El arte del liderazgo no consiste en
decir “sí”.
Consiste en decir “no”
Tony Blair
Para
la inmensa fortuna de la Venezuela democrática, no nos
enfrentaremos al matadero del 4 de diciembre inermes y con las
manos vacías. El ominoso expediente del Referéndum Revocatorio y
las farsas comiciales del 31 de octubre y del 7 de agosto han
colmado el vaso de la paciencia y han permitido que emerja por
primera vez un nuevo liderazgo. Es aquel que hoy se agrupa en el
Comando Nacional por la Resistencia y dando pruebas de saber
ejercer su liderazgo ha decidido decirle NO al circo electoral
del 4 de diciembre.
Puede que este liderazgo, que
abarca expresiones disímiles y todavía balbuceantes, no consiga
aglutinar aún al conjunto de las fuerzas opositoras y a la
totalidad del antichavismo militante. Está en vías de lograrlo.
No existía antes del 15 de agosto, fecha emblemática que divide
en dos la lucha antidictatorial. Hoy ya tiene la fuerza política
y moral como para movilizar a la ciudadanía de manera muchísimo
más contundente y entusiasta de lo que es capaz de hacerlo la
vieja oposición partidista. Incluso el chavismo. Y está recién
en sus comienzos.
Es natural que los partidos
tradicionales de antigua y nueva factura desconozcan el valor de
la abstención. Continúan prisioneros de los viejos conceptos y
aceptan de buen grado la premisa adelantada de manera errónea e
inoportuna por el jefe de la misión electoral de la OEA, Rubén
Perina cuando afirmara que “la abstención daña a la democracia”.
Sería cierto si ésta fuera de verdad una democracia y los
abstencionistas unos políticos malcriados. La verdad es
exactamente la inversa: la tendencia altamente abstencionista
que domina la actual matriz de opinión es síntoma y reflejo de
una democracia profundamente dañada. De allí la insólita
paradoja de que el abstencionismo militante sea hoy, bajo las
particulares circunstancias de este régimen, prueba de un
comportamiento altamente democrático. La abstención significa
decirle NO a la infamia electoral, negarse a bailar al chasquido
del látigo del dueño del circo. Y exigir un nuevo CNE capaz de
garantizar condiciones verdaderamente transparentes e
imparciales, que permitan el alto ejercicio comicial sin
mediaciones tramposas y amañadas. Desbrozando el camino para
que, mediante el libre y legítimo expediente del voto, podamos
ponerle fin al régimen y garantizar el regreso a la democracia.
Esta reivindicación,
contrariamente a lo que sostiene el viejo liderazgo, no expresa
un comportamiento puramente moral sino altamente político.
Expresa una fuerza social mayoritaria y tiene un objetivo
estratégico: desenmascarar y debilitar al régimen. Tan política
es la presión que ejerce la oposición abstencionista y tan
demoledores sus efectos, que ya el régimen se apresura
a permitir pedazos de concesiones, aterrado por la avalancha de
rechazo que se le avecina. ¿O cree Teodoro Petkoff que Jorge
Rodríguez comienza a calarse una pequeña parte de nuestras
exigencias gracias a la presión metafórica de sus editoriales o
a las jaculatorias de Gerardo Blyde?
Cuando el 4 de diciembre las
pantallas nos muestren la devastación de calles y avenidas
desiertas, el mundo sabrá cuán ilegítimo y falaz es este
gobierno y cuán mendaz su parlamento. Que no quiera darse por
enterado es harina de otro costal. Tomaremos cuenta de ello.
Pero entretanto no hay que ceder ni un milímetro. La lucha
recién comienza.
sanchez2000@cantv.net
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