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Se engañan todos los candidatos en campaña si
creen que dicha campaña sirve a los únicos fines que les
serían relevantes: entusiasmar al electorado, potenciar sus
seguidores, acrecentar sus fuerzas. Hasta hoy, esa campaña –
con sus giras inútiles, sus flacos encuentros, sus desvaídas
cuñas publicitarias y sus anoréxicos reclamos por condiciones
– sólo sirve a darle a ellos mismos la ilusión de que existen
y podrían eventualmente llegar a ser el tan ansiado candidato
unitario. Terrible ilusión de adolescencia política. Pues para
colmo, por ahora dicha unidad no existe. Y los términos de esa
campaña contribuyen a impedirla.
Aún no comprenden que el 3 de diciembre no es un
simple y llano enfrentamiento electoral, como aquellos que les
dieran el triunfo a Oscar Arias, Michelle Bachelet y Alan
García en países bajo plena vigencia de instituciones
democráticas. Incluso a Evo Morales, si bien las elecciones
bolivianas no fueron más que la culminación de un proceso
insurreccional, el botín de un golpe seco de meses y meses
dirigido por Castro y financiado por Chávez.
El 3 de diciembre Chávez va tras la relegitimación
de su mandato para terminar de asfixiar todo atisbo de
oposición y auténtica democracia. El 3 de diciembre debiera
ser la ocasión para que una oposición unida y combatiente se
lo impida. En primer lugar exigiendo desde hoy mismo – como
único tema de campaña de todos los venezolanos, pero en
especial de estos auto proclamados candidatos – el irrestricto
cumplimiento de la constitución y las leyes. Incluso la
liberación de todos los presos políticos como condición sine
qua non de cualquier escaramuza electoral. En segundo lugar,
poniendo de manifiesto que con estas condiciones la oposición
no sólo no participará en dicho proceso, sino que tratará por
todos los medios de descalificarlo ante la opinión pública
mundial. Por ciega, sorda y complaciente que ella sea.
En tercer lugar, preparando el más gigantesco
reclamo abstencionista o el directo boicot a dicha farsa
relegitimadora. Y por último aunque en primer término: creando
un frente opositor unitario que dote a la mayoría silenciosa
que rechaza al teniente coronel y su régimen de una dirección
combativa e insobornable. Una Junta Patriótica. Un Estado
Mayor sin otro objetivo que hacer cumplir el mandato de
impedir el establecimiento de una dictadura castrista en
Venezuela.
Las condiciones nacionales son óptimas para el
cumplimiento de dichos fines. Las fuerzas que se enfrentan son
hoy las mismas que se enfrentaran el 15 de agosto. Así el CNE
y su REP pretendan lo contrario. Ni un solo opositor se ha
pasado a las filas del enemigo. Pero en las suyas cunde el
desanimo, la división, la lucha a cuchillo por el botín, la
putrefacción. Los casos de Velásquez Alvaray y Barazarte son
sólo la punta del iceberg. A nivel internacional el chavismo
tocó techo. El Perú le propinó una derrota definitiva: se
acabó el sueño por una región andina en manos del castro-chavismo.
Colombia y Perú serán el dique de contención para cualquiera
de sus aventuras. Morales tiene los días contados. México ya
es un objetivo imposible.
De allí la importancia del 3D: un combate que debe
librarse bajo una dirección unitaria contra la reelección del
caudillo. Con una sola consigna, ya adelantada por Marcel
Granier en una entrevista que le hiciéramos para un semanario
político: Elecciones limpias o caos y desintegración.
2
Los resultado oficiales de las trascendentales
elecciones peruanas confirmaron en cuestión de pocas horas lo
que las mediciones a boca de urna hicieron público al segundo
de cerrarse los centros de votación, dando un ejemplo de
elecciones manuales, limpias y transparentes. Alan García ganó
la presidencia del Perú por una diferencia de diez puntos. Una
victoria aplastante que señala los nuevos derroteros de la
política regional. Como lo afirmáramos luego del triunfo
abrumador de Álvaro Uribe en Colombia el domingo antepasado,
América Latina gira hacia la derecha. Pues dicho triunfo no
hubiera sido posible sin el respaldo de Lourdes Flores y la
derecha peruana, que aportó el grueso de su electorado limeño,
para inclinar la balanza sin lugar a dudas a favor de la
democracia peruana. El futuro gobierno deberá dar cuenta de
ello bajo el signo de la concertación nacional entre
socialdemócratas y socialcristianos, como en Chile.
En un continente enfermo de ideologismo, utopismo
y estatolatría no está demás insistir en los términos: por
izquierda entendemos hoy las brumosas líneas programáticas
escondidas bajo su guerrera por el nacionalismo castrista,
militarista, demagógico y colectivista del teniente coronel
Hugo Chávez, ese caudillo polvoriento, ambicioso, ágrafo y
analfabeta que pretende usar el garrote petrolero como
instrumento de un imperialismo bolivariano absurdo y
trasnochado. Por derecha entendemos aquello a que el mismo
Bolívar, desesperado por la desintegración apocalíptica que
acababa de provocar en todas las provincias bajo dominio
español en América pidiera auxilio con verdadera angustia: “la
razón de los hombres sensatos”. De allí nuestro abuso
propiamente semántico, al subsumir bajo dicho concepto a
quienes practican las claves de dicha sensatez – libre
mercado, libertad de empresa, seguridad jurídica,
institucionalidad e individualismo – sin importar si son
socialistas como el Sr. Ricardo Lagos, o socialdemócratas
como el Sr. Fernando Henrique Cardoso o Alan García. Para
nuestros efectos, representan la defensa institucional del
capitalismo social de mercado. No el llamado socialismo del
siglo XXI, esa vaporosa ensoñación de los alcoholes
ideológicos del teniente coronel.
Que a casi dos siglos de ese espantoso trauma
histórico que nos diera vida, América Latina se vea en la
obligación de confrontar una vez más la razón cívica de la
sensatez institucional con el desvarío de sus energúmenos
uniformados, habla de un mal muy profundo, de un cáncer
socio-político y cultural que hunde sus raíces en la castrense
genética regional y ha dificultado nuestro tránsito a formas
superiores de organización, progreso y desarrollo
socio-económicos desde nuestra fundación como naciones.
Chávez es una vergüenza para la Venezuela civil e
ilustrada. Como lo es Evo Morales para la boliviana y Ollanta
Humala para la peruana. Sin mencionar el horror de una
dictadura cincuentenaria en Cuba, todavía tolerada, amparada y
protegida por una clase intelectual y artística – esa canalla
sentimental de que hablaba Roberto Bolaño - que debiera
avergonzar a los latinoamericanos.
Es cierto: todos ellos, desde Chávez hasta Humala,
expresan, profitan y se apropian de una grieta social jamás
resuelta, la que enfrenta amplias capas marginalizadas de
nuestra población, todavía afincadas en un dramático retraso
cultural, con aquellos sectores y bolsones sociales
favorecidos por el desarrollo. Aquellos carne de cañón de
demagogos y charlatanes, tanto más peligrosos cuanto
incubados en los cuarteles de repúblicas en armas. Estos
últimos aún frágil fundamento para una conciencia política
auténticamente democrática. De allí que no sea casual ver a
nuestras ilustradas clases medias – llamadas a ser la
vanguardia del salto hacia la estabilización y la modernidad –
sirviendo de palanca fundamental del asalto al poder por parte
de los neo demagogos como Chávez, Humala y Evo Morales.
3
No es casual. La gesta independentista no fue obra
de los sectores populares. Ni siquiera contó con el respaldo
mayoritario de la población. Fue obra del voluntarismo y los
afanes de gloria de una élite aristocrática, capaz de
desencajar la tradición socio cultural y económica del dominio
español, pero absolutamente incapaz para crear repúblicas
democráticas civiles, dotadas de instituciones estables. Para
las cuales, por cierto, ninguna provincia estaba
verdaderamente preparada o capacitada en los albores de
nuestra Independencia. Es la gigantesca deuda dejada por la
admirable aunque desquiciadora y terrible gesta
independentista.
Los triunfos de Uribe y Alan García podrían
anticipar una vigorosa y saludable reacción hacia la sensatez
de parte de nuestras élites, aquellas que conforman la opinión
pública y controlan las ideas y los sentimientos de nuestras
sociedades. Sumadas al triunfo de Oscar Arias en Costa Rica y
posiblemente al de Calderón en México, podrían conformar la
avanzada hacia el despertar de la conciencia de un continente
que reclama a gritos salir de las prisiones del subdesarrollo
material, intelectual y moral y asumir con auténtico coraje la
tarea de modernizar, democratizar y globalizar a nuestras
naciones. Consolidar, en suma, un giro hacia sus derechas.
Ha llegado la hora de cerrar ese sórdido capítulo
de nuestro pasado, el de las repúblicas en armas. Y hacernos a
la vida de naciones civiles, institucionalizadas y estables.
Ha llegado la hora de reivindicar gobiernos sensatos,
defensores de una legalidad y una institucionalidad sin
fisuras y válidos para todos, con claras reglas del juego.
Gobiernos, en suma, que se sitúen en la misma acera en que se
han situado los chilenos de la Concertación, los mexicanos de
Fox, los peruanos de Toledo, Lourdes Flores y Alan García. No
importan los matices ideológicos ni los acentos económicos,
sociales, culturales: lo que importa es ponerse claramente de
lado del progreso, la modernidad, la prosperidad. En suma: de
la democracia de libre mercado.
Ha llegado la hora de darle un combate a muerte al
caudillismo, al militarismo, al socialismo de signo castro
chavista. Que Dios nos ilumine el camino.