio. Puede hacerlo de inmediato y sin mediar decretos: reenganchar a los 19 mil despedidos de PDVSA, pagarles hasta el último centavo de sus secuestradas prestaciones, devolver sus familias a los hogares de que fueran expulsados, liberar a todos los presos políticos, indemnizar a los familiares de los asesinados por acciones policiales y militares, encarcelar a los pistoleros que ensangrentaran la patria durante esas nefastas acciones del 11 de abril, permitirle a Carlos Ortega vuelva a dirigir la principal central obrera del país sin temor a ser perseguido y encarcelado. Convocar a los desterrados,  ponerle fin a la persecución, a la tortura, al asesinato. Abrirle las puertas de Venezuela a sus mejores hijas e hijos, periodistas, uniformados, académicos, estudiantes y trabajadores que han debido dejar la patria por las razones de fuerza mayor que imperan en Miraflores.

 

            Pero todos, usted y yo, queridos lectores, sabemos que tales medidas son incumplibles. Que el amor pintado de azul del primer mandatario no es más que odio travestido de sonrisas. Mera pantomima electorera de patas tan cortas como las de la mentira. No resistirá la próxima caminata.

 


EL PATÉTICO Y DESALMADO AMOR DEL TENIENTE CORONEL

 

“No me engañáis, aunque de rojo vistáis” – le decía el mosquetero Cantinflas al Cardenal Richelieu en su maravillosa sátira de la obra de Alejandro Dumas. Lo he recordado al ver al caudillo granate pintado de azul cupido, esgrimiendo una ramita de olivo en una mano y sosteniendo una blanca palomita amaestrada en la otra. Bien podríamos parafrasear a Mario Moreno diciéndole: “Yo te conozco mosco y aunque de azul vistáis,  no me pitáis”.

 

            Es tarde para remendar el entuerto de ocho años de delirios revolucionarios, de extremismo visceral, de entreguismo fidelista y guerrillas continentales. Ha destilado demasiado odio, ha hecho verter demasiada sangre, ha regalado demasiado dinero ajeno, ha provocado demasiadas ruinas y demasiados sufrimientos como para creer que volveremos a caer seducidos por los cantos de sirena de sus alitas en los hombros, su arpa, su arco y su carcaj y sus laureles plateados en las sienes. A Chávez se le ven las pezuñas debajo de su azulada piel de cordero. Y la sangre inocente debajo de sus guantes de terciopelo.

 

            ¿Por qué este violento giro al centro de quien ha hecho de la izquierda mundial su guarida? ¿Por qué este súbito pacifismo en Nicolás Maduro, el mismo que hace unos días armaba una gigantesca alharaca en Nueva York culpando al imperialismo norteamericano de todos nuestros males y hoy se rasga las vestiduras criticando a sus socios norcoreanos por haber hecho explotar una bomba nuclear?

 

            La razón es clara como el agua: Chávez está aterrado. Y da un paso atrás y hacia la derecha como lo ha hecho antes de cada proceso electoral. A ver si emborracha a la clase media y la lleva a bajar la guardia. A ver si abre las válvulas de seguridad y deja escapar la presión insoportable de una mayoría que no se lo cala más. Pero esta vez con un inevitable agravante: la oposición está unida, tiene un rostro popular, está blindada contra la demagogia cursi y telenovelera del caudillo y está dispuesta a cobrarle muy caro el desastre de esta pesadilla.

 

            La jugada sigue un guión como dictado en La Habana por Fidel Castro: “pide perdón Hugo, arrodíllate, que ese pueblo es bolsa y todo lo olvida”. Pero precisamente por seguir al consejero: ha ido demasiado lejos. No hay vuelta atrás. Peor aún: vistiendo de azul descuida a sus franelas rojas, sometidos al asalto de Mi Negra. De modo que la movida puede salirle al revés.  

 

            Va palo abajo. Lo esperaremos en la bajadita.

sanchez2000@cantv.net

 
 
 
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