Los
caminos se han bifurcado: el régimen parece decidido a continuar
su senda por la radicalización. El país le ha vuelto la
espalda. La jugada maestra puesta en acción por José Vicente
Rangel, a saber: involucrar a una fracción opositora
complaciente para revestir de legitimidad el asalto
institucional a la democracia – ha fracasado estrepitosamente.
David de Lima, Andrés Velásquez y Carlos Melo no reunieron dos
mil votos. Chávez está desnudo: se ve enfrentado directamente
con una inmensa mayoría ciudadana que repudia al
castro-comunismo. Y los partidos del viejo establecimiento, que
creyó ganados para sus fines, le han vuelto caras. El pacto de
gobernabilidad implícito en las conversaciones y acuerdos de los
partidos con el CNE obtenido trabajosamente por Rangel y
Rodríguez ha saltado hecho trizas.
Si la complacencia de AD,
COPEI, PJ y los restos de la vieja izquierda eran fundamentales
para la imposición del castro-chavismo, el control del CNE bajo
las coordenadas impuestas por Jorge Rodríguez era el instrumento
imprescindible. Esa llave ha implosionado, obligando al régimen
a buscar nuevos derroteros o dejar de lado todo subterfugio y
aplastar directamente a la mayoritaria oposición democrática.
Esas dos vías deben estar
enfrentándose en el seno del chavismo. Nicolás Maduro corrió a
ofrecer su asamblea para realizar el sucio trabajo legislativo
que haga falta. Desde luego: entronizando a Chávez y fundando el
quinto reino de los mil años: la monarquía chavista. Será la
posición del chavismo duro, incapacitado para sopesar la
auténtica correlación de fuerzas y medir en sus justas
proporciones el terremoto político del 4-D.
Por su parte, Alí Rodríguez
Araque e incluso el mismo José Vicente Rangel parecen proclives
a alcanzar algún tipo de acuerdo con AD, COPEI y PJ para salvar
los despojos de su estrategia y permitir la realización de las
elecciones presidenciales de diciembre del 2006. Ya llaman a
conversaciones. Sorprende en Rangel, quien a tres días del
fallido proceso electoral los enviara “p’al carajo”.
En cuanto a las fuerzas
políticas opositoras, ha surgido un nuevo referente, en gran
medida responsable de la grave crisis de gobernabilidad desatada
en el país: Alianza Popular y los grupos con los que ha
constituido el Comando Nacional por la Resistencia. Junto a
SÚMATE expresan una posición de total y absoluta intransigencia
frente a los propósitos dictatoriales del chavismo. Han visto
cumplido el 4-D un desideratum que propugnaron
desde el mismo 8 de agosto pero creyeron imposible de ver hecho
realidad: el retiro de todos los partidos opositores de la
contienda electoral y el acorralamiento y aislamiento del
chavismo. Misión cumplida.
Todas las fuerzas opositoras
son unánimes en señalar que no habrá elecciones presidenciales
en diciembre próximo con este árbitro electoral. La exigencia es
perentoria e irrenunciable: otro CNE, un REP depurado,
elecciones manuales. Sin desmedro de las acciones tendentes a
denunciar internacionalmente la carencia de representatividad
del órgano legislativo y los reiterados fraudes electorales que,
desde el RR, vienen deslegitimando al régimen en todas sus
instancias.
¿El comienzo del fin? Amanecerá
y veremos.
sanchez2000@cantv.net
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