Inicio | Editor | Contáctenos 
 
Webarticulistas
Manuel Malaver
Eli Bravo
Luis  DE LION
Roberto Palmitesta
Lucy Gómez
Alexis Márquez Rodríguez
Ted Córdova-Claure
Antonio Sánchez García
Aníbal Romero
Charles Cholaleesa
 
 
 
 
 
 
 
 

 

referencement


 
 

Criaturas de un día
por Antonio Sánchez García
domingo, 27 noviembre 2005

 

Los políticos saben que no son más que criaturas de un día

Winston Churchill

 

            En los porfiados sustratos de la política venezolana florece una fauna que pretende vencer esa ley de gravedad que condena a los políticos a una inevitable caída y fuera caracterizada de manera tan magistral por Winston Churchill al trazar el perfil de Alfonso XIII: “Los políticos se elevan a través de afanes y luchas; esperan caer; esperan levantarse de nuevo. Casi siempre, en el Poder o fuera de él, están rodeados y sostenidos por grandes partidos. Tienen con ellos muchos compañeros de desgracia. Los políticos saben que no son más que criaturas de un día”. Los nuestros, vaya desgracia, insisten en creerse eternos.

 

            Churchill sabía perfectamente de qué hablaba: él mismo había caído de un burro (la Secretaría de Irlanda) – son sus palabras – y el golpe no le había agradado en lo absoluto. Lo que no impidió que, despreciado y escarnecido por décadas, esperara por su auténtico momento de gloria y se convirtiera en el factor decisorio que salvara a la humanidad del holocausto universal perseguido por Hitler. Luego de lo cual volvió a apostar su ficha menuda en la ruleta del Poder, ganar en la última de sus apuestas y jugar un papel mediocre y desvencijado haciendo mutis del gobierno inglés entre la indiferencia y la conmiseración de las mayorías. Él, genial en la percepción de la oportunidad de poner su vida y la de su pueblo en juego en defensa de las libertades democráticas, no supo hacerse a un lado con los laureles de la gloria – incluido un merecidísimo Premio Nóbel de literatura en 1953 - cuando los ingleses juzgaron que las reliquias de su grandeza eran un estorbo.

 

            Guardando las distancias y respetando las debidas proporciones, pienso que nuestra bienamada Venezuela – rebajada hoy a pobre y desquiciado campamento – atraviesa por una circunstancia tan definitoria y crucial como la que vivieran el imperio inglés y Europa en esos años ominosos que van del ascenso de Hitler en 1933 a su caída y suicidio en 1945. Aunque la diferencia es evidente: en sólo sus dos primeros años de dictadura “vitalicia” Adolf Hitler levantó a su pueblo de las ruinas y lo convirtió en la primera potencia europea. Chávez, en siete años, ha arrastrado a su pueblo al abismo, lo ha hecho infinitamente más miserable de lo que ya fuera, hundiéndolo en la humillación y el hazmerreír. Hitler era un monstruo, pero no un estúpido. Puede que Chávez sea un estúpido, no un monstruo. Aún así: aunque en nuestra pequeña y miserable escala, los efectos de su estupidez, combinada con una irrefrenable mezcla de ambición y maldad, son devastadores.

 

            Impresiona que a seres tan mediocres como los que nos desgobiernan y martirizan – pienso en la estólida y desventurada figura de Isaías Rodríguez -   no se le enfrenten políticos un par de centímetros más altos. Estos seres menores son, para volver al tema de nuestros inicios, los representantes de esa fauna de nuestros bajos fondos políticos que se niegan a desaparecer y se aferran a una ilusoria capacidad decisoria. Pues tampoco están rodeados y sostenidos por grandes partidos. ¿O es que alguien le reconoce grandeza o inmensidad a la Acción Democrática de Henry Ramos, al Primero Justicia de Julio Borges, al COPEI de Eduardo Fernández, al MAS de Felipe Mujica o al Proyecto Venezuela de la Sra. Vestalia de Araujo? Sin hablar de esos despojos de lo que algún día fuera la promisoria nueva izquierda venezolana. Los viejos partidos, sombras de lo que fueran. Los nuevos, fantasmas de lo que quisieran llegar a ser.

 

            Son quienes llevan las riendas de aquella oposición grata al autócrata. Constituyen la pentarquía que acuerda unánime el concierto de lenidad ante el régimen, el coro que aplaude las ocurrencias de Jorge Rodríguez y se declara satisfecha de sus mezquinas concesiones. A cambio – eso es lo insólito – de unas miserables migajas parlamentarias. Saben que podrían contar con un 40 o un 50% mínimo de respaldo nacional y la totalidad de las poderosas fuerzas opositoras si tan sólo tuvieran el coraje de enfrentarse al régimen. Prefieren rehuir los riesgos de una política a pecho descubierto, acomodarse entre los faldones del poder y conformarse con un 10 o un 15% de abatidos electores. Pobres criaturas de un día.

 

            Comenzaron a ser barridos de la faz de Venezuela en diciembre de 1998. Desaparecieron unos años para ver condonadas sus deudas por una generosa sociedad civil que les entregó la conducción de las luchas que culminaran en la celebración del RR, cuando recibieran una última y magnífica oportunidad de redimirse. Desperdician ahora el último vagón al insistir en jugar el papel de cómplices de esta farsa comicial. Creen que podrán guarecerse de la tormenta que se avecina acurrucados en un rincón de la Asamblea. El desprecio  de diciembre terminará por aventarlos.

 

            En verdad, sería lo más deseable. Que la historia termine por cumplir su demoledora faena y desbroce el camino hacia el futuro.

sanchez2000@cantv.net

 
 
 
© Copyright 2005 - WebArticulista.net - Todos los Derechos Reservados.