Escribo este preámbulo
sorprendido por dos hechos que me parecen extraordinariamente
graves y que reflejan la inmensa ignorancia e impericia en el
manejo político de los líderes de Primero Justicia. El primero
se refiere a la incapacidad mostrada este domingo por su
liderazgo para comprender y evaluar en su justo significado el
cataclismo que estaba teniendo lugar en nuestro país: en lugar
de alegrarse por la porfiada muestra de resistencia de la
inmensa mayoría nacional que se negó a convalidar la farsa,
empujando al régimen a la más grave crisis de su corta y
atribulada historia, Julio Borges mostró consternación “por
este momento tan triste de la historia venezolana” ¿Triste?
¡Qué molleja!
El segundo es mucho más
grave, pues constituye la médula de los gravísimos errores que
ha cometido PJ al definir su nuevo y extraviado rumbo
político. Insiste la dirección de PJ desde el 16 de agosto de
2004 en considerar que “somos minoría”. Y porque lo ha creído
a pie juntillas, apostando a que Hugo Chávez ganó el RR en
buena lid, decidió abandonar a su suerte a los sectores
sociales opositores, especialmente a la clase media, su feudo
natural, “pateando cerro” y saliendo a la conquista del voto
en el seno del chavismo.
Este 4 de diciembre la
cantaleta minorista de PJ ha sufrido un mentís inapelable.
Más de un 80% de la ciudadanía se negó a convalidar la farsa.
Y esa cifra comienza a quedarse corta. Serios y muy confiables
informes hablan de cientos de miles de votos nulos. Pueda que
el rechazo al régimen, vivido en este plebiscito del domingo
pasado, supere de largo el 90% de la población electoral.
Este hecho provoca un
terremoto político cuyas gravísimas consecuencias apenas
visualizamos. El escándalo de las capta huellas, el retiro de
las candidaturas opositoras y el gigantesco deslave
abstencionista constituyen apenas la punta de un iceberg de
proporciones desconocidas. Han dejado hasta ahora al
descubierto dos hechos importantísimos: Hugo Chávez detenta un
poder tan ilegítimo como el de su personal y monocolor
Asamblea del pueblo. Y perdió la clamorosa mayoría que tuvo un
día que ya se pierde en el olvido.
Un régimen minoritario e
ilegitimo tiene sus días contados. Es insostenible. Ni
siquiera puede basarse en la fuerza de las bayonetas, con las
que, como bien dice la experiencia, se puede hacer cualquier
cosa menos sentarse en ellas.
La ciudadanía opositora
venezolana es la nueva mayoría. ¿Quién será capaz de
expresarla? Sólo es cuestión de tiempo y perseverancia por la
senda correcta que nuestros más lúcidos políticos y
comunicadores han marcado – los que indicaron el camino de la
abstención antes, mucho antes del 7 de agosto - para que la
pesadilla llegue a su fin. Hagamos realidad el sueño de una
Venezuela justa, solidaria, libre y democrática. Démosles
nuestro respaldo.