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Democracia y elecciones limpias o caos y desintegración
por Antonio Sánchez García
sábado, 10 junio 2006

 

1

 

            Se engañan todos los candidatos en campaña si creen que dicha campaña sirve a los únicos fines que les serían relevantes: entusiasmar al electorado, potenciar sus seguidores, acrecentar sus fuerzas. Hasta hoy, esa campaña – con sus giras inútiles, sus flacos encuentros, sus desvaídas cuñas publicitarias y sus anoréxicos reclamos por condiciones – sólo sirve a darle a ellos mismos la ilusión de que existen y podrían eventualmente llegar a ser el tan ansiado candidato unitario. Terrible ilusión de adolescencia política. Pues para colmo, por ahora dicha unidad no existe. Y los términos de esa campaña contribuyen a impedirla.

 

            Aún no comprenden que el 3 de diciembre no es un simple y llano enfrentamiento electoral, como aquellos que les dieran el triunfo a Oscar Arias, Michelle Bachelet y Alan García en países bajo plena vigencia de instituciones democráticas. Incluso a Evo Morales, si bien las elecciones bolivianas no fueron más que la culminación de un proceso insurreccional, el botín de un golpe seco de meses y meses dirigido por Castro y financiado por Chávez.

 

            El 3 de diciembre Chávez va tras la relegitimación de su mandato para terminar de asfixiar todo atisbo de oposición y auténtica democracia. El 3 de diciembre debiera ser la ocasión para que una oposición unida y combatiente se lo impida. En primer lugar exigiendo desde hoy mismo – como único tema de campaña de todos los venezolanos, pero en especial de estos auto proclamados candidatos – el irrestricto cumplimiento de la constitución y las leyes. Incluso la liberación de todos los presos políticos como condición sine qua non de cualquier escaramuza electoral. En segundo lugar, poniendo de manifiesto que con estas condiciones la oposición no sólo no participará en dicho proceso, sino que tratará por todos los medios de descalificarlo ante la opinión pública mundial. Por ciega, sorda y complaciente que ella sea.

 

            En tercer lugar, preparando el más gigantesco reclamo abstencionista o el directo boicot a dicha farsa relegitimadora. Y por último aunque en primer término: creando un frente opositor unitario que dote a la mayoría silenciosa que rechaza al teniente coronel y su régimen de una dirección combativa e insobornable. Una Junta Patriótica. Un Estado Mayor sin otro objetivo que hacer cumplir el mandato de impedir el establecimiento de una dictadura castrista en Venezuela.

 

            Las condiciones nacionales son óptimas para el cumplimiento de dichos fines. Las fuerzas que se enfrentan son hoy las mismas que se enfrentaran el 15 de agosto. Así el CNE y su REP pretendan lo contrario. Ni un solo opositor se ha pasado a las filas del enemigo. Pero en las suyas cunde el desanimo, la división, la lucha a cuchillo por el botín, la putrefacción. Los casos de Velásquez Alvaray y Barazarte son sólo la punta del iceberg. A nivel internacional el chavismo tocó techo. El Perú le propinó una derrota definitiva: se acabó el sueño por una región andina en manos del castro-chavismo. Colombia y Perú serán el dique de contención para cualquiera de sus aventuras. Morales tiene los días contados. México ya es un objetivo imposible.

 

            De allí la importancia del 3D: un combate que debe librarse bajo una dirección unitaria contra la reelección del caudillo. Con una sola consigna, ya adelantada por Marcel Granier en una entrevista que le hiciéramos para un semanario político: Elecciones limpias o caos y desintegración.

 

2

           

            Los resultado oficiales de las trascendentales elecciones peruanas confirmaron en cuestión de pocas horas lo que las mediciones a boca de urna hicieron público al segundo de cerrarse los centros de votación, dando un ejemplo de elecciones manuales, limpias y transparentes. Alan García ganó la presidencia del Perú por una diferencia de diez puntos. Una victoria aplastante que señala los nuevos derroteros de la política regional. Como lo afirmáramos luego del triunfo abrumador de Álvaro Uribe en Colombia el domingo antepasado, América Latina gira hacia la derecha. Pues dicho triunfo no hubiera sido posible sin el respaldo de Lourdes Flores y la derecha peruana, que aportó el grueso de su electorado limeño, para inclinar la balanza sin lugar a dudas a favor de la democracia peruana. El futuro gobierno deberá dar cuenta de ello bajo el signo de la concertación nacional entre socialdemócratas y socialcristianos, como en Chile.

