Fidel
en la fosa
Que los
muertos
entierren
a sus
muertos por Antonio Sánchez García
lunes, 7
agosto
2006
I
mposible desde
Caracas no ver los rituales de la nomenclatura castrista en
torno al eclipse de su dios tropical obviando la figura de su
descendencia putativa, el teniente coronel Hugo Chávez. De
allí las interrogantes que se formula una muy destacada figura
de la oposición democrática venezolana en torno a los bizarros
acontecimientos que rodean el largo viaje hacia la noche del
insoportable anciano.
He aquí sus interrogantes:
“¿De donde saca Chávez la información del bienestar del
dictador, si la salud de Castro es un "secreto de Estado"?
¿Por que sacó a su hermano de Cuba?
¿Por que no fue a visitar a Castro, como siempre acostumbra
hacer?
¿Por qué no ha hablado con Castro, si éste se encuentra tan
recuperado?
¿Por que le habla a través de la televisión?
¿Por que no aparece Raúl Castro?
¿Que piensas tú sobre estos temas?
Saludos”
No puedo ocultar el desgano que me provocan las interrogantes
y el escaso deseo de entrar en la vorágine político
farandulera que provoca hasta en su supuesta agonía un
personaje por el que siento auténtica repugnancia. Luego de 47
años de despotismo tropical ha terminado por fastidiarme. Que
los cubanos entierren a sus muertos y dejen al universo en
paz. En cuanto a mí, ya cumplí con mi cuota de adoración,
desilusión y desprecio. Que se vaya al cipote.
Pero en fin, visto desde esta satrapía: Adán, embajador en
Cuba y pieza clave en las promiscuas relaciones de Castro y
Chávez ha vuelto a Caracas para ocuparse del ministerio de la
secretaría de su hermano. Por primera vez el caudillo llanero
vuelve de un largo periplo sin hacer escala en La Habana,
hábito ya doméstico en quien se ha ganado el derecho a visitas
intempestivas luego de subvencionar con más de mil millones de
dólares anuales los caprichos del enfermito. Ni siquiera lo ha
podido llamar telefónicamente, lo cual al parecer hacía hasta
hace algunos días de hora en hora. ¿Llegó a su fin la costosa
y muy necesaria asesoría del caballo?
¿Está muerto? ¿Agoniza? ¿Nos espía desde el féretro? Por mí,
que se vaya al infierno. Si discreta y silenciosamente, tanto
mejor. De la Cuba castrista, basta por algunos siglos.
Aprovechemos el descanso.