 

            En un continente enfermo de ideologismo, utopismo y estatolatría no está demás insistir en los términos: por izquierda entendemos hoy las brumosas líneas programáticas escondidas bajo su guerrera por el nacionalismo castrista, militarista, demagógico y colectivista del teniente coronel Hugo Chávez, ese caudillo polvoriento, ambicioso, ágrafo y analfabeta que pretende usar el garrote petrolero como instrumento de un imperialismo bolivariano absurdo y trasnochado. Por derecha entendemos aquello a que el mismo Bolívar, desesperado por la desintegración apocalíptica que acababa de provocar en todas las provincias bajo dominio español en América pidiera auxilio con verdadera angustia: “la razón de los hombres sensatos”. De allí nuestro abuso propiamente semántico, al subsumir bajo dicho concepto a quienes practican las claves de dicha sensatez – libre mercado, libertad de empresa, seguridad jurídica, institucionalidad e individualismo – sin importar si son socialistas como el Sr. Ricardo Lagos,  o socialdemócratas como el Sr. Fernando Henrique Cardoso o Alan García. Para nuestros efectos, representan la defensa institucional del capitalismo social de mercado. No el llamado socialismo del siglo XXI, esa vaporosa ensoñación de los alcoholes ideológicos del teniente coronel.

 

            Que a casi dos siglos de ese espantoso trauma histórico que nos diera vida, América Latina se vea en la obligación de confrontar una vez más la razón cívica de la sensatez institucional con el desvarío de sus energúmenos uniformados, habla de un mal muy profundo, de un cáncer socio-político y cultural que hunde sus raíces en la castrense genética regional y ha dificultado nuestro tránsito a formas superiores de organización, progreso y desarrollo socio-económicos desde nuestra fundación como naciones.

 

            Chávez es una vergüenza para la Venezuela civil e ilustrada. Como lo es Evo Morales para la boliviana y Ollanta Humala para la peruana. Sin mencionar el horror de una dictadura cincuentenaria en Cuba, todavía tolerada, amparada y protegida por una clase intelectual y artística – esa canalla sentimental de que hablaba Roberto Bolaño - que debiera avergonzar a los latinoamericanos.

 

            Es cierto: todos ellos, desde Chávez hasta Humala, expresan, profitan y se apropian de una grieta social jamás resuelta, la que enfrenta amplias capas marginalizadas de nuestra población, todavía afincadas en un dramático retraso cultural, con aquellos  sectores y bolsones sociales favorecidos por el desarrollo. Aquellos carne de cañón de demagogos   y charlatanes, tanto más peligrosos cuanto incubados en los cuarteles de repúblicas en armas. Estos últimos aún frágil fundamento para una conciencia política auténticamente democrática. De allí que no sea casual ver a nuestras ilustradas clases medias – llamadas a ser la vanguardia del salto hacia la estabilización y la modernidad – sirviendo de palanca fundamental del asalto al poder por parte de los neo demagogos como Chávez, Humala y Evo Morales.

 

3

 

            No es casual. La gesta independentista no fue obra de los sectores populares. Ni siquiera contó con el respaldo mayoritario de la población. Fue obra del voluntarismo y los afanes de gloria de una élite aristocrática, capaz de desencajar la tradición socio cultural y económica del dominio español, pero absolutamente incapaz para crear repúblicas democráticas civiles, dotadas de instituciones estables. Para las cuales, por cierto, ninguna provincia estaba verdaderamente preparada o capacitada en los albores de nuestra Independencia. Es la gigantesca deuda dejada por la admirable aunque desquiciadora y terrible gesta independentista.

 

            Los triunfos de Uribe y Alan García podrían anticipar una vigorosa y saludable reacción hacia la sensatez de parte de nuestras élites, aquellas que conforman la opinión pública y controlan las ideas y los sentimientos de nuestras sociedades. Sumadas al triunfo de Oscar Arias en Costa Rica y posiblemente al de Calderón en México, podrían conformar la avanzada hacia el despertar de la conciencia de un continente que reclama a gritos salir de las prisiones del subdesarrollo material, intelectual y moral y asumir con auténtico coraje la tarea de modernizar, democratizar y globalizar a nuestras naciones. Consolidar, en suma, un giro hacia sus derechas.

 

            Ha llegado la hora de cerrar ese sórdido capítulo de nuestro pasado, el de las repúblicas en armas. Y hacernos a la vida de naciones civiles, institucionalizadas y estables. Ha llegado la hora de reivindicar gobiernos sensatos, defensores de una legalidad y una institucionalidad sin fisuras y válidos para todos, con claras reglas del juego. Gobiernos, en suma, que se sitúen en la misma acera en que se han situado los chilenos de la Concertación, los mexicanos de Fox, los peruanos de Toledo, Lourdes Flores y Alan García. No importan los matices ideológicos ni los acentos económicos, sociales, culturales: lo que importa es ponerse claramente de lado del progreso, la modernidad, la prosperidad. En suma: de la democracia de libre mercado.

 

Ha llegado la hora de darle un combate a muerte al caudillismo, al militarismo, al socialismo de signo castro chavista. Que Dios nos ilumine el camino.

sanchez2000@cantv.net

 
 
 
